Cuando hacemos la cuenta regresiva en la víspera del año nuevo, muchas personas solemos llenarnos de energía para planear nuevas metas. Nos llenamos de confianza y nos atrevemos a emprender cambios en nuestras vidas, unos más grandes que otros.
Sin embargo, conforme vamos avanzando con el nuevo calendario retomamos nuestra rutina, en ocasiones perdemos el ímpetu y las famosas promesas de año nuevo quedan en el olvido. Reconozco que lo he hecho muchas veces, dejando metas para mejorar a causa de falta de actitud.
Este nuevo año quise hacer un cambio en mis planes. Decidí ser sincera conmigo misma, y resolver que lo que me proponga lo voy a llevar a cabo con la mejor actitud y hasta el final. Así que de esta manera empecé a cuidar mi salud a través del ejercicio constante, por primera vez en la vida.
Quienes me conocen saben que el deporte nunca ha sido mi aliado. Desde la escuela las clases de educación física fueron una tortura para mí, y más adelante a pesar de intentarlo en varias ocasiones, siempre he encontrado una razón para no continuar con la membresía del gimnasio, por dejar la bicicleta olvidada en la casa de mis papás por años, por dejar de salir a caminar y ni qué decir de las clases de pilates o yoga.
No me enorgullezco de eso, de lo contrario, siempre me avergüenza admitirlo y es peor cuando quedo en evidencia al no poder caminar al tercer día de un viaje por mi condición física. Me cansé de sentirme así, y quise empezar a mejorar.
Reconociendo que las excusas me salen con facilidad cuando se trata del ejercicio, en este caso no tuve tolerancia. Decidí que iba a asistir a clases de lunes a viernes en el mismo horario, como si se tratara de una obligación laboral, de mi responsabilidad. Lo decidí de esta manera porque en realidad es mi responsabilidad hacia mi cuerpo, y mi reconocimiento de que me siento agradecida por contar con la salud para poder realizarlo.
Al final las excusas siempre salen: porque a veces me siento cansada, porque el día amanece frío, porque me da pereza o porque mejor voy “mañana”. Así que decidí poner mi despertador, tirarme de la cama y hacerlo, sin tener opción a pensarlo. Empecé metalizando que “sólo por hoy” si iba a asistir, sin importar si había ido ayer o si planeaba hacerlo mañana.
Empecé a acumular los días que se convirtieron en semanas. Cada día lo sumo con orgullo en mi calendario, y cada día me siento más cercana a la persona que deseo ser. Porque al final es eso, caminar hacia la meta sin importar cuánto duremos en llegar, disfrutando el trayecto.
Todavía me canso, todavía uso poco peso, todavía me cuestan muchos de los ejercicios. Pero ya he sumado quince semanas de cinco días de ejercicio, ya tengo en mi rutina asistir todas las mañanas, ya me siento parte del grupo y hasta me antojo de la ropa deportiva al salir de compras.
Así que este ha sido mi inicio a un nuevo estilo de vida que no pienso abandonar. Todo empezó con un cambio en mi actitud, reconociendo que soy dueña de mi cuerpo y de mi vida, y que quiero quererme y cuidarme. Los comienzos pueden ser abrumadores, pero definitivamente el primer paso siempre es el más difícil de tomar, a veces sólo hay que dejar de pensar y simplemente tirarnos al vacío.
un abrazo,