Esa era la sensación que me acompañó durante más de cinco años de forma ininterrumpida, de tal modo que ya pensaba que formaría para siempre parte de mi vida.
Sin embargo, el deseo y la inquietud de saber qué narices me pasaba y sobre todo el querer cambiar esa sensación me hizo investigar y experimentar y a día de hoy llevo más de dos años que ese nudo en la garganta sólo es un mal recuerdo.
¿Quieres saber cómo conseguí deshacerme de él?
Acompáñame.
El caos
Corría el año 2008 cuando decidí marcharme a Turquía por motivos profesionales.Mi vida personal estaba hecha trizas y honestamente creo que subconscientemente buscaba en el cambio salir de una situación algo caótica.
Sin embargo, no llevaba ni un año en mi nueva ciudad y puesto de trabajo y las cosas en lugar de ir a mejor iban a peor: mi relación de pareja era un desastre, el trabajo era un infierno y mis emociones estaban totalmente fuera de control.
Una<strong> intensa sensación de amargura </strong>se instaló entre mi pecho y mi garganta abrazando de forma agresiva mi ser.
Fue entonces cuando me di cuenta de que no sabía nada sobre mis emociones.
Bueno ni sobre las mías ni sobre las de los demás y decidí que eso tenía que cambiar
La decisión que marcó un punto de inflexión
¡Genial! Mi crisis existencial me había llevado a tomar una importante decisión.Recordé entonces un taller de Inteligencia emocional en el que participé y que realmente me encantó y decidí que formarme en esa disciplina podría ser un buen comienzo.
Al estar en Turquía sólo tenía dos opciones: formarme en turco, o lo que es lo mismo no enterarme de nada, o formarme online, idea que no me atraía demasiado porque entendía que no era el medio ideal para trabajar algo tan importante.
Pero no era momento de buscar excusas, así que me decanté por la formación online y allá que hice mi curso de 300 horas en el que me convertí en todo un experto en Inteligencia Emocional.
Bueno, eso era una verdad muy a medias.
Aprendí muchísimo sobre emociones y cómo gestionarlas, pero la verdad verdadera es que no supe aplicarme el cuento a mí mismo.
Había absorbido toda esa información con mi cerebro izquierdo (el analítico), pero el derecho parecía no haberse enterado de nada
Aprendiendo a base de experiencia
Me quedó claro entonces que aunque leyera infinidad de libros y me apuntara a miles de cursos poco o nada iba a conseguir si no pasaba a la acción.Así pues comenzó un periodo en mi vida en que empecé a experimentar muchas cosas con el objeto de encontrar las tan ansiadas respuestas.
Una de esas experiencias fue la asistencia a un taller de danza sufí.
Este tipo de danza consiste en girar alrededor de tu eje corporal sin detenerte y ha sido practicada durante siglos por los derviches de Anatolia central (Turquía), los cuales son admirados por permanecer durante horas girando sin detenerse alcanzando un estado de éxtasis
El taller Dervish in progress era impartido por un reconocido bailarín turco llamado Ziya Azazi.
La que era mi novia por aquel entonces, que lo había hecho un año antes, me recomendó que fuera: según ella los efectos terapéuticos y las sensaciones que experimentó eran absolutamente extraordinarias.
Dándome la “vuelta” a mí mismo
Conviene decir que todo aquello para mí era todo un reto, ya que durante toda mi vida he acusado importantes problemas de mareo.De pequeño en trayectos de 50 kilómetros era habitual que mis padres tuvieran que parar el coche para que yo vomitara..
Por alguna razón decidí asistir, aunque por supuesto puse en antecedentes a Ziya de mis problemas con el mareo.
Ziya me decía que girar no era realmente traumático para nadie, que es una forma de protegerse de la cabeza en cuanto se sale de su centro y que como “no le gusta” lo que hace es provocarnos mareo para que paremos.
Insistía durante el curso que el problema es que para “salir de la zona de confort” es necesario estar dispuesto a ello, prepararse de forma consciente para hacerlo y finalmente llevarlo a cabo de forma progresiva.
Así, si empiezas a girar de repente como un loco, tu cuerpo se revelará contra ti y hará lo posible para que dejes de hacerlo.
Aquello tenía mucho sentido para mí.
Además de cómo vencer el mareo, Ziya nos explicaba la técnica y la filosofía que hay detrás de esta danza.
Todo en el universo gira: los planetas, las galaxias, los átomos es una forma que tienen los cuerpos de generar e intercambiar energía.
Después de haber estudiado 6 años de ingeniería esto también tenía mucho sentido para mí, y estaba verdaderamente deseando probarlo.
En la sala los participantes formaríamos un sistema de bailarines girando de forma libre al son de la música. Esto generaría una energía extraordinaria y es por eso que exigía para este tipo de talleres un mínimo de 12 asistentes.
De la teoría a la práctica
Pero la práctica del primer día fue un verdadero desastre.No conseguí permanecer más de 3 ó 4 minutos girando y vomite al menos 4 veces.
Acabé la sesión tumbado en medio de la clase, incluso después de que se fueran todos los participantes me quedé sólo allí con el cuerpo totalmente cortado y con la decisión de que no volvería nunca más a hacer aquello.
Pero no sé si porque había pagado o porque no me resignaba a no poder experimentar aquello, el segundo día volví a aparecer, recibiendo una importante ovación de mis compañeros que me vieron sufrir de lo lindo el día anterior.
Lamentablemente se ve que no tengo madera de trompo, y el segundo día, aunque algo mejor, también fue nefasto.
Según Ziya normalmente en el tercer día casi todo el mundo domina la danza, y me insistía que lo importante era ir al borde a los límites sin rebasarlos bruscamente.
Decidí despojarme de mis conceptos y dejarme llevar. No pensar en lo que sucedería. Disfrutar de la energía y empecé a sentir la danza.
Sin embargo una vez más a los 20 minutos mi ego descendió para pararme y dirigirme hacia aquella cada vez más familiar taza de wáter
La perseverancia tuvo su recompensa
El último día entonces ocurrió algo sensacional. Empezó a sonar El bolero de Ravel y empecé a flotar con la música.Entonces me desnudé de mi ego por completo y empecé a volar. A sentir un total desapego a todo incluido mi cuerpo.
Me sentí un ser etéreo, experimentando un extraordinario gozo.
Desaparecieron todos los miedos quedando algo verdaderamente trascendente y esencial.
Por supuesto con los miedos se fue el nudo en la garganta.
Me recuerdo a mí mismo con una sonrisa de oreja a oreja acelerando cada vez más el giro de mi cuerpo.
Había rebasado mi mente. Aquella que me decía que dar vueltas me provocaría un enorme mareo. La misma que creaba miedos para evitar que evolucionara más allá de mis apegos.
Entonces supe que no había lógica en todo aquello y no me importaba en absoluto: era experiencia pura.
La experiencia de una energía extraordinaria que no sólo deshizo el nudo de mi pecho sino que me hizo sentir volver a nacer a la vida.
Mueve tu energía corporal
Vivimos en una sociedad sedentaria que valora el intelecto por encima de todo.Sin embargo, más allá del intelecto somos diversas formas de energía y moverlas pueden significar una gran terapia para resolver conflictos emocionales como ese nudo en la garganta que me acompañaba día a día.
Por eso desde aquí te animo a experimentar con tu energía corporal a través del deporte, la danza, las artes marciales, etc…
Si no sabes cómo empezar te recomiendo seguir a Roberto Cortés de Corporea bienestar, uno de mis alumnos de Descubre tu Talento que ha encontrado en el movimiento la forma de reinventarse y ayudar a las personas a trascender sus problemas.
Si tú también has experimentado un nudo en la garganta y conseguiste deshacerte de él, no dudes en compartir tu experiencia en los comentarios.