¿Por qué se aumenta de peso en la lactancia?
El cuerpo de la madre se prepara para asegurar una buena lactancia ya durante el embarazo, no sólo desarrollando las glándulas mamarias para producir la leche, sino también acumulando nutriente y energía en forma de grasa corporal. Generalmente, con el embarazo se almacenan entre 2 y 4 kilos de grasa. Un aumento de 4 kilos conlleva una reserva energética de unas 35.000 kilocalorías, las suficientes para mantener la lactancia durante cuatro meses, gastando unas 300 kilocalorías diarias, que servirán para producir entre 500 y 700 ml de leche al día.
Hasta este momento, la madre ha seguido una alimentación hipercalórica, es decir, ha consumido más calorías de las que ha gastado. Si a esto le añadimos un mayor sedentarismo durante esta etapa, es fácil que haya habido un aumento de peso más o menos considerable.
¿Cómo bajar de peso tras la lactancia?
Muchas madres tienen prisa por recuperar su peso inicial después de la lactancia, algo totalmente comprensible, pero deben tener en cuenta que los kilos que han cogido durante los meses previos no se pueden bajar en pocos días, ya que el cuerpo necesita seguir su propio ritmo natural para adaptarse a la nueva situación.
Es importante, eso sí, no dejar pasar muchos meses para empezar la dieta, ya que los cambios hormonales que se producen al dejar la lactancia permiten a la madre adelgazar más fácilmente. Razón de más para hacerlo con una dieta totalmente equilibrada, que no nos prohíba el pan, la pasta, el arroz, la patata y las legumbres, sino que les dé la importancia que se merecen como base de la dieta mediterránea, y que se aleje de los clásicos, monótonos y a la larga peligrosos regímenes con mucha verdura y proteína a la plancha.
Ser constates es la clave
¿Cuántas personas conocemos, sean madres post-lactantes o no, que han empezado a hacer una dieta de adelgazamiento demasiado estricta, y la han acabado abandonando o que han conseguido llegar al peso objetivo y con el tiempo han vuelto a recuperar tantos o más kilos de los que habían perdido?
El hecho de seguir un régimen de este tipo supone comer menos, tanto en cantidad como en calidad de alimentos, lo que hace que la mayoría de estas dietas no sean nada equilibradas. Este desequilibrio lleva al organismo a sufrir un déficit de nutrientes, y la persona que la sigue se empieza a sentir débil, pasa hambre, nervios, tiene ansiedad por picar alimentos “prohibidos”, está de mal humor, le cae el pelo.
Su metabolismo se reduce, porque el cuerpo se pone en estado de alerta y empieza a ahorrar energía y, a pesar de seguir la dieta estrictamente, la bajada de peso se estanca.