Últimamente estoy más cinéfila de la cuenta, así que hoy vengo a hablaros de:
El efecto que ha tenido en mí la película Her
Película dirigida por Spike Jonze y premiada con el Óscar al mejor guión original.
¿Por qué fui a verla?
Pues me pareció que la idea de tener una relación con un sistema operativo (que sobre eso va la peli) podría ser un invento digno de ver. Bueno, también quería ver a Joaquin Phoenix con pantalones de tiro alto? para qué negarlo?
¿Qué me encontré cuando la vi?
Una de las mejores películas que he visto en mucho tiempo. Me atrevería a decir que el guión consigue atravesar todo el cuerpo teórico del psicoanálisis y parte de la psicología. Emociones, pensamientos, actos, imágenes mentales? y todo eso provocado solo por una voz.
No seguiré dando detalles de la película para que no me tachéis de spoiler, pero la recomiendo encarecidamente.
¿Qué me ha provocado dicha historia?
Me ha transportado a un concepto que en psicoanálisis se llama ?pulsión invocante? y sobre el que quiero hablaros.
"¿Lo qué?"
Pulsión invocante. O lo que es lo mismo, la capacidad que tiene la voz humana de movilizarnos o desmotivarnos.
No cualquier voz, por supuesto, sino esas voces que se oyen desde lugares importantes cuyos discursos nos conforman. Esas voces que, aunque uno no quiera, consiguen provocar algún tipo de efecto en nosotros.
Aquellas voces que interiorizamos y que, con más o menos consciencia del proceso, nos repetimos mentalmente.
?Aplaude la constancia y disciplina, pues son las que te llevarán lejos?
?Hay que ser una persona de provecho?
?Aspira siempre a más?
?Adelgaza?
?Consume?
?Triunfa?
Algunas voces las sujetamos tan fuerte que soportamos su peso con tal de no contradecirlas.
Otras, sin saber muy bien por qué, las oímos cual ruido de fondo y pasan sin pena ni gloria por nuestros oídos.
Palabras que, según dónde y cómo se claven, podrían desviar el rumbo de los acontecimientos en función de quién las mencione.
Pero ¿qué tiene que ver la voz con nosotros como sujetos?
Bueno, podría decirse que nacemos de unas voces que tienen nombre y apellidos. Nos reciben en el mundo y nos permiten ordenarlo, entenderlo y desenvolvernos en él.
Pero también dichas voces construyen nuestra percepción, la manera en la que interpretamos el entorno que nos rodea. Se convierten en el patrón de medida, en nuestra referencia psicológica y emocional.
Sí, también emocional. Eso de que una voz te remueve y despierta el cuerpo. Determinados sonidos tienen la capacidad de abrir nuestro espectro de emociones y recorrerlo de punta a punta. Voces que son música para nuestra piel y, como acordes de guitarra, nos afinan o desafinan según se sujete el traste.
Algunas voces consiguen hacer historia en nosotros. Es más, ciertas voces conseguirían hacernos hablar, que nos pronunciáramos y tomemos la palabra.
Voces que anidan y nunca se van.
Voces que colorean o ensombrecen nuestro proyecto de vida.
Voces que sostienen nuestra motivación o nos conducen al más profundo desánimo.
Hoy os dejo con la experiencia de Josef Ajram, un deportista catalán que además es de los mejores brokers de España.
Un ejemplo de cómo puede cambiar una vida en función de las voces a las que uno vaya prestando atención, además de ser un experimentador nato de lo que un cuerpo soporta cuando se lleva al límite.
Él ha decidido usar su voz para animar a otros a cumplir sus objetivos.
¿Te pararías a oírle?
Nos leemos muy pronto.
Marta B.
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Fotos
Her: Dispenser
El viejo guitarrista ciego: Picasso