Escuchar es la habilidad de no posicionarnos en interpretaciones que oímos del otro. Es una mente sin juicio para que surja la información.
Muchas veces el impacto de esta habilidad se ve mermada por nuestros pensamientos cuando recibimos los mensajes de la otra persona que, en vez de “escuchar”, estamos más pendientes de cómo responder a lo que oímos. Nuestra mente se llena de voces que tratarán de impedirte respondas con claridad. Esto dificulta el significado real de la comunicación.
Sabemos que existen muchos tipos de escucha para nuestro interés colectivo, pero hay una que nos atrae significativamente y nos da un punto de inflexión para ampliar nuestro abanico de posibilidades en la comunicación entre nosotros y lo que llamamos consultante.
El psicoanálisis de algunos contemporáneos nos ha permitido el entendimiento y el desarrollo de una mejor escucha.
Sigmund Freud desarrolló el arte de la escucha en una expresión que él mismo llamó “La atención flotante”, una herramienta según la cual el analista debe escuchar al paciente sin privilegiar ningún elemento del discurso de este último y dejar que este fluya en su propio proceso inconsciente. Esto quiere decir, que el analista debe por consiguiente dejar de proyectar su mapa mental mediante sus prejuicios conscientes y sus defensas inconscientes. Una mente prístina es la llave para esta conexión.
Uno de los primeros discípulos de Freud hace una interesante referencia en su libro "Listening with the third Ear" (Escuchar con el tercer oído). Reik fue doctor en psicología y en su teoría plantea una escucha a través de las emociones que hay detrás de las palabras que dice la otra persona. Algo muy parecido a la empatía donde el analista busca escuchar a través de lo que siente el “paciente” utilizando un lenguaje profundo y holístico.
Nosotros poseemos individualmente una forma de comunicar de difícil acceso porque estamos acostumbrados a expresarnos a través de símbolos secretos para evitar expresar lo que verdaderamente pensamos de nosotros mismos.
El desafío para empezar a descifrar las “claves” o “códigos” que emitimos a través de las palabras sería aprender a escucharnos primero a nosotros mismo y desarrollar, sin duda alguna, una consciencia descriptiva. Sin este paso sería complicado llegar al pensamiento original de cada uno. Una consciencia pura y libre de juicios. Sin hablar de nadie, más bien, hablar de uno mismo con relación a la otra persona nos conectará a lo que nuestro interlocutor quiere transmitirnos con todo su Ser.
Desarrollar esta mentalidad implicaría también cuestionar nuestras emociones, creencias y valores. De esta manera nos permitirá descubrir el constructo formado en nuestra mente.
Un acompañamiento adecuado puede cambiar la vida de una persona.
Thábata Emo