Cierra los ojos suavemente, después con fuerza… Siente como tiran los músculos de la cara, mantenga los ojos apretados varios segundos? ¿Ve alguna cosa?
Si has realizado el ejercicio correctamente, al principio habrás sentido el contraste entre la visión y la oscuridad. Al apretar los ojos fuertemente habrás visto líneas, dibujos, círculos? Si no lo has conseguido, vuelve a intentarlo, tal vez es cuestión de atención, tal vez de mantener un poco más de tiempo los ojos cerrados?
¡Bien!, has visto nada, "la nada" durante un breve espacio de tiempo, lo que significa que podemos ver más que con los ojos, aunque aún no reconozcamos qué vemos. Es la primera lección: "Con los ojos cerrados se ve diferente, pero no se puede decir que no haya visión". Este simple ejercicio, que puede parecer una tontería, tiene por objetivo enseñarte a ver las cosas de otra manera, que aprendas a ver una concepción primera, segunda, tercera y? decimoctava de las cosas.
Con los ojos cerrados se aumenta la percepción del resto de los sentidos: el oído, el olfato, el tacto? Somos más sensibles al entorno y nuestra percepción, la constatación de los hechos, cambia.
En la oscuridad puede hallarse una increíble paz, pues todos los inputs visuales externos dejan de molestar y uno se puede reencontrar consigo mismo, con la tranquilidad, con el silencio? Pero también se puede sentir miedo, uno no sabe que le rodea, ni si alguien puede agredirle. Si se sucumbe al miedo, el resto de sentidos deja de funcionar correctamente, ya que aumenta la tensión corporal de los músculos y la cabeza sólo evalúa bajo el prisma del MIEDO.
Y lo curioso es que, en general, parece que la oscuridad haga sentir más miedo que paz.
Algo similar es lo que ocurre con la muerte, se relaciona con la oscuridad, con todo lo desconocido? y da miedo. Esto no quita que podamos apreciar la oscuridad, la libertad que proporciona, el aislamiento de los condicionantes sociales, los muchos caminos que nos permite recorrer con nuestra mente o con nuestra alma.
Esta capacidad de percepción, inmóviles y a oscuras es el reflejo de lo que ocurre en el tránsito tras la muerte: una mezcla de miedo, unida a la liberación del cuerpo, tal vez del dolor, sin el condicionamiento del entorno, libres de responsabilidades, deberes y pesos, libres para el nuevo camino que se nos presenta.
Ante tal libertad que adquiere la persona que creemos haber perdido, ¿por qué sufres la pérdida? No es que la vida se trate de una carga, es un aprendizaje, se acaba esta fase y se inicia una nueva… Esto puedes creerlo o no, pero lo mejor es que lo experimentes, porque así podrás cambiar el sentimiento de pérdida por una sensación gratificante de amor. En el próximo artículo explicaré un ejercicio que permite abrir la mente a esta nueva visión, a esta nueva percepción de los sentimientos.
Un fuerte abrazo y todo mi apoyo,
Lucía Alonso.
Ejercicios y consejos extraídos de mi libro: “La muerte. Camino a la nueva Vida”