El individuo completamente desarrollado, o siendo más simples y reales, el individuo que se acerca a su desarrollo más completo, es aquel que es consciente, somete el ruido de su mente, es aquel que cultiva sus dones para ser una contribución y por lo tanto vive o se empeña en vivir en el Amor y combate el sufrimiento de los seres vivos.
Hay muchos aspectos que rodean algo tan genérico y uno de ellos es asumir e integrar en la vida las tendencias masculinas y femeninas, por más que el género de cada uno viene determinado por el nacimiento, sea o no cambiado después, o uno sienta una u otra tendencia e impulso sexual. Nada tiene que ver. Como he dicho, se trata de sumar a la propia condición un nuevo proyecto: la integración de la energía masculina y femenina.
Hace miles de años la historia de la humanidad ha cambiado la veneración por la energía femenina sustituyéndola por el imperio dominante de la energía masculina. Por lo tanto, se ha producido un gravísimo desequilibrio.
Justo cuando podíamos vencer los instintos exacerbados de la ira o la dominancia, la energía masculina toma las riendas. Pero no solo ocurre eso sino que se centra en someter la femenina. La consecuencia es un historial de guerras en masa que culminan a mediados del siglo XX, así como el clasismo, hambre, falta de compasión y finalmente la alteración del clima al no contemplar el cuidado de la Gran Madre, la Tierra.
Claro, son términos generales, pero están igualmente muy presentes. Y es cierto que después de la segunda guerra mundial, puedo decir que hay correcciones progresivas, sin solución de continuidad territorial ni permanente en los gobiernos. Pero, verdaderamente, ¿cuáles son las características de la energía femenina que más necesitamos? ¿Por qué se caracteriza? Permítanme realizar un enfoque incompleto, pero bajo la luz del estudio psicoanalítico de esta energía.
A lo largo de la infancia disfrutamos de ese pre-conocimiento que la edad de la humanidad ha impreso en la genética. El niño sabe en su inconsciente que en el interior del cuerpo materno se encuentra el centro vital, el seno dador de vida, y por lo tanto sabe que es un lugar altamente delicado y a respetar. En lenguaje de Klein, contiene todos los posibles hermanos, y dañarlo en la fantasía personal, significa eliminar el origen de la vida.
Tiene importancia pues, la relación con la madre y por ende con lo femenino, incluso en el crecimiento mental y sus emociones, viviendo en cada uno de nosotros conceptos constructivos o destructivos a raíz del tipo de relación establecida con lo femenino. Es conocido que aquello que recuerdo y sé, nunca aparece en mi mente desvestido del modo en que se introdujo. Por lo tanto, en esa “introyección” no solo sé qué es femenino y la importancia que para la propia vida implica, sino que mi forma de tratarlo reviste el propio concepto de feminidad. Si mi sociedad o yo mismo, somos agresivos o consideramos secundario o menor lo femenino, mi relación con la propia vida y mi salud mental se encuentran perjudicadas.
Solo a través de recuperar una buena y respetuosa relación podré reparar ese daño, si lo hubo. Y no depende, como he indicado, de mi género, este tipo de relación. Ciertamente es más delicada entre femenino y femenino y peores aún si cabe las consecuencias en la vida emocional si no ha triunfado el amor, pero es solo una diferencia de intensidad. Para ambos géneros el Amor por lo femenino debe ser base de salud.
Implícito en la lectura de M. Klein aparece que la que la sociedad occidental, en su conjunto, descubre y postula la decadencia de la primacía masculina y descarta la supremacía de la función paterna mientras le otorga a la madre y a lo femenino una gran importancia. El cambio de mirada sobre lo femenino que tiene lugar en el seno del movimiento psicoanalítico, coincide con el surgimiento del movimiento feminista.
Sin mezclarlo con género personal, es femenino saber atender las demandas en general y permitir que quienes las hacen se sientan comprendidos y reconfortados. Incluso intuir las necesidades, y dotarlas de significado. Vean otro concepto compasivo y que da seguridad de la energía femenina en su descubrimiento en la vida maternal:
Cuando la madre acepta las ansiedades persecutorias del bebé (pues por su falta de recursos el pequeño cree que ocurrirá lo peor y, por ejemplo, el hambre no se superará y provocará la inanición) y lo “toma en sus brazos, lo consuela y trata de calmarlo”, le devuelve sus ansiedades con cualidades más digeribles y tolerables. Este tipo de acción compasiva, de atender la necesidad es lo que, mientras somos niños, permite introyectar la tolerancia y el nuevo recurso que indica que lo invencible puede ser superado.
El primer acto de Amor de la vida es la alimentación. Aun siendo cierto que el género no nos condiciona en el acto de ofrecer el alimento con amor, sí es cierto que en nuestro inconsciente sabemos que la función biológica de dar de mamar pertenece a lo femenino, y si está acompañada de la función psíquica de dar amor, podemos de pequeños introyectar, de nuevo, la relación con lo femenino como algo constructivo, con los mismo efectos descritos antes. Además se configura la existencia del amor de un “objeto bueno” dentro de nosotros. Y viceversa, el maltrato de lo femenino, construye en nosotros el Tánatos, el instinto que nos dice que lo difícil no es superable y que solo la fuerza puede con ello.
Hemos de darnos cuenta que la construcción del concepto de Amor, parte particularmente del buen trato y aceptación como dador de vida del cuerpo femenino, o en sí, de la energía femenina, más aún que de la buena relación con lo masculino. Este es el Amor que dice que puede quererte simplemente por ser quien eres, sin mayor condición, lo conocido hoy en día como incondicional, que respeta la diferencia, ejecuta la compasión (acción destinada a disminuir el sufrimiento en los seres vivos), que sabe respetar y ponderar la agresividad, con acciones revestidas de cuidado a la vida. Igualdad de trato y destilar, más aún que la inteligencia emocional, algo así como la “inteligencia del Amor”.
Cierto es que hablo de una energía femenina expandida, no la concreta hacia una pareja o hijos, sino la universal, que asume como “hija” la Creación en sí , digna de cuidado y respeto. Ahora hay que seguir enfocándonos al máximo respeto hacia el misterio de la vida, hacia la creación de lo femenino, a ver si logramos además que la madre tierra renazca, que no la dominemos tanto ni la explotemos de tal modo que las siguientes generaciones no puedan vivir en ella.
No hay que olvidar que la feminidad es la fuente de la vida.
Nota: El artículo ha sido publicado originalmente en Saludterapia.