La sinceridad, la eficacia y otros valores. ¿Absolutos?
Todavía no he encontrado ningún sistema educativo, valor cultural, social que niegue el valor de virtudes o conductas como el trabajo, la eficacia, la sinceridad o el respeto, entre muchos.
Educamos la infancia en valores. En los estudios insistimos en el orden, en la atención, que desarrollen sus capacidades cognitivas, de observancia de las formas sociales, resto, etc.
En los establecimientos públicos, empresas, incluso en los procesos de selección, se tienen en cuenta muchos de estos valores como condición sine quanon.
Lo que aquí me ocupa es un olvido esencial que siempre destaco en los cursos de crecimiento espiritual y que se relaciona directamente con el conjunto de valores.
Veamos algunos ejemplos que nos ayudarán a comprender.
El valor de la eficacia
De todos es conocida la historia de la segunda guerra mundial, al menos en su vertiente más esencial. Centrémonos ahora en un aspecto muy concreto: Los campos de concentración.
La capacidad nazi de eliminación de va depurando hasta que entre 1941 y 1942 alcanza su cenit. En los primeros años de guerra la ejecución y asesinato de judíos, gitanos, negros y personas con retraso muchas veces ocurría con un disparo por persona y posterior entierro en fosas comunes cavadas por los que iban a morir.
Eso representaba un coste que el eficaz sistema nazi concibió como inasumible, de modo que el siguiente paso incluía la deportación y eliminación con gas. La eliminación de los cuerpos pasaría por crematorios. A la sazón, en los periódicos alemanes de la época puede leerse la convocatoria de concursos públicos para que los industriales que lo desearan, propusiesen el mejor proyecto de crematorio, el más económico y rápido.
Este sistema puede catalogarse de eficaz y además ocupó en arduo y entregado trabajo a miles de nazis que mataron a 6 millones de personas en un tiempo récord.
Puede que el lector empiece a comprender el olvido que no eleva a magnífico el valor de esta eficacia y entrega laboral.
El valor de la sinceridad
Juan camina de noche por su barrio. Regresa a casa después de una fiesta con sus amigos. Al doblar la esquina dos individuos armados le amenazan.
- “Mira esta navaja. Si no nos das la cartera y tu reloj, te vamos a pinchar!”
Juan piensa en que le pueden hacer daño. Está bajo amenaza y se propone enseguida darles a los atracadores todo lo que lleva y quieren.
En lo que no piensa es en lo sinceros que son. Sin embargo, no cabe duda que lo son. Es muy probable que le hagan daño si no les da lo que requieren.
Los ladrones son sinceros sin ninguna duda y a pesar de todo creo que el lector se ha apercibido que algo falta aquí para considerar loable el valor de la sinceridad.
Pues lo que queda claro es que en esta experiencia humana, el valor que es el fundamento de todos los demás, es el Amor.
Ah, esto también nos lo han dicho. No parece ninguna novedad. Pero lo que aquí aporto es que no existe nada que nos enaltezca, nada que nos eleve aunque nos han dicho que existen otros valores si no se fundamentan en el desarrollo verdadero de la vida humana, el Amor.
La eficacia nazi no es un valor, porque no despliega ni destila Amor. Igualmente ocurre con la sinceridad que es un valor más que relativo si no se mueve en el mismo Amor.
Una verdad puede hacer el mismo daño que una mentira y no tiene un valor superior si no tiene una intención amorosa. La eficacia y el trabajo, jamás llegarán a nada si no contribuye a construir. Ni siquiera el valor de la justicia sirve si no está revestida de Amor. Nada.
Ningún valor es absoluto. Son todos relativos a la cantidad de Amor que propagues. Sin él, hemos olvidado lo fundamental y no se hace necesario ocuparse de otros supuestos valores, tan magnificados.
Nota: El artículo ha sido publicado originalmente en Saludterapia.