La sensación de miedo puede ser debida a lo que está sucediendo en ese momento o, quizá, por algo que pasó o que pensamos que podría pasar. Se controla con dificultad y conlleva reacciones de todo tipo, como ataques de ansiedad, por ejemplo. Cuando es muy intenso, podemos experimentar terror.
Curiosamente, no siempre es tan real como pensamos. Las cosas a las que tememos, en muchas ocasiones son imaginarias o jamás ocurrirán.
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¿Por qué tenemos miedo?
Aunque pocas veces nos hayamos parado a pensarlo, es algo imprescindible para nuestra supervivencia. Lo necesitamos para evitar el dolor. Se trata de un mecanismo de defensa grabado en nuestro código genético.
Cuando nos sentimos en peligro, el miedo se activa y nos permite responder con rapidez y energía ante las adversidades. Podríamos decir que forma parte del programa adaptativo del hombre.
Por supuesto que también existen los miedos irracionales causados por estímulos internos, como los pensamientos. Según algunos autores, existen otros consustanciales al hombre, como la oscuridad, la incertidumbre y la muerte. Sin embargo, la mayoría son aprendidos por asociación o condicionamiento.
¿Qué pasa en nuestro cerebro cuando sentimos miedo?
Nuestro cerebro es un órgano impresionante. Cuenta con una complicadísima red de comunicaciones formada por más de 100 millones de células nerviosas. Estás células son el origen de todo lo que pensamos, sentimos y hacemos.
Algunas de las comunicaciones entre estas células nos llevan a pensar y actuar de manera consciente. Sin embargo, otras crean respuestas autónomas. Entre estas respuestas está la respuesta del miedo. Es decir, surge antes de que la razón pueda decir nada.
Las partes más importantes de nuestro cerebro relacionadas con el miedo son: el tálamo, el córtex sensorial, el hipocampo, la amígdala y el hipotálamo. Cada una de ellas están implicadas en recoger los datos procedentes de los órganos sensoriales, asociarlos con lo conocido y, una vez determinada si la situación sugiere amenaza, decidir el tipo de reacción o respuesta.
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Tipos de miedo
No todas las personas sienten miedo a las mismas cosas ni reaccionan de la misma manera ante ellos. Además, el contenido o el origen de los mismos uede ser muy diverso.
– Miedo común: este tipo tiene una función adaptativa. Se presenta cuando existe un estímulo que puede dañar a la persona que lo sufre. Es de corta duración y, aunque hace que la persona se alerte, no interfiere con su vida ordinaria. Podríamos poner el ejemplo de ver una araña.
– Miedo enfermizo o patológico: se activa aunque no exista peligro alguno. Es de mayor duración que el anterior pudiendo prolongarse en el tiempo. Afecta en gran medida a la vida de la persona que lo padece. Conlleva mucho malestar psicológico.
– Miedo físico: cuando tenemos miedo a sufrir sensaciones de dolor procedentes de un estímulo exterior, real o imaginario. Por ejemplo el temor al dentista.
– Miedo metafísico: tiene el origen en el interior de la persona y no tiene que ver con experiencias que le hayan sucedido. Se asocia, en ocasiones, con enfermedades como la depresión, por ejemplo.
– Miedo social: sucede al responder a algún estímulo externo integrado a nivel social. La persona suele sentir miedo a ser ridiculizada o juzgada por otras personas.
– Miedo a la soledad: cualquier persona ha experimentado alguna vez este miedo. Los seres humanos necesitamos de los demás ya que somos seres sociales. Nuestro equilibrio emocional está muy ligado a una buena relación con los demás.
– Miedo a la muerte: también este tipo de miedo podríamos decir que es universal. Tememos perder la vida ya que, normalmente, entendemos que cuando alguien fallece ha desaparecido para siempre. Lo normal es experimentarlo cuando sentimos que nuestra vida se encuentra en peligro. En ocasiones, algunas personas lo experimentan de forma continua, por lo que requerirán asistencia psicológica.
Estos son solo algunos de los distintos tipos de miedos que nos acompañan en nuestro vivir.
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¿Cómo me deshago del miedo?
La mejor forma de liberarse de él, cuando no es un miedo real, es concentrarse completamente en lo que estamos haciendo. Si liberamos a la mente de su continuo ir y venir al pasado y al futuro y la sometemos a atender únicamente al presente, no puede sobrevivir. La razón es que jamás está en el presente.
El miedo viene de nuestra memoria, está basado en recuerdos. Proyectamos el pasado y, de esa manera, tememos al futuro. Por lo tanto, si evitamos viajar del pasado al futuro y nos centramos en el presente, nuestro miedo se disipará como por arte de magia.
La mejor manera de vivir en el presente es ser capaz de controlar nuestra mente. La meditación es una de las mejores técnicas para controlar y calmar nuestra mente y vivir en el presente.
Se ha comprobado por medio de serios estudios científicos que tras un curso de ocho semanas de práctica de meditación mindfulness, la amígdala parece encogerse.
Esta parte del cerebro, como ya hemos visto, está asociada con el miedo. A medida que se contrae, gracias a la meditación, otra parte de cerebro asociada a funciones cerebrales superiores se engrosa. La conexión entre otras partes del cerebro y la amígdala se hace más débil, a la vez que las conexiones que tienen que ver con la atención y la concentración se hacen más fuertes.
Podríamos decir, entonces, que simplemente practicando la meditación de forma habitual, gran parte de nuestros miedos podrían desaparecer. Hagamos pues un hueco a la meditación en nuestra vida y procuremos poner toda nuestra atención en el momento presente para que gran parte de ellos desaparezcan o, por lo menos se diluyan.
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