Llega el verano y queremos ponernos morenos. El bronceado tan deseado por muchos se debe a que los rayos solares activan un mecanismo de protección de nuestro propio cuerpo frente a los rayos ultravioleta en el que sintetizamos más melanina, que es el pigmento que va a hacer que nuestra piel se oscurezca, que filtre parte de la radiación y que se disipe la energía en forma de calor que no daña la piel.
Los principales beneficios que conlleva una exposición moderada a la luz del sol radican en la síntesis de vitamina D, que conlleva otros efectos positivos. Lo que sucede es que dos esteroides llamados ergosterol (presente en levaduras y hongos) y 7-dehidrocolesterol se convierten por acción de la radiación ultravioleta en vitamina D2 o ergocalciferol y en vitamina D3 o colecalciferol respectivamente, que son dos formas de vitamina D, aunque hay muchas más. La vitamina D es responsable de estos beneficios consecuentes en el organismo:
-Fortalece los huesos y los dientes: los rayos de sol favorecen la síntesis de vitamina D, que fomenta la absorción intestinal de calcio y fósforo. En cambio, una deficiencia de vitamina D puede causar raquitismo en niños y osteomalacia en adultos.
-Efecto anticancerígeno: la vitamina D protege contra algunos tipos de cáncer como el de colon o el de mama, que de hecho son más frecuentes en los países con menos horas de sol, y también contra tumores de ovario, vejiga, útero, próstata y estómago.
-Evitan la depresión: los rayos ultravioleta estimulan la síntesis de serotonina y endorfinas, que son unos neurotransmisores que actúan como antidepresivos, relajantes, termorreguladores y analgésicos naturales y son fundamentales para el bienestar y la felicidad. De hecho, existe un 15% de la población que padece trastorno afectivo estacional (TAE) y es propensa a sufrir depresión durante el invierno al disminuir la exposición solar, desapareciendo estos síntomas con la llegada del buen tiempo, los días más largos y más horas de luz.
-Ayuda a dormir mejor: la luz solar también actúa sobre la melatonina, la hormona reguladora de los ciclos de sueño.
-Reduce la presión sanguínea: la presencia de vitamina D reduce los niveles de la hormona paratiroidea, que interviene en la regulación de la presión arterial, de modo que aumenta la vasodilatación y favorece la circulación sanguínea, disminuyendo así la presión arterial y resultando muy beneficioso para los que padecen hipertensión. En cambio, para las personas que tienen la tensión arterial en unos niveles adecuados, es posible que estar mucho tiempo bajo la luz del sol no tenga efectos tan positivos, ya que puede desencadenar una bajada de tensión no deseada o una lipotimia incluso.
-Reduce el colesterol: los rayos del sol también constituyen uno de los factores que contribuyen a disminuir los niveles de colesterol, ya que la luz solar ayuda a metabolizarlo.
-Es beneficiosa para la psoriasis o el acné: una exposición moderada a la luz del sol tiene efectos positivos en pieles que sufren estas enfermedades.
-Estimula la respuesta inmunitaria: el sol tiene beneficios también sobre nuestro sistema inmunitario, puesto que incrementa el número de glóbulos blancos o linfocitos en la sangre, que son los encargados de defender al organismo en primera instancia frente a una infección, de modo que la frecuencia de estas disminuye.
-Mejora la vida sexual: la vitamina D aumenta los niveles de testosterona.
Sin embargo, el cuerpo tan solo necesita estar expuesto directamente a los rayos solares 10 o 15 minutos tres veces a la semana para producir la cantidad de vitamina D requerida. En cambio, exposiciones más prolongadas pueden originar una serie de daños:
-Efectos visibles en la piel: los rayos UVB (290-320 nm de longitud de onda y constituyentes del 5% de la radiación ultravioleta que nos llega), además de ser responsables del bronceado, son culpables de los eritemas o quemaduras solares, mientras que los rayos UVA (320-400 nm de longitud de onda y constituyentes del 95% de la radiación ultravioleta que recibimos), por su parte, mucho más penetrantes, son causantes de la fotodermatosis, erupciones en la piel, fotoenvejecimiento de la piel acelerado (arrugas, pérdida de densidad y elasticidad de la piel y aparición de manchas pigmentarias), debido al deterioro del colágeno y la elastina.
-Cáncer: tanto los rayos UVA como los UVB pueden dañar el ADN y provocar alteraciones en nuestras células, que si se repiten, a largo plazo, pueden terminar dando lugar a la aparición de un cáncer de piel. Un tipo de cáncer de piel es el melanoma, que afecta a los melanocitos, las células de la piel que producen los pigmentos. El melanoma es menos común que los carcinomas de células escamosas o células basales, pero es mucho más agresivo. Por esta razón, debemos de prestar especial atención a los lunares de nuestro cuerpo para intentar detectar este cáncer en sus inicios. ¿Y cómo podemos diferenciar un lunar normal de un signo de melanoma? El melanoma se caracteriza por la regla del ABCDE: Asimetría, Bordes irregulares, Color heterogéneo, Diámetro mayor de 5 o 6 mm y Evolución o crecimiento del lunar.
-Inmunosupresión: habíamos dicho que el sol, en su justa medida, estimula el sistema inmunitario; sin embargo, una radiación solar excesiva puede alterar los glóbulos blancos y debilitar las defensas.
-Daño ocular: la exposición a los rayos de sol durante mucho tiempo puede dañar los ojos e incrementar la probabilidad de aparición de cataratas hasta cuatro veces. El sol, a diferencia de lo que ocurre con la piel, es más peligroso para los ojos en el amanecer o al atardecer, cuando está más bajo y los rayos inciden en los ojos directamente.
En definitiva, para evitar estos daños, debemos seguir las siguientes precauciones:
-Evitar exposiciones al sol durante las horas centrales del día en las que la insolación es máxima, ya que los rayos llegan perpendiculares a nuestra piel.
-Usar una crema solar protectora con un índice de protección UVB y UVA adecuado para nuestro tipo de piel, volviéndola a aplicar después del baño o cada dos horas. En estos protectores solares hay dos tipos de filtros o principios activos: los físicos, como el dióxido de titanio, que reflejan la radiación solar o transforman la radiación ultravioleta en visible o menos energética, y los químicos, como el ácido para-aminobenzoico y derivados, capaces de absorber la radiación cuya energía va a transferirse a los electrones de los dobles enlaces conjugados para pasar a un estado excitado de mayor energía. Sin embargo, ni siquiera las cremas solares de factor 50 nos aseguran estar exentos del riesgo de sufrir melanoma en un futuro si no tomamos el sol con moderación.
-Llevar unas gafas de sol homologadas por la UE y capaces de filtrar el 100% de la radiación ultravioleta para proteger los ojos. El color de las gafas ya depende de los problemas de visión de cada persona y del uso que les vayamos a dar: las amarillas y naranjas se recomiendan para la conducción nocturna y los deportes rápidos; las grises para la conducción diurna; las verdes para deportes náuticos y el esquí y para los hipermétropes; el marrón para los miopes... Además, para protegernos ante los reflejos de la luz sobre superficies como el hielo, es aconsejable que incorporen filtros espejados o polarizados, mientras que si lo que buscamos es que se adapten a cambios frecuentes de intensidad de luz, elegiremos los filtros fotocromáticos.
Por lo tanto, como hemos visto, tomar el sol es necesario y tiene efectos positivos en nuestro organismo, pero excedernos este verano con el tiempo de exposición nos puede salir muy caro. Sin embargo, no importa que estemos en primavera en lugar de en verano, en un día menos caluroso, bajo un cielo nublado o dentro del agua. Aunque los rayos solares nos lleguen más atenuados, también nos podemos quemar. Así que, en cualquier caso, protégete del sol.