¿Te resulta desagradable experimentar miedo? Generalmente esta emoción causa un gran malestar, ante los miedos solemos actuar de una forma evitativa para no tener que enfrentarnos a ellos. Pero ¿por qué sentimos miedo? La respuesta está en nuestro cerebro, que está preparado para que experimentemos esta emoción ante ciertas circunstancias. Con la intención, por supuesto, de favorecer nuestra supervivencia. Al final para lo que estamos preparados es para protegernos.
La respuesta del miedo se produce a nivel cerebral en nuestro cerebro más primitivo, el sistema límbico o también llamado cerebro reptiliano, que está especialmente configurado para ponernos a salvo ante los posibles peligros. Esto tenía más sentido hace miles de años, cuando eramos presa de depredadores con los que nos estábamos enfrentando continuamente para poder alimentarnos y sobrevivir.
Actualmente, aunque no estamos rodeados de tantos peligros, sí que tenemos miedos irracionales que se manifiestan a través de las fobias a ciertos animales o situaciones, y esto sucede porque esta parte del cerebro sigue protegiéndonos. Ante una situación que ha sido relacionada con un posible peligro para nuestra integridad física, lo primero que se pone en acción es nuestro cuerpo. Nos recorre una sensación inmediata que se produce de forma automática. En ese momento no nos da tiempo ni a poder razonarlo, simplemente ocurre.
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El miedo a través de nuestro cuerpo
El listado de fobias es bastante extenso, y es que podemos experimentar miedos irracionales a cualquier tipo de estímulo, que además no represente ningún peligro real. Nuestro cuerpo, que es el encargado de responder ante esta emoción, se prepara mediante una serie de cambios físicos, producidos por una activación fisiológica.
Así es como se manifiesta el miedo en nuestro cuerpo: La adrenalina se dispara gracias a que nuestro corazón bombea sangre a una gran velocidad, para llevar estas hormonas a las células.
Las pupilas se dilatan para facilitar la entrada de luz a nuestros ojos.
Aumenta la actividad cerebral, la presión arterial, la coagulación sanguínea, y la glucosa en sangre.
Se producen temblores, sudoración y taquicardia.
Pérdida de control sobre la conducta, actuamos de forma irracional.
Toda función no esencial se detiene, y esto implica también al sistema inmunitario.
Incremento de la entrada de oxígeno en el organismo, aumentando la respiración para dar lugar a una mayor energía. Esta activación nos hace reaccionar de forma inmediata. Tenemos asociado el miedo a una emoción negativa, sin embargo, aunque es cierto que resulta desagradable, el miedo al igual que las demás emociones, es importante y necesario. Nos hace que experimentemos angustia ante una situación que percibimos como una amenaza y nos aporta información muy valiosa indicándonos cuando hay una desproporción entre la amenaza con la que nos encontramos y los recursos con los que disponemos para afrontarla y resolverla. Estamos hablando de un miedo racional y natural. En el miedo irracional habría que ver sus causas y las relaciones erróneas que hemos ido haciendo.
Por lo que vemos, todo nuestro cuerpo se pone en estado de alerta cuando aparece el miedo, esto es totalmente comprensible, ya que es una reacción de alarma, en la que nuestro cerebro entiende que debe de prepararnos con todos los recursos de los que disponemos, para enfrentarnos a la situación generadora de miedo. Esta amenaza puede ser tanto física como emocional. Por ejemplo, podemos tener miedo a que alguien que se ha enfadado con nosotros nos ataque o nos pueda golpear. También se puede tener miedo de que no tengamos suficiente dinero para mantenernos, de que nos abandonen, nos humillen, etc.
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Comprendiendo el miedo
Eliminar esta emoción que nos resulta desagradable no es una opción sensata ni sana. Como hemos dicho, las emociones siempre aparecen como valiosas señales para que atendamos a algo que está ocurriendo en nuestras vidas, nuestro cuerpo y nuestro organismo se prepara para poder afrontar tales situaciones. Cuando aparecen estas señales lo más apropiado es echar un vistazo a cómo nos sentimos, e intentar comprendernos. La solución, de ninguna manera, pasa por juzgarnos o culpabilizarnos de la emoción que estamos experimentando.
Intentar reprimir la emoción del miedo puede ser contraproducente, porque cuanto mayor es la evitación y la represión, con más fuerza se apodera el miedo de nosotros, y además adquiriendo una forma irracional. Esta emoción a pesar de resultarnos desagradable, no es nuestra enemiga. Es importante que no luchemos contra ella, más bien hay que sentirla, experimentarla, atenderla y, sobre todo, aprender de ella.
Para comprender mejor cómo funciona el miedo lo explicaremos con la siguiente metáfora: imagina el tablero de mandos de un coche, tiene diferentes indicaciones y luces para avisarnos de cuando hay algo en nuestro coche que no funciona bien. El miedo sería como una luz que se enciende en este tablero de mandos. Al igual que lo puede hacer la luz roja que nos indica que tenemos que echar gasolina. Esta señal nos informa de que hay un problema que tenemos que resolver, ¿a que no tendría ningún sentido que no le hiciésemos caso? ¿de qué nos serviría acusarla e intentar destruirla?
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Como podemos ver ante esta metáfora el miedo actúa como esa señal. La luz roja de la gasolina gracias a que se enciende nos brinda información para resolver el problema. Con el miedo pasa lo mismo, la solución no pasa por evitarlo ni castigarnos por estar sintiéndolo. Se manifiesta en nuestro cuerpo a través de muchas formas, como hemos visto anteriormente, y todo esto es para alertarnos y aportarnos información relevante.
Podemos optar por rechazar esta información y reprimirla, o por atender a estas señales, comprender qué está ocurriendo para que se manifiesten, e intentar darle solución. Esto sería mucho más inteligente ¿no crees? A nivel psicológico muchas veces no sabemos qué hacer con la información que nos aporta el miedo, para poder asistirla y aprovechar esta emoción es necesario realizar un aprendizaje de autoconocimiento.
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