Las fechas por si solas no son importantes, le damos esa importancia dependiendo de los acontecimientos que en ese día se pueden llegar a suceder. Por eso el 24 de abril de 2016, para muchos puede ser que sea un día más en el calendario pero para mí esa fecha la recordaré siempre, porque ese día corrí, disfruté, sufrí y terminé mi primera Maratón.
La noche de antes había dormido lo que había podido y lo que nuestros pequeños nos habían dejado, y lo digo en plural porque Alicia mi mujer no iba a correr, pero al final la preparación la ha sufrido igual que yo, soportando mis faltas, compartiendo mis miedos y preocupaciones, sobre todo en estas últimas semanas debido a las sobrecarga y tendinitis que he tenido en las rodillas. Además, encargándose de los peques para que yo pudiera salir a entrenar. Y este domingo no iba a ser distinto en cuestión a las horas de sueño, pero esto es el menor de los peajes que tenemos que pagar por ser padres.
Me había levantado a las 6 de la mañana para tener tiempo de sobra para desayunar y vestirme, porque a las 7:50 había quedado en Méndez Álvaro con mi hermano José, que para él también era su primera Maratón y mi cuñada Alicia, que se estrenaba en la distancia de Media Maratón, y así llegar bien al guardarropa, realizar un buen calentamiento y esperar tranquilamente en nuestro cajón el momento del inicio de la carrera. Pero una cosa es como lo planeas y otra como sale, al final entre una cosa y otra llegamos al guardarropa a falta de 15 minutos para dar comienzo, por lo que nos toco hacer el calentamiento corriendo en busca del cajón número 3, que es de donde salíamos. Para próximas ediciones, ya hemos hablado de quedar con un poco más de tiempo.
El día era increíble, a lo mejor un poco de calor para afrontar un Maratón, pero el día y Madrid estaban preciosos. Ya nos habíamos despedido de Alicia y de unos amigos de José, estábamos situados en nuestro cajón rodeados de miles de corredores ansiosos por empezar a correr, al igual que nosotros. Yo no paraba de mirar de un lado y a otro observando caras, mientras rezaba y pedía que la rodilla me aguantara. El rostro de José era serio, imagino que visualizando la carrera, pero también preocupado por sus molestias en el cuádriceps, que le habían estado persiguiendo estás últimas semanas. Pero la espera llegaba a su fin. Los primeros en salir fue el grupo de los atletas elite de la Maratón y de la Media Maratón, y por último los más importantes, los que iban a dar color a las calles de Madrid, nosotros, los corredores populares. Empezamos a caminar en procesión hasta la línea de salida, hasta pasar por el arco de la salida.
Comenzamos a correr y decidimos ir a un ritmo inferior al previsto, la idea era salir en los primeros 8 o 10 kilómetros a un ritmo de 5:30, pero las medias nos empiezan a salir a 5:50 -5:55. Debido un poco a la cantidad de gente que había, nos pusimos muy atrás de nuestro cajón y eso no nos ayudó, (Otras de las cosas a mejorar para próximas maratones) y las piernas no estaban tan frescas como hubiéramos deseado, creo que llegábamos un poco sobreentrenados. Pero en el fondo el tiempo tampoco nos obsesionaba demasiado, porque nuestra idea en todo momento era disfrutar de la carrera al margen un poco del tiempo. Era nuestro primer maratón y preferimos llevar ritmos más suaves del previsto, además mi rodilla tampoco estaba para hacer muchos alardes llevando ritmos más exigentes. Pasamos los primeros kilómetros y vamos saludando a las cámaras de TV y sacando los cuernos con cada banda, que amenizaba la Maratón en cada uno de los escenarios colocados por la organización, y que nos íbamos encontrando según corríamos estos kilómetros. Así fueron pasando hasta pasar el Bernabéu y llegar al primer giro en la zona de las 4 torres en Chamartín para volver a bajar por castellana.
Estos kilómetros iban cayendo rápidos, ya habíamos pasado el primer diez mil y las piernas parecía que habían entrando en calor y eso se notaba en nuestro ritmo, que también iba mejorando, a partir de aquí las medias iban saliendo a 5:40 – 5:35 el kilometro. Además todavía nos esperaba una de las partes más bonitas del recorrido antes de llegar a la Medía Maratón.
Sobre el kilometro 13, llega uno de los momentos más bonitos de la carrera. Pues a partir de este punto dejamos de correr juntos y La Media se separa del Maratón. Nos despedimos de nuestros compañeros entre aplausos y gritos de ánimos, que nos dedicamos en ambos sentidos, deseándonos la mayor de las suertes para lo que queda por llegar.
Nos adentramos en el kilometro 18, y los próximos 2 o 3 kilómetros son una bendición. En este tramo recorremos la Glorieta de Quevedo, Calle San Bernardo, Gran Vía, Plaza de Callao y Calle Preciados. Una multitud de gente nos da ánimos entre gritos y aplausos pero lo mejor aún estaba por llegar cuando empezamos a atisbar la Puerta del Sol. Todavía se me pone la piel de gallina nada más recordarlo. Hay tanta gente que casi tenemos que correr en línea de a uno, como si de una etapa del tour de Francia se tratara. ¡Es increíble!, la sonrisa se dibuja en nuestros rostros y en nuestro ánimo.
José en primera instacía y yo por detrás de azul, pasando por Callao
Con todo esto ya estamos pasando el kilómetro 21, la media, y parece que no hace mucho que salimos, pero ya llevamos dos horas de carrera. El ritmo general es más lento del que teníamos previsto antes de comenzar, aunque hemos mejorado respecto al inicio, y ya vamos rodando cerca de los 5:30 el kilómetro. Aquí toca hacer un rápido test de cómo nos encontramos, porque lo duro del Maratón aún no ha comenzado. Las piernas ya se notan cansadas, y mi rodilla empieza a resentirse, con lo que mi preocupación empieza a crecer. Lo bueno es que en relación a la hidratación y a las fuerzas vamos geniales, hemos ido bebiendo en todos los puntos de avituallamiento y hemos tomado dos geles, uno en el kilómetro 10 y otro en el 20, además de algún trozo de plátano.
Seguimos el recorrido y nos adentramos en uno de los tramos más aburridos y pesados de toda la maratón, el tramo de la casa de campo (km 26). A estas alturas en las piernas empiezan a notarse la acumulación de kilómetros y el ánimo aquí no están alegre, en parte por la ausencia de gente por las calles y también un poco por el calor que aprieta de lo lindo. Pero lo peor está en mi cabeza y en mi rodilla, pues el dolor es más intenso a cada paso que doy y el run, run en mi cabeza es constante sabiendo que si el dolor sigue creciendo, existe la posibilidad de tener que parar. Nuestros ritmos no mejoran, es más, a partir de ahí, empezamos a rodar un poco más lento cada vez, en parte gran parte por mis dolores en la rodilla derecha.
Salimos de la casa de campo ( km 30) en ese último repecho demoledor de la Avenida Portugal. A partir de aquí entramos en un territorio totalmente desconocido para nosotros. Hasta aquí nunca hemos entrenado. Llegamos al Km 32, el Calderón, y aquí pensaba que me quedaba, creo que es el punto donde peor lo pase de cabeza, quedaban 10 kilómetros y cada zancada era una punzada de dolor en mi maltrecha rodilla. Pero mi única obsesión era aguantar hasta el 40, porque sabía que si llegaba hasta ahí, nada podría evitar que cruzase la línea de la meta, coincide con otro punto de avituallamiento por lo que me como un trozo de plátano y un trago de agua, ¡seguimos tirando! Le pido a mi hermano que mantenga este ritmo y no apreté más (5:40 – 5:45 por km, y llegaríamos hasta los 6 min/km entre el km 35 y el 38). Aprieto los dientes, me centro en cada zancada y no paro de tocarme la alianza de mi mano derecha, no dejo de pensar en mi mujer y en mis hijos, en porque hago esto y en todas las horas invertidas y en las horas que les robado a mi familia para salir a entrenar como para rendirme tan cerca. Estoy sintiendo en mis carnes lo que es el Maratón y descubriendo al famoso Muro. Pero era una batalla que no estaba dispuesto a perderla.
Los kilómetros van desapareciendo a cada zancada que damos en una cuesta continua, que comenzó en el kilómetro 32 y llenó estos momentos de sufrimiento. Increíblemente llegamos al 38, a partir de aquí, Neptuno, Recoletos y Cibeles, ¡vamos, vamos! Son las palabras, que no paramos de repetirnos mi hermano y yo en estos kilómetros, y es este punto el más bonito de todo el Maratón, donde me da igual el dolor y el sufrimiento porque voy a llegar a la meta. Lo que vivimos durante esos kilómetros lo recordaré siempre. ¡¡Cuánta gente!! Estas últimas calles están abarrotadas de madrileños y de turistas, que han venido a conocer nuestra ciudad, que paran de gritar palabras de ánimo, que llegan a nuestros oídos, como: ¡¡Sois increíbles!!, ¡¡Ya lo tenéis!!, ¡¡El dolor es pasajero, pero la gloría eterna!!,¡¡valientes!!, etc… Son palabras que al oírlas en ese estado, con el sufrimiento acumulado y el agotamiento físico suponen el mejor chute de energía para nuestro cuerpo y mente cansados, dándonos la vida.
Decir, que son increíbles los patinadores de la organización, que además de ayudarnos con el réflex y la vaselina, no paraban de animar para que continuásemos y no nos rindiéramos tan cerca de la meta.¡¡Increíble!!.
últimos metros antes de entrar en meta
En el Kilómetro 40, giramos a la derecha hacia Ortega y Gasset y se acaba la pendiente, que comenzó en el 32, tras la Plaza del Marqués de Salamanca nos espera una cuesta abajo por Príncipe de Vergara. En este punto dejo de pensar en el dolor, me da igual, mañana será otro día y ya tendremos tiempo de lamernos las heridas. Hemos llegado aquí sin dejar de correr, aunque el tiempo previsto se nos ha ido, empezamos a saborear nuestro gran triunfo personal finalizar una Maratón, y más la Maratón de Madrid, una batalla que recordaremos para siempre. Aquí incluso mejoramos el ritmo de los últimos 10 km, y nos ponemos otra vez en 5:40 – 5:35, no lo hacemos por mejorar marca sino por la euforia que nos da fuerzas renovadas y por las palabras de ánimo y aplausos de la gente, que abarrota las calles, que nos llevan en volandas. Es una sensación indescriptible. Llevamos muchos kilómetros pasando a compañeros que van andando e intentamos darle también nuestro pequeño empujón con mensajes de ánimo.
Cruzamos la calle de Alcalá y entramos en el bendito parque por la puerta de O’Donnell. El apoyo del público llega a cotas máximas, ya no importan renuncias y esfuerzos realizados para estar viviendo este momento porque merecen la pena, volamos hacia la meta y nos ponemos a casi 5 minutos el kilómetro, ¿El dolor desapareció? Seguramente no, pero ya me da igual estoy en el Kilómetro 42 y sólo faltan los 195 metros de la gloria. Rescatamos la mejor sonrisa que hay fotógrafos y cámaras de vídeo. Alzamos los brazos y no paramos de gritar que lo hemos conseguido. Acaba la aventura del Maratón y terminamos fundidos en un abrazo muy emotivo donde las palabras de alegría no llegan a salir por nuestras bocas porque la emoción nos inunda.
Muy contentos con nuestra medalla!!
El 24 de Abril del 2016, será siempre el día en que fuimos invencibles por las calles de Madrid.
Enhorabuena a todos lo que terminasteis, o por lo menos, lo intentasteis.
P.D. : La rodilla mejor y ya pensando en el siguiente Maratón.
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