¿Qué es el síndrome de la clase turista?
El llamado síndrome de la clase turista fue descrito médicamente por primera vez en 1977 en una revista científica británica. La publicación hacía referencia al aumento del riesgo que corren los pasajeros que vuelan de Londres a Sidney (Australia), de padecer un coágulo en una vena profunda de las piernas o la pelvis, trastorno que se conoce como trombosis venosa profunda (TVP). Hoy el riesgo de padecer el síndrome de la clase turista es superior respecto al momento en que fue descrito, hace 40 años.El TVP provoca hinchazón de las extremidades, puede darse durante el vuelo o después, y está relacionado con las largas horas de vuelo, y por lo tanto de inmovilidad, el ambiente extraordinariamente seco de la cabina del avión, un aire bajo en oxígeno y las vestimentas que puedan comprimir el cuerpo. Todos estos factores, combinados con una predisposición genética o determinadas circunstancias personales, pueden inducir a la formación de un coágulo y el riesgo de que evolucione hasta los pulmones donde genere una embolia pulmonar, con peligro de muerte.
¿Qué factores incentivan el síndrome de la clase turista?
La inmovilidad durante largas horas incide en una ralentización de la circulación sanguínea, lo que puede provocar deposiciones de ciertas sustancias que se encuentran en emulsión coloidal (sustancias semisólidas) en la sangre. Si a ello se suma que los aires acondicionados de los aviones son altamente deshidratantes, y por tanto aumentan la concentración de sustancias semisólidas al tener la sangre menos agua, el riesgo de formación de un coágulo -es decir de un tapón en una vena por acumulación de sólidos- aumenta.También influye la baja presión del aire en la cabina, debido a la gran altura a que se realizan estos vuelos, que contiene menos oxígeno y puede por tanto forzar al corazón a trabajar con mayor estrés, aumentando la tensión arterial y reduciendo por tanto el diámetro de venas y arterias. Finalmente, la postura que llevamos en vuelo, con las piernas ajustadas en un reducido espacio, lo que nos obliga a veces a cruzarlas de modo quedan comprimidas, sumada al uso de prendas y cinturones apretados que comprimen venas y arterias dificultando la fluidez de la sangre, también colaboran.
Como el espacio entre asientos se ha ido reduciendo con los años en la aviación comercial, el riesgo por el factor postural ha ido aumentando. Se calcula que solo por el hecho de realizar el vuelo, el riesgo de sufrir una TVP se incrementa un 3% respecto a la normalidad, que a partir de las cuatro horas de vuelo aumenta en un 20% (sobre este 3% de riesgo) por cada hora adicional. El mismo es mucho mayor en los siguientes grupos de riesgo:
Personas con edad superior a 60 años.
Personas con antecedentes de trombosis.
Personas con sobrepeso.
Mujeres embarazadas.
Personas que padecen una enfermedad tumoral.
Mujeres fumadoras que toman anticonceptivos.
Personas que han sido sometidas recientemente a una operación.
Personas con problemas graves de coagulación.
Personas con varices.
Cómo prevenirlo
Las pautas para prevenir el síndrome de la clase turista está destinadas a favorecer la circulación de la sangre y evitar una posible TVP.Andar durante el vuelo al menos quince minutos cada hora procurando flexionar un poco las piernas y agitar los brazos. Algunos aviones incluyen un manual de ejercicios expresamente pensados para tal fin.
Beber mucha agua a fin de mantenernos debidamente hidratadas e hidratados. Normalmente el personal de vuelo pasa con frecuencia ofreciendo agua o zumos; debemos aceptarlos.
Evitar los cafés o tes cargados antes y durante el vuelo, pues actúan de vasoconstrictores de las venas y arterias.
Tomar preventivamente, y siempre que no nos resulte contraproducente, una aspirina antes o durante el vuelo puede favorecer la dilatación de los vasos, aunque en caso de pacientes con alto riesgo se revela un remedio discutible.
Consultar con nuestro médico si debemos tomar algún medicamento preventivo anticoagulante -por ejemplo heparina- antes, durante y después del vuelo si estamos dentro de los grupos de riesgo.
Evitar en la medida de lo posible los tranquilizantes y los somníferos.
Llevar ropas ligeras que no constriñan la circulación, como chandal o incluso un pijama; evitar los cinturones, los calcetines que aprieten o los zapatos fuertemente atados.
Estirar el respaldo del asiento al máximo; no debemos preocuparnos por el pasajero de atrás, pues él también puede y conviene que haga lo mismo, ya que una postura estirada favorece la circulación.
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