La radiación solar a la que está expuesto naturalmente el ser humano, y en especial la que ocupa la parte ultravioleta del espectro de la luz, tiene un efecto carcinogénico o neoplásico sobre la piel. En otras palabras, la exposición inadecuada al sol puede dar lugar a la aparición de lesiones tumorales. Mientras que un 35 por ciento de los cánceres se debe al cigarrillo, otro 35 por ciento es resultado de una mala dieta con exceso de grasa y falta de fibras, el 10 por ciento restante es causado por las radiaciones ultravioletas.
Existen varios tipos de radiaciones ultravioletas: los rayos A y los rayos B. Históricamente, se pensaba que los rayos B eran los más perniciosos porque tenían un mayor poder oncogénico (de creación de tumores) a largo plazo, y porque además producían un fotoenvejecimiento que se manifiesta a través de arrugas y manchas en la piel. Hoy día se sabe que los rayos A tienen un efecto pernicioso similar en la piel.
Es muy importante que las personas entiendan que el efecto de las radiaciones ultravioletas sobre la piel es acumulativo. A lo largo de los años, se van produciendo modificaciones que se acumulan y se combinan con otros factores que colaboran con la aparición de los tumores de piel.
De melanomas
Las lesiones dermatológicas malignas que puede ocasionar la exposición inadecuada a los rayos ultravioletas se agrupan en tres grupos: los carcinomas basocelulares, los carcinomas espinocelulares y los melanomas.
Los primeros son las lesiones más frecuentes de tipo neoplásico que suelen aparecer en la piel; es decir, de carácter maligno. Generalmente, aparecen en las zonas más expuestas del cuerpo que están sometidas a la acción de las radiaciones ultravioletas durante todo el año: la cara, los pabellones de las orejas, las manos y el cuello. Estas lesiones tienen distintas formas de presentación clínica, pero en general comienzan con una lesión que la precede llamada queratosis solar, que no es más que una pequeña escama, a veces de color rojizo, que el paciente suele sacarse con la uña y que vuelve a crecer.
En cuanto al epitelioma o carcinoma espinocelular, este tipo de lesión es la tercera en orden de frecuencia, pero la más infiltrante: tiene mayor grado de agresividad o de malignidad que el carcinoma basocelular, y suele dar metástasis; es decir, extenderse hacia otros tejidos adyacentes.
Por último, la lesión neoplásica dermatológica que más preocupa a los médicos es el melanoma. Este puede originarse sin ninguna lesión previa o puede originarse sobre una lesión preexistente, que generalmente es un lunar de ciertas características particulares.
A través de distintas campañas de prevención, los especialistas de la Sociedad Argentina de Dermatología recomiendan realizar periódicamente un autoexamen de la piel delante de un espejo (para poder ver regiones del cuerpo de difícil acceso visual, como la espalda) para detectar aquellos lunares que puedan representar un peligro de melanoma. Las características a las que hay estar atento responden a una fácil regla mnemotécnica:
A, de asimetría: cuando, al trazar una línea por el medio del lunar, a ambos lados quedan partes desiguales.
B, de bordes: que sean irregulares o difusos es un mal signo.
C, de color: cuando se superponen distintos colores y tonalidades en la superficie del lunar.
D, de diámetro: los lunares que tienen un diámetro mayor a 0,5 milímetros presentan mayor posibilidad de transformación maligna.
Se aconseja consultar al dermatólogo cuando la persona, al autoexaminarse, encuentra un lunar con alguna de estas características. Cuando un lunar suma varios de estos rasgos, la conducta terapéutica preventiva suele ser extirparlos. Pero más allá de la utilidad del autoexamen, es importante una visita periódica al dermatólogo, ya que no siempre es posible acceder visualmente a la totalidad de la superficie corporal. No es casual que los melanomas que se observan con mayor grado de diseminación, es decir que llegan a instancias más dramáticas, se originen en las espalda: esta es la zona del cuerpo más difícil de ver.
Hay que recordar que los tres tipos de cáncer dermatológicos son absolutamente curables si se los diagnostica temprano.
Una exposición adecuada
Para evitar los riesgos oncológicos que implica una exposición inadecuada a la radiación ultravioleta, la Sociedad Argentina de Dermatología aconseja lo siguiente:
La exposición al sol de los chicos menores de seis meses está absolutamente contraindicada. Esto se debe a que el niño no puede usar todavía fotoprotectores porque su piel no está preparada para ello y pueden resultarles tóxicos.
En cuanto al período que va de los 6 meses de edad a los cuatro años, es un período crítico que requiere el máximo cuidado de la piel. Este es un momento clave porque es el lapso en el cual las grandes quemaduras pueden tener muchos años después un efecto muy importante desde el punto de vista de la generación de tumores malignos.
A la hora de exponerse al sol y elegir para un fotoprotector, es importante tomar en cuenta el tipo de piel que uno posee. Los seres humanos tienen un filtro solar natural: los melanocitos, unas células que están en la superficie de la piel, producen una sustancia protectora llamada melanina. Quienes tienen una piel muy blanca tienen una más reducida producción de melanina, y por ello deben cuidarse más de las radiaciones ultravioletas.
Las precauciones fundamentales y universales son: evitar en verano la exposición entre las 11 y las 15 horas; fuera de ese horario usar fotoprotectores adecuados; estos deben ser aplicados sobre la piel media hora antes de la exposición solar y deben ser vueltos a aplicar cada dos horas; es importante que el fotoprotector sea efectivo ante el amplio espectro de radiaciones ultravioletas; debe tenerse especial cuidado durante el embarazo ya que suelen modificarse y exacerbarse lesiones preexistentes.
fuente:buena salud