Buscar alternativas que nos hagan sentir mejor y cuyas consecuencias no sean perjudiciales a largo plazo
Teresa, un caso de adicción a la comida
Teresa, una mujer de mediana edad casada, con 2 hijos y un trabajo que no le gustaba demasiado. Me vino a ver por su relación adictiva con la comida, una relación de la que se sentía incapaz de escapar y que dependiendo del estrés o de las circunstancias se iba asentando más en su vida. Teresa comía compulsivamente, utilizaba la comida para evadirse de situaciones estresantes que vivía, normalmente cuando llegaba a casa por la noche, comiendo y picoteando más de la cuenta, o a veces en fiestas sociales o familiares, en las que iba comiendo y bebiendo todo lo que le iban ofreciendo. Lo que le hacía sentir culpable y para aliviar de esa culpabilidad comía más. Se sentía culpable, impotente, harta, y aunque manejaba de manera brillante proyectos en su trabajo y con esto se sentía que no podía.
Hablé con ella de como valoraba la idea de que quizás el “comer compulsivamente” tenía una función en su vida, aliviarle en situaciones en que sentía dolor emocional o estrés. Esto la hizo ver qué había aspectos en su vida que le producían mucha incertidumbre (uno de sus hijos padecía desde hacía años una enfermedad crónica), y a nivel financiero vivían con lo justo desde la crisis. Le dije que hasta que no aprendiera a afrontar las situaciones y emociones estresantes de su vida, continuaría viendose atraída por un consumo desordenado de comida.
La adicción a la comida le ayudaba a aliviar el estrés solo de manera temporal, a largo plazo la adicción le hacia sentir que había perdido el control, a parte de culpable y enfadada por haber engordado y descuidado su cuerpo y sus necesidades más íntimas.
Una clave determinante que puede desencadenar estrés es la manera en que percibimos una situación
Trabajamos la aceptación de emociones dolorosas que surgían a causa de la enfermedad de su hijo, fué aprendiendo a escuchar ese dolor en vez de taparlo con comida. Y eso curiosamente hizo que ese dolor fuera aflojándose, al igual que algunas tensiones que padecía en los hombros y en las lumbares.
En el mundo occidental, tapar emociones es una gran fuente de estrés y ansiedad, Y para aliviar ese estrés y ansiedad podemos buscar un refugio equivocado en comportamientos adictivos.
Se hace necesario buscar alternativas que nos hagan sentir mejor, que nos ayuden a generar los recursos que necesitamos y cuyas consecuencias no sean perjudiciales a largo plazo
Liberarse de la adicción a la comida desde la consciencia
Liberarnos de conductas adictivas requiere consciencia, requiere poner atención compasiva sobre aquello que nuestro cuerpo, que nuestras emociones nos están diciendo. El permitir y dar espacio a esas sensaciones y sensaciones qué vamos experimentando, metafóricamente hablando vendría a ser como abrir unas compuertas que dejen fluir el agua en vez de que quede retenida y a la que caiga un chaparrón importante nos inundemos, con todas las consecuencias que ello conlleva.
Si ignoramos o reprimimos nuestras emociones, o negamos, o no atendemos nuestras necesidades hacemos engrosar, a veces a base de kilos y comportamientos compulsivos, nuestras barreras.
Nuestras adicciones siempre incrementan el dolor ya que entonces tenemos dos problemas: el motivo por el que busco “alivios perjudiciales a largo plazo” más el problema raíz que no supero, porque miro hacia otro lado.
El escucharte, darte espacio, conectar contigo mism@, no elimina las situaciones dolorosas de la vida, pero nos ayuda a experimentarlas con mayor serenidad, y sólo durante el tiempo necesario evitando así impuestos revolucionarios.
Fuentes:
In the realm of hungry ghosts. Gabor Maté, MD
When the body says no. The cost of hidden stress. Gabor Maté, MD
The End of Stress as we know it: Bruce S. McEwen, Elizabeth Lasley