El otoño no sólo provoca que las hojas de los árboles se caigan y el paisaje de nuestras ciudades y campos varíe por completo, también es una época que se suele relacionar con un mayor índice de enfermedades. Hablamos de todas aquellas afecciones que tienen que ver con las vías respiratorias y que inciden con más virulencia cuando el frío arrecia.
Los achaques del mal tiempo
La doctora Paloma Casado, médico de familia del Centro de Salud de Canillejas (Madrid), explica que esto se produce porque "se crean las condiciones propicias para la propagación de diversos virus, especialmente los que causan infecciones como la faringitis, la otitis, la amigdalitis, los típicos catarros y también algunos cuadros gastrointestinales". Además, la doctora puntualiza que la vuelta al colegio de los más pequeños puede ser también un factor de difusión, puesto que estos se contagian con más facilidad y luego transmiten el virus a sus familiares.No obstante, los virus pueden manifestarse en muy diversas formas y afectarnos de manera muy diferente según nuestras características personales. Por todo esto, aunque sea difícil protegernos, Casado aconseja tomar unas medidas generales básicas, tales como "cuidar de nuestra alimentación, en la que la fruta ha de tener un gran protagonismo; mantener una buena hidratación y evitar la exposición a cambios bruscos de temperatura". Asimismo, hay que prestar especial atención si creemos estar enfermos, ya que estos virus se contagian muy fácilmente, principalmente con el contacto a través de las manos.
Unos síntomas conocidos por todos
Es muy característico que durante los meses de invierno los estornudos y la tos se vuelvan un sonido más que habitual. También la venta de pañuelos y de pastillas para la irritación de la garganta se dispara cuando las temperaturas bajan. Concretando, la doctora habla además de "congestión y goteo nasal, dolor de cabeza, dolor al tragar, malestar general más o menos intenso y a veces fiebre" como las señales que suelen acompañar a estas enfermedades.Generalmente, estos síntomas no conllevan mayor gravedad, por lo que la mayor parte de los medicamentos que podemos encontrar para aliviarlos no precisan de una receta médica. La especialista recuerda que "se recomienda tomar analgésicos o antiiflamatorios como el paracetamol o el ibuprofeno, junto con algún antihistamínico para disminuir la congestión y algún antitusivo". Estos fármacos en ningún momento pueden prevenir que enfermemos y sólo sirven para calmar las molestias.
Aprendiendo a diferenciar
No obstante, si la fiebre es muy alta (más de 38º C) y no mejora a partir de las 48 horas, es imprescindible pedir asistencia médica. Teniendo esto en cuenta, es muy importante prestar especial atención a las gripes más severas, ya que la temperatura corporal puede subir de los 39º C y durar más de cuatro días. Igualmente, con los procesos gripales, podemos experimentar dificultades respiratorias que pueden complicarse y derivar en una neumonía. Sobre todo, hay que tener mucho cuidado cuando afecta a niños y ancianos, puesto que son considerados grupos de riesgo.Con respecto a este tema, la doctora Casado confiesa que "muchas veces hemos sido los propios médicos los que hemos creado confusión llamando gripe a procesos catarrales severos: hay que saber diferenciar las infecciones respiratorias de la verdadera gripe, que sólo se produce cuando hay epidemias". También añade que es un error demasiado recurrente optar por los antibióticos como tratamiento, ya que "son totalmente ineficaces ante estos cuadros". Como bien ya sabemos, su mal uso puede crear resistencias y hacer que no funcionen ante una posible infección de origen bacteriano.
Agradecimientos: Doctora Paloma Casado, médico de familia del Centro de Salud de Canillejas (Madrid).