Generalmente estamos muy conscientes de cuándo y cómo iniciar una terapia. Buscamos un profesional que nos dé gusto, nos entienda y muchas veces nos guíe. Pero nunca sabemos cuándo terminaremos nuestra terapia, en qué condiciones y menos aún, cómo.
Todos sabemos que la duración de un proceso terapéutico puede variar según cada caso y cada paciente. Ahora, no siempre está el paciente preparado para dar un cierre certero y seguro a la terapia. Y esto se puede dar por diversos motivos.
En muchos casos, la finalización de este proceso se da de mutuo acuerdo entre el terapeuta y el paciente. En otros, es por cuenta propia que el analizado deja repentinamente la terapia. Y una tercera opción se presenta cuando el analista decide que ya es suficiente, pero el paciente se siente inseguro con dejar la terapia y ansioso por cómo seguir sin ella.
Cuando sucede que el psicólogo pone fin a la terapia, lo que suele pasar es que el paciente sienta que aún tiene muchas cosas por las que hablar con él. Sin embargo, el análisis profesional evaluará si estas cuestiones que necesita hablar el paciente, realmente requieren un tratamiento profesional o no. Si la respuesta es no, es cuando se produce la interrupción del tratamiento por parte del profesional de la salud.
Hay que tener en cuenta que el propósito del fin de un proceso terapéutico no es la perfección emocional del paciente. Sino más bien, es que, durante las sesiones, la persona adquiera suficientes herramientas, conocimiento de sí mismo y de sus procesos mentales y emocionales. Y de esta manera esté más apta para afrontar situaciones similares o que remitan a estados emocionales parecidos.
En el caso de que el corte del proceso de terapia sea de mutuo acuerdo, es muy importante que paciente y el profesional, hagan un análisis del proceso para determinar cuáles fueron los logros obtenidos. También se puede optar por la opción de hacer sesiones más distanciadas, cada 15 días o 1 vez por mes, con el fin de no hacer un corte total, sino de manera paulatina.
El tema surge cuando el paciente quiere dejar la terapia y el profesional no está de acuerdo con que esto suceda. Los motivos pueden ser diversos, a veces porque el analizado considera que ya pudo trabajar el tema que necesita hablar o también porque no ha logrado establecer un vínculo con el profesional, u otros tantos motivos.
En estos casos, es importante poder hablar el tema claramente con el profesional, a fin de dejar todo bien explicado. Pero una tarea mucho más importante tendrá que realizar el analizado: y será saber si realmente desea discontinuar la terapia o si lo hace por miedo a enfrentar ciertos temas o por miedo a sentirse juzgado o vulnerable. Todo ello tendrá que tenerlo bien en claro a la hora de tomar una decisión.