¿Cuál es la dinámica del acoso? ¿Cuándo surge? Igual que la chispa eléctrica o el rayo, el abuso es una "descarga" de energía entre dos potenciales psicoafectivos intensos y opuestos. Por ejemplo, cuanto más dolor y rabia acumula un sujeto A, y cuanta más inseguridad y minusvaloración sufre un sujeto B, más probable será que, en ciertas condiciones, A "agreda" a B. Como esta diferencia de potenciales es inconsciente, generalmente es difícil evitar sus consecuencias. Aunque se castigue al agresor, etc., éste siempre hallará nuevas formas o individuos sobre quienes seguir descargando compulsivamente su hostilidad. Se puede proteger al agredido, etc., pero nada evitará que, tarde o temprano, vuelva a quedar enganchado a nuevas situaciones dañinas... Etcétera. Sólo la honda conciencia y resolución de los conflictos emocionales de ambas partes podría desactivar estas psicodinámicas.
Lo primero que descubrimos al analizar el acoso de cualquier sujeto y la pasividad de su víctima es que, generalmente, ambos fueron maltratados por sus respectivas familias. Así, el violento está cargado de rencor, ansias de venganza proporcionales a los daños sufridos y escasa empatía hacia los demás. Y el violentado, herido de formas más encubiertas, acumula enormes sentimientos de inseguridad, inferioridad y autodesprecio que le hacen sentirse merecedor de cualquier abuso, por lo que no "sabe" -es decir, en lo más profundo, no quiere- defenderse. Tales son las semejanzas y diferencias inconscientes entre ambos. (2). Y por ello se atraen fatalmente.
Que, por ejemplo, el bullying escolar se incuba en la familia se demuestra claramente, como ya hemos escrito otras veces, en el hecho significativo de que los abusados no suelen revelarlo a sus padres. ¿Para qué iban a hacerlo? Dado que su familia, a base de (como mínimo) desamor, broncas, desdenes y/o sobreprotecciones (3), los han reducido a meros chivos expiatorios de otros desdichados, ¿de qué serviría pedir ayuda a quienes ya demostraron su incapacidad de proporcionarles amparo y fuerza suficientes? En el fondo, sienten más miedo de sus padres que de sus enemigos. Por eso, lejos de las tesis oficiales y salvo posibles excepciones, todo acoso escolar revela algún tipo y grado de maltrato (emocional o también físico) en las familias de los agredidos y los agresores. (4)
Hay muchas clases de acoso. He visto, p. ej., a hombres fuertes y capaces paralizados ante un jefe psicopático o una esposa trastornada, como pajaritos ante la serpiente. He visto a mujeres brillantes congelarse ante egocéntricos perversos, o sufrir toda clase de humillaciones maternas sin oponer la menor resistencia. He visto a jóvenes valiosísimos someterse durante años a toda clase de "bromas", ofensas y ninguneos por parte de sus "mejores amigos", sin defenderse ni romper jamás con ellos. Etcétera. Y es que, así como cualquier persona emocionalmente sana sabe percibir no sólo los maltratos explícitos, sino también los envueltos en pseudoamor y sonrisas, y sabe además evitarlos, confrontarlos o acabarlos, los maltratados en su infancia no pueden. No logran percibir siquiera las ofensas más evidentes. Y, aunque sí las perciban, se aferran a sus maltratadores (a los que siempre "comprenden" y "disculpan"), o se lamentan victimistamente de que "no logran" alejarse de ellos "por culpa" de sus manipulaciones, etc. (5)
Nuestra (interesada) ceguera social ante la índole familiar y neurótica de la violencia deja en total desamparo, en "invisibilidad psicológica", tanto el sufrimiento de los acosados como el de los acosadores. Además, se añade contra los primeros nuestra fobia sociopolítica a la violencia física. ¿Por qué, por ejemplo, a todo agredido físico se le recomienda "no responder" con violencia física? ¿Será por aquello de poner la otra mejilla"? ¿Será por el mito de que "la violencia engendra violencia? (6) ¿A qué viene tanto remilgo en lo físico cuando el corazón ya está roto...? La experiencia enseña que, dado que cualquier abuso narcisista tiende a expandirse/perpetuarse indefinidamente hasta que topa con algún límite -hasta que tu deseo es frenado por el mío-, en algunos casos sólo una respuesta apropiada en el mismo nivel disuadirá al agresor.
Ante muchos tipos de violencia, a veces la única defensa es, en efecto, "enseñar los dientes". O incluso morder un poquito... Ello activará los miedos inconscientes del adversario, sus propias inseguridades, y le hará menos fácil y cómodo continuar su neurótico abuso. Ahora bien, que nadie se alarme: hay muchas formas de morder (sobre todo en los ámbitos adultos: familia, pareja, grupos, trabajo...). Por ejemplo, con más asertividad. Con más hostilidad explícita (ira, rechazo...). Con menos dependencia y sentimientos de culpa. Con exigencias formales. Con búsqueda de aliados. Con decisiones tajantes. Con acciones legales. Con ruptura de vínculos. Etcétera. Y, en algunos contextos, si no hay más remedio y si las fuerzas están igualadas, incluso con lucha física. (7)
El bullying o acoso es, en suma, una expresión más de nuestro mundo narcisista y violento, cuyas semillas se siembran en la crianza. Toda "solución" que no aborde directa y francamente esta evidencia se convertirá rápidamente en una tapadera más del problema. Ningún funcionario al servicio de la Familia Intocable (que paga y vota) podrá jamás aliviar los estragos neuróticos, psicóticos y sociopáticos de los que brota toda compulsión violenta, así como toda pasividad autodestructiva frente a ella. Con suerte, sólo con mucha más sinceridad y amor podremos conseguirlo.
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