Sin embargo, quien sufre pregorexia se obsesiona con las caloría que toma, elige menús que no cubren sus necesidades nutritivas de esta etapa, realiza ejercicio físico por encima del esfuerzo recomendado (esto puede ser perjudicial para el feto)… Como consecuencia de este miedo a engordar, la embarazada fomenta hábitos de soledad y aislamiento durante la hora de la comida y de la cena para no tener que dar explicaciones a la familia.
Una persona con pregorexia vive su embarazo, forzando el cuerpo como una máquina. Sin embargo, niega el problema. Lo disfraza con excusas. Es muy importante no simplificar el problema al plano estético, es decir, el sufrimiento de la paciente es emocional, tiene un autoconcepto de sí misma que no es real.
Por esta razón, como ocurre en un caso de anorexia, el tratamiento de pregorexia requiere de una coordinación entre distintos expertos que atienden el aspecto de la dieta y el peso, pero que también, ofrecen apoyo psicológico y psiquiátrico.
Existen distintos factores de riesgo que incrementan la posibilidad de sufrir una enfermedad. En caso de haber sufrido un diagnóstico previo de anorexia, esto eleva la vulnerabilidad. Entre los síntomas de pregorexia conviene indicar el estrés, el cansancio generalizado, el pensamiento negativo, el rechazo hacia la comida y la falta de concentración. También la obsesión por la báscula.
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