¿Qué es el Síndrome de la Cabaña y cómo superarlo?


En este post hablaremos de algo que, si bien no es nuevo, se ha convertido en una tendencia y en una realidad a partir de los largos períodos de confinamiento que se vivió en todo el mundo debido al Covid-19.

Nos referimos al conocido como “Síndrome de la Cabaña”.

El síndrome de la cabaña


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¿Qué es el Síndrome de la Cabaña?

Se trata de un conjunto de síntomas que afectan nuestro funcionamiento normal, haciendo que sea complicado llevar a cabo nuestras tareas diarias y que provienen del miedo de salir de nuestra casa y de interactuar con el entorno.

Y en casos más graves, puede implicar ciertas fantasías con lo que puede suceder si llegamos a salir o si nos exponemos a la vida fuera de nuestro hogar.

El encierro obligatorio hace sentir que el hogar es un refugio ante ese contexto general de incertidumbre, en el que se buscan espacios que brinden seguridad y sensación de control.

Para que se entienda mejor, es similar a lo que le sucede a los presos que luego de haber estado encerrados durante muchos años quedan en libertad, y al saber que tendrán que exponerse a un mundo que por años les resultó ajeno, experimentan ansiedad y miedo de salir a la calle.

Estaban en un lugar que ya conocían y donde después de tanto tiempo se sentían seguros, ahora deben exponerse a lo desconocido, a la incertidumbre de una nueva forma de vida y un nuevo entorno. 

Otra forma de verlo, imagínate que te quedas encerrado en un submarino.

Durante meses no tienes contacto con nadie ni nada del exterior, lo único que escuchas son los sonidos de la nave, y tu propia voz cuando te cansas de tus charlas mentales y te pones a hablar en voz alta.

La única luz que recibes es la de las bombillas que se prenden a tu paso y que irradian un brillo tenue. Allí dentro tienes comida y bebida y no te enteras de ningún tipo de peligro.

Imagínate que después de mucho tiempo te enteras que al día siguiente tendrás que salir a la superficie, hablarás con cientos de personas, caminarás por la calle, donde tendrás que soportar la luz del sol y el ruido de los autos y además deberás esquivarlos para que no te choquen. 

Ese cambio brusco generaría ansiedad y te haría sentir que sería mejor volver a meterte en el submarino. Pero la verdad es que nadie puede vivir para siempre en un submarino, así que te guste o no, deberás adaptarte al mundo de la superficie. 

También pueden experimentar este síndrome aquellas personas que viven en lugares demasiado peligrosos, como zonas de guerra o en barrios con altas tasas de criminalidad, ya que esos peligros hacen que prefieran quedarse encerrados en sus casas.

¿Cuál es el origen del síndrome de la cabaña?

El concepto de Síndrome de la Cabaña, o fiebre de la cabaña, nació a comienzos del siglo XX en Estados Unidos y Canadá. En algunas regiones del noroeste muchos hombres vivían aislados en cabañas, donde debido a los inviernos extremadamente fríos y largos, debían pasar muchos meses de encierro y aburrimiento. 

Se comenzaron a analizar ciertos comportamientos que tenían estos hombres y se vio que  los síntomas que sufrían al estar encerrados, como irritabilidad, confusión, desesperanza, angustia, ansiedad, incertidumbre e impotencia, persistían luego de salir de sus cabañas. Además, les costaba volver a tener interacciones sociales y relacionarse con otras personas.

Ya en la década del 80, buscando profundizar sobre este concepto, se hicieron varios estudios, como el que llevó adelante el doctor Paul Rosenblatt, de la Universidad de Minnesota. En este estudio las personas que habían tenido que soportar encerradas los peores días de frío, tenían una gran sensación de insatisfacción en su hogar, además de desasosiego y de sentirse aburridos, irritables y con la necesidad de romper sus rutinas.

Por qué es un síndrome y no una enfermedad?

Cabe aclarar que no se trata de una enfermedad mental. Por eso se denomina síndrome, aunque para muchos especialistas ni siquiera es un síndrome, y el nombre no es una clasificación científica, sino una expresión popular.

Un síndrome se define como un conjunto de síntomas que se observan de manera simultánea en una persona y que caracterizan determinada patología o situación, pero que no necesariamente va a estar asociado con una enfermedad. Estos síntomas pueden presentarse todos juntos o no, y a la vez serán cambiantes y transitorios.

Aunque existen diversas definiciones de lo que es una enfermedad, para simplificar, podríamos decir que es una alteración del estado fisiológico en una o más partes del cuerpo, que se produce por causas conocidas y determinadas, que se manifiesta a través de síntomas y signos propios y característicos.

Entonces podemos decir que la principal diferencia entre una enfermedad y un síndrome es que el segundo, aunque tiene síntomas que se pueden detectar, estos no tienen una causa definida o conocida.

Con respecto al Síndrome de la Cabaña, aunque a veces se lo suele confundir, tener este síndrome no es lo mismo que padecer agorafobia, que sí está considerada como una patología y se trata del miedo a los espacios muy abiertos y a las grandes aglomeraciones de personas, como un estadio de fútbol o viajar en un bus urbano. 

Cuales son las causas del síndrome de la cabaña?

Como acabamos de explicar, el síndrome de la cabaña no es una enfermedad, sino un síndrome, por lo que las causas no son unívocas ni están perfectamente determinadas.

Pero el estudio de un gran número de casos a partir de las cuarentenas prolongadas a las que estuvimos expuestos a raíz del Coronavirus, posibilita a los expertos llegar a ciertos factores desencadenantes que se presentan en la mayoría de los casos.

En primer lugar hay que entender que este síndrome está basado en el miedo y en la reacción básica del ser humano ante el mismo: la búsqueda de la supervivencia

Cuando las personas se sienten amenazadas actúan siguiendo alguno de estos tres comportamientos: pelear, huir o evitar.

Cualquier de estas respuestas nos llevan a aislarnos.

Preferimos evitar toda nueva experiencia, entonces se reduce nuestra curiosidad por el mundo exterior y buscamos la forma de vivir realizando solo las tareas esenciales y obligatorias. Esto elimina toda actividad destinada al ocio y al disfrute. 

En el caso de esta pandemia, el proceso comienza con el miedo lógico a contagiarse la enfermedad. Los expertos hablan de un miedo adaptativo, es decir un miedo que nos permite estar alertas ante un peligro y por lo tanto nos lleva a realizar actividades que van a ayudarnos a conservar nuestra salud. 

Pero si ese miedo lógico y entendible pasa a controlar nuestra vida, se transforma en un miedo desadaptativo.

Hablamos de un miedo que nos dicta qué debemos y no debemos hacer, y que en ese dictamen nos imposibilita toda experiencia agradable, nos coarta la posibilidad de contactarnos y relacionarnos con los demás, nos complica en nuestro desempeño profesional, etc. y pone como única prioridad la búsqueda de seguridad y nos hace creer que el único lugar seguro es nuestro hogar. 

También tenemos que identificar que estamos frente a un miedo desadaptativo cuando el miedo a la enfermedad se generaliza y comenzamos a temer a otros estímulos, como el contacto social, alejarnos de nuestra casa o realizar otras actividades que antes, aunque nos generaban estrés, podíamos hacerlas.

 



¿Qué población está más expuesta al síndrome de la cabaña?

Es importante mencionar que el Síndrome de la Cabaña se presenta con más frecuencia en aquellas personas que previamente ya sufrían de alguna base ansiosa.

Se trata de quienes tienen cierta tendencia a tener pensamientos circulares negativos, es decir que ante un pensamiento negativo se retroalimentan y profundizan su propio malestar, llegando a temer que ocurra una catástrofe.

Por ejemplo, cuando estás triste y te enojas por estar triste, entonces te sientes peor porque ahora estás triste y enojado. Y como te sientes peor, te enojas más y así sigues en una espiral descendente de la que cada vez es más difícil salir.

Eso es lo que sucede con estos miedos. El miedo a la enfermedad genera que las personas se encierren, el encierro provoca tristeza y malestar, ese estado anímico nos pone más sensibles y estamos más proclives a sentir nuevos miedos, como el miedo a la muerte, a pesar que no existan motivos reales para temer por nuestras vidas, y ese nuevo temor genera nuevas sensaciones negativas. Por eso es importante buscar una solución antes de que la espiral se profundice. 

Algunas patologías previas que pueden abrirle la puerta a este síndrome son la hipocondría, la agorafobia, la depresión o la ansiedad social.

Algunas patologías previas que pueden abrirle la puerta a este síndrome son la hipocondría, la agorafobia, la depresión o la ansiedad social. 

También es más frecuente entre las personas que debieron pasar el encierro en solitario y entre quienes no tuvieron que salir para cumplir con ciertas tareas, como hacer las compras o ir a trabajar. Las capacidades sociales, como todas las capacidades, se deben entrenar, entonces estas personas tal vez necesiten volver a poner en forma sus habilidades sociales y que durante un tiempo se vean afectadas y sientan que les cuesta interactuar con normalidad con otras personas.

Una causa común a múltiples miedos son la sobreinformación y los mensajes contradictorios. Hemos escuchado hablar de infodemia, que se refiere al exceso de información. Esto le sucedió a mucha gente que por el miedo a la enfermedad intentó mantenerse constantemente informado y al tratarse de una situación sin precedentes modernos, la información durante los primeros meses fue confusa y contradictoria, lo que aumentaba los niveles de estrés y hacía sentir a las personas indefensas. Luego, la situación se repitió cuando comenzaron a circular distintas informaciones sobre las vacunas, lo que hizo que la gente en un comienzo tuviera miedo de vacunarse. 

Repetimos que no existen causas universales que aplican a todas las personas, ya que el miedo que desata el síndrome va a estar vinculado con la situación particular de cada uno, y así como en algunas personas el miedo inicial puede haberse disparado a raíz del exceso a la información, en otros puede haberse provocado por una posibilidad real de perder el empleo o el negocio, habrá quienes habrán sufrido de ansiedad por saber que iban a estar un largo período de tiempo encerrados solos y en otros casos puede haber sido porque eran personas que por alguna enfermedad previa tenían las defensas bajas y por lo tanto temían que el virus los atacara de forma contundente.

Casos graves del síndrome de la cabaña

Un agravante que se detectó en el estudio realizado en Minnesota por el Doctor Rosenblatt fue el estar confinados en casa con niños pequeños, por enfermedad o estar a cargo de una persona enferma o discapacitada.

Tener alguna dificultad para moverse o vivir en una vivienda con mucha gente o abarrotada de cosas, posiblemente empeore la condición, ya que la sensación de encierro y claustrofobia será aún más fuerte.

Lo mismo le puede suceder a quienes normalmente pasaban mucho tiempo fuera de casa o quienes tenían una vida muy activa y con mucho ejercicio físico. Es similar a lo que les ocurre a los choferes de camiones que pasan varios días o semanas fuera de su hogar, y al regresar a muchos les cuesta acostumbrarse al ritmo y a la rutina de la casa, a tal punto que prefieren salir de nuevo a trabajar que quedarse descansando.

¿Cuáles son los síntomas?

Para hablar de los síntomas de la fiebre de la cabaña, deberíamos distinguir los que se dan mientras la persona está encerrada, los que vivencia cuando debe salir de su hogar y los que puede experimentar en el mediano y largo plazo.

Entre los síntomas que se pueden sufrir durante el período de encierro tenemos:

Deseo de aislamiento social

Sensación de mayor cansancio y necesidad de dormir más 

Entumecimiento de los miembros por la inmovilidad

Falta de concentración y problemas de memoria

Pensamientos negativos con mayor regularidad que lo normal

Dificultad para experimentar emociones agradables

Tristeza sin causas aparentes

Miedo a salir al exterior

Deseo de comer de forma excesiva

En algunos casos la sintomatología puede ser más grave, llegando la persona a experimentar:

Niveles agudos de apatía y falta de interés por la vida externa

Ansiedad y trastornos anímicos

Deseo de evitar retomar las rutinas

Violencia intrafamiliar

Abuso en el consumo de alcohol y drogas

Trastornos postraumáticos

Mientras que en la etapa del desconfinamiento nos encontramos frente a la posibilidad de tener que abandonar el refugio que creamos en la comodidad de nuestro hogar.

Esto, sumado al saber que dejaremos atrás las rutinas y los espacios a los que nos hemos acostumbrado durante meses, hace que la idea de salir a la calle genere temor y ansiedad, ya que deberemos adaptarnos  a la velocidad con que se vive en las ciudades y tendremos que acostumbrarnos a los nuevos hábitos.

Esta sensación se experimenta por ejemplo cuando debemos asistir por primera vez a un evento social, o cuando hay que tomar un transporte público o trabajar en modo presencial, lo que nos expone al contacto social con múltiples personas.

Estas emociones en muchos casos puede estar acompañada de síntomas físicos, tales como hiperventilación, hormigueo en las extremidades, sudoración excesiva y taquicardia.

Si la situación se prolonga en el tiempo, a medio y largo plazo, las sensaciones que hemos explicado se transformarán en un malestar generalizado, que incluirá una visión negativa del mundo exterior, de las demás personas y de uno mismo.

Este estado generalizado hará que quienes lo sufren sean incapaces de gozar de sensaciones positivas. A nivel emocional sentirán una fuerte carga de angustia y melancolía y a nivel físico sentirán desgano y agotamiento constante.

Llegado a este punto, si se extiende el estado anímico, se corre el riesgo de caer en una depresión. 

La Revista de Psicopatología y Psicología Clínica publicó un estudio muy interesante realizado por los Psicólogos Bonifacio Sandín, Rosa Valiente y otros especialistas, en el que se realizó una encuesta a un gran número de personas para ver qué emociones experimentaron como consecuencia del encierro.

Allí podemos ver el porcentaje de mujeres y de hombres que vivieron cada una de las emociones con una frecuencia muy alta. 

Este estudio sirve para construir un perfil que nos muestra cuáles son los síntomas del Síndrome de la Cabaña y con qué frecuencia se da cada uno. 

En los resultados mostrados por los expertos vemos que es bastante similar la forma en que se manifiestan estas sensaciones tanto en hombres como en mujeres, ya que en ambos grupos el mayor porcentaje está relacionado con la preocupación (34.7% en el caso de mujeres y 15.2% para hombres), seguido por  el estrés (33% y 12.5%), luego la   desesperanza (29.3% y 15.6%), la depresión (29.7% y 9.9%) y el último de los síntomas que se dieron con alta frecuencia es el relacionado con los problemas del  sueño  (30% y 13.3%).

Entre las emociones que se dieron en menor medida está la ira y el sentimiento de soledad. 

Queda claro al ver los números que, si bien el perfil emocional sigue el mismo patrón, las mujeres son más vulnerables que los hombres a los efectos emocionales del encierro.

El síndrome de la cabaña en niños y personas de la tercera edad

Tanto los niños como las personas de la tercera edad pueden sufrir del Síndrome de la Cabaña de forma más intensa, especialmente aquellos que ya tenían algún tipo de  trastorno de ansiedad.

Esto se debe a que son más sensibles a la información que reciben, por lo que los temores se multiplican.

En el caso de los ancianos, son el grupo que más tiempo debió permanecer encerrado, por lo que tienen que hacer un mayor esfuerzo para adaptarse a la nueva normalidad y son quienes pueden sufrir más daños si se contagiaran Covid-19, por lo que tienen más miedo de salir a la calle.

Además, suelen ser personas que prestan excesiva atención a los noticieros, por lo que están sobre expuestos a la información y atemorizados por los mensajes confusos que les llegan, muchas veces de personas que no están capacitadas para hablar de temas científicos, psicológicos o médicos.

¿Cómo superar el Síndrome de la Cabaña?

Primero que nada debemos dejar en claro que la intensidad con que se sufran los síntomas y la facilidad que se tendrá para sobrellevarlos y superarlos va a depender en buena parte de las condiciones en las que se de el encierro.

Es decir, no es lo mismo estar en una vivienda cómoda y compartida con una sola persona y con actividades que permitan distraerse y teniendo una rutina sana, que estar en un piso pequeño con muchas personas sin actividades de ocio y careciendo por completo de una rutina o, por el contrario, viviendo pura y exclusivamente en una rutina sin posibilidades de distraerse. 

Siendo conscientes de lo que acabamos de explicar, podemos dar algunas recomendaciones que facilitarán la superación del síndrome. 

Para empezar, es necesario evitar estar sobreinformados.

Es decir no es sano escuchar noticieros y leer el periódico todo el día, ya que estaremos leyendo o escuchando noticias negativas, cifras y casos relacionados con la pandemia, y esa sobre exposición al tema nos hace sentir que es lo único que existe y en nuestro cerebro es el único tema que tiene importancia, por lo que el resto de las actividades de la vida pasan a un segundo plano.

O sea, le estamos dando prioridad y el control de nuestra vida a la epidemia y al miedo a la misma.

Además, es fundamental buscar canales de información serios y responsables, que nos provean de información chequeada y científica.



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Relacionado con lo anterior, tenemos que informarnos a través de los expertos y hacerles caso.

Ellos explican que para superar la fiebre de la cabaña, al igual que con otros temores, lo mejor es enfrentarse al miedo a salir de la casa.

Aunque en un comienzo encerrarnos nos puede hacer sentir tranquilos y nos da una falsa sensación de seguridad, pero después de un período prolongado de encierro, el miedo a enfrentarnos al exterior se nos instala y cada vez se hacen más grandes las dificultades para retomar una rutina normal y hacer las actividades necesarias.

Cuando hablamos de las causas habíamos mencionado que había dos tipos de miedos: los adaptativos y los desadaptativos.

Será importante que podamos diferenciar los primeros, que son los que nos ponían en alerta y que podremos ir superando a medida que la situación de la pandemia mejora y los segundos, es decir los desadaptativos, que son patológicos y nos incapacitan para seguir con nuestra vida.

Si detectamos que por culpa del miedo cancelamos planes, que modificamos nuestras rutinas (como los lugares donde vamos de compras, la hora a la que salimos o que nos vamos a dormir) o si preferimos evitar el contacto social, tenemos que saber que estamos cediendo el control de nuestra vida al miedo y que de continuar, se puede desencadenar un  trastorno de ansiedad. 

Si sientes que estás sufriendo estos síntomas y quieres superarlos, no te angusties ni te sientas mal.

Recuerda que fue una situación excepcional y que afectó a millones de personas. Tampoco te apures ni te agobies si en un primer momento sigues sintiendo dificultades para retomar tus rutinas.

Es conveniente que la vuelta a la normalidad se haga de forma gradual. Es preferible hacerlo lento y sin pausa, pero lo importante es que te animes a comenzar el recorrido hacia la vuelta a tus actividades, a eso que extrañas hacer y que por el miedo has dejado de hacer.

Si todavía tienes miedo de salir a la calle, un primer paso para retomar tus vínculos puede ser realizar reuniones virtuales. Practica tus capacidades sociales, vuelve a sentir el placer de encontrarte con tus amigos y tu familia.

Un segundo paso será encontrarte con una o dos personas cercanas, que te hagan sentir cómodo y seguro. Lo ideal sería que el encuentro sea en un lugar abierto que quede cerca de tu hogar, como un parque o una plaza. Eso te permitirá salir pero sintiendo que aún estás cerca de casa por si necesitas volver. Será importante que para sentirte seguro, tanto tú como las personas con las que te encuentres respeten las medidas de seguridad recomendadas para prevenir la enfermedad. Si ves que todos respetan los protocolos, sentirás un alivio que te permitirá relajarte y poder disfrutar de la actividad que decidan hacer en la reunión. Recuerda que no es lo mismo cuidarse que inmovilizarse. No es necesario estar congelado para mantenerse seguro, así que avanza en la vuelta a tu vida normal y no te sientas mal por querer continuar con las medidas preventivas, es lo que corresponde.



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Cuando se instala un síndrome, lo lógico es enfrentarse a él, digamos que hay que mirar al miedo de frente. Entonces, lo mejor es exponerse de forma gradual a los miedos. El primer día será difícil que puedas salir a varios kilómetros para ir de compras, o que vayas a un recital. Pero sí puedes intentar dar un pequeño paseo de unas cuadras alrededor de tu casa y entrar en el negocio más cercano.

Es importante que en cada uno de los pasos que damos tengamos en claro que estamos haciendo un esfuerzo que nos acerca al objetivo que nos pusimos, que tiene que estar ligado con la vida que deseamos disfrutar. Si sabemos cuál es el objetivo por el cual estamos trabajando, tendremos claro cuáles son las actividades que tenemos que ir incorporando en nuestro día a día y de forma paulatina para lograr el estilo de vida que teníamos antes del encierro, o tal vez un nuevo estilo de vida que deseemos incorporar en la nueva normalidad. 

Otra recomendación es que la salida sea breve, o que puedas regresar a casa tan pronto como lo desees. Este acostumbramiento gradual te dará la sensación de seguridad, logro y control. Volverás a casa sintiendo que pudiste superar una limitación y que no hubo ninguna consecuencia negativa y que no fue tan difícil como creías. 

También es útil tener una rutina de horarios. Muchas veces quienes están confinados suelen tener un caos de horarios, porque mezclan lo laboral con lo personal. O sea que en el tiempo que deberían estar descansando o haciendo alguna actividad de ocio, continúan trabajando, o en el horario de trabajo están cuidando a sus hijos; por citar algunos ejemplos. Entonces es importante mejorar la rutina de horarios y la higiene del sueño y tener una buena alimentación.

Para lograr esto puede ser beneficioso planificar las actividades del día a día. Puedes buscar asistencia en alguna aplicación para tu móvil, que te ayude a organizar las actividades del día siguiente o de toda la semana. O si prefieres, puedes anotar tus obligaciones en una pizarra y determinar en qué momento del día vas a realizar cada una. 

Un paso importante es aprender que en la vida es normal que existan emociones agradables y desagradables.

Lamentablemente vivimos en una era en la que las frases motivacionales dictadas por influencers se han puesto de moda y nos hacen sentir que sentirnos felices es fácil y es solo cuestión de voluntad. Pero es mucho más complejo que eso, así que no te preocupes si tienes emociones negativas, estas conviven todo el tiempo con las positivas.

No intentes eliminar emociones tales como el miedo, la preocupación o la rabia, será mucho más productivo y te ayudará mucho más aprender a  convivir con esas emociones y a gestionarlas, sin que el sentirlas sea un sinónimo de estar bloqueado o que supongan un obstáculo en tu rutina y en tu vida diaria.

También debes comprender que la situación general ha cambiado y que por lo tanto debemos tener la mente abierta para incorporar nuevas rutinas, tanto en la vida personal como en la laboral. Es probable que muchos de los cambios que se vieron impulsados por el confinamiento del Covid-19 se adapten definitivamente, como el teletrabajo en muchas empresas, o las compras online.

Aprovecha para incorporar nuevos hábitos y hobbies que te ayuden a tener una vida más satisfactoria y que se adapten a la nueva realidad.

Y apoyate en tus seres queridos para dar los primeros pasos, contar con ellos, ya sea de forma presencial o virtual será importante para superar los miedos.

Si el período de adaptación se prolongó demasiado tiempo y sientes que aún no puedes retomar tu vida normal y eso te angustia, consulta con un especialista. Hoy es completamente normal las teleterapias o sesiones virtuales con psicólogos, esto será muy útil en una primera etapa, o hasta que el profesional crea que puede ser más beneficioso que sea presencial. O tal vez no haga falta que la terapia se haga durante mucho tiempo y con algunas sesiones virtuales sea suficiente para que te sientas bien.

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