Después de trabajar durante 15 años en diversas empresas y editoriales, primero como correctora y traductora de textos y, más tarde, como editora y autora de libros de texto y otros materiales didácticos, en 2012 decidí establecerme por mi cuenta como profesional autónoma, lo que coincidió con el final de mi formación en terapia Gestalt.
Mientras configuraba lo que iba a ser mi nuevo proyecto de vida laboral, me pareció interesante fusionar ambas profesiones, editora/autora y terapeuta Gestalt, que se tradujo en una nueva profesión: editorapeuta, el nombre de mi actual marca profesional y de mi web. En este momento de la fusión, la Editorial Comanegra me encargó la redacción de un cuento sobre el amor que se ajustara a los criterios de una colección sobre emociones y de reflexión personal.
El camino del amor (también disponible en catalán: El camí de lamor), además de ser el resultado de todo este proceso de cambio, es una especie de homenaje a mi proceso personal durante los cuatro años de la formación, ya que ha quedado reflejada una gran parte de los aprendizajes adquiridos - fui consciente de ello pocos meses después de haberlo escrito.
Todos estos aprendizajes se vehiculan a lo largo del relato en forma de mensajes tales como, entre otros, la importancia de amarnos a nosotros mismos, es decir, darnos el permiso para ser como somos, respetarnos, aceptarnos, validarnos, confiar en nuestras capacidades - cuanto más crezca nuestro amor propio, más disfrutaremos del amor que recibimos de los demás, así evitaremos salir a buscarlo afuera, a la desesperada, reclamándolo desde la necesidad–; la caducidad de las relaciones, en el sentido de que hay que soltarlas cuando ya no funcionan y no nos satisfacen; la confianza en que cada uno tiene y aprende sus recursos propios para superar una rotura, y la idea de que el amor siempre está en nuestro interior, en nuestro ser.
Lo que hace que este relato pueda ser incluido en el género de la narrativa terapéutica es la transmisión, a través de la protagonista (Máire) y del otro personaje principal (Cian), por una parte, de los preceptos gestálticos o de la terapia Gestalt – es por eso que también lo considero un libro gestáltico – y, por otro, de mensajes positivos o poderosos como estos –todos, como he dicho anteriormente, aprendizajes derivados de mi proceso personal–:
Todas las personas tenemos una sabiduría interna que, si aprendemos a escucharla y a respetarla, nos permite una buena autorregulación de nuestras necesidades vitales.
Después de la tormenta (rabia, angustia, tristeza...), llega la calma (serenidad).
Es importante aprender a proporcionarse instantes breves de felicidad en soledad.
Es fundamental poner amor en todo lo que hacemos.
El movimiento corporal es una buena vía de reencuentro con nosotros mismos.
El amor está dentro de nosotros y se manifiesta de maneras diferentes en los distintos tipos de relaciones existentes (de amistad, familiares, de pareja, de admiración, etc.).
Preguntarnos para qué nos sirve lo que nos pasa (el fin) es más productivo y útil que buscar el por qué (la causa).
Tomar conciencia de que hay que dar espacio y tiempo a las emociones, es decir, atender y respetar nuestra emocionalidad, nos permitirá llevar una vida más sana y equilibrada.
Ante cualquier conflicto o crisis, hay que tener confianza en uno mismo (autoestima).
En cuanto a la filosofía gestáltica, me interesa comentar los siguientes aspectos:
En primer lugar, una de las características de la terapia Gestalt es que promueve la integración de las principales dimensiones del ser humano (corporal, emocional, intelectual) y su influencia en nuestra impulsividad, sociabilidad y espiritualidad, lo cual permite una vivencia global y unificada de la persona. Estos tres niveles del organismo están muy presentes en el personaje principal del libro: Máire escucha su cuerpo en varios momentos del relato, da espacio a sus emociones (tristeza y rabia) y las transita como puede y, a lo largo de toda la historia, se va mostrando también su diálogo interno.
En segundo lugar, y como aspecto más general, mientras avanza en su camino, Máire se va haciendo cada vez más presente y consciente y, en la medida que puede, se va responsabilizando de lo que le va pasando: presencia, conciencia y responsabilidad son, también, los tres principios básicos de la Gestalt.
Por último, quiero destacar la presencia, en todo el relato, de algunos de los preceptos gestálticos:
Vive ahora, es decir, preocúpate del presente más que del pasado o del futuro.
Vive aquí, relaciónate más con lo presente que con lo ausente.
Deja de imaginar: experimenta lo real.
Abandona los pensamientos innecesarios; es mejor que sientas y observes.
Elige expresar antes que manipular, explicar, justificar o juzgar.
Entrégate al desagrado y al dolor igual que al placer; no restrinjas tu percepción.
No aceptes ningún otro debería ... que no sea el tuyo: no adores a ningún ídolo.
Responsabilízate plenamente de tus acciones, sentimientos y pensamientos.
Acepta ser como eres.
Por todo ello, considero que El camino del amor es, definitivamente, una narración terapéutica y gestáltica y, por tanto, puede ser una herramienta bastante útil y valiosa como para utilizarla en un proceso terapéutico o para iniciar un viaje hacia uno mismo.
¿Te animas a recorrer este camino?