Los jabones destinados para uso corporal tienen que ser compatibles con el ph de la piel por lo que, para saberlo, es necesario medir el ph. Para hacerlo debemos diluir un poco de jabón con un poco de agua y sumergir la tira reactiva unos 20 segundos.
Un jabón bien elaborado para uso en la piel ha de tener un ph 7, es decir, neutro. Esto quiere decir que la sosa caústica (NaOH) ha neutralizado los ácidos grasos y se ha conseguido un equilibrio, un ph neutro, entre ácidez y alcalinidad.
Nuestra piel es ligeramente ácida, tiene pH de entre 4.5 y 5.9, dependiendo de la zona del cuerpo manos, axilas, zona vulvar… y también depende de si eres hombre o mujer. Los hombres suelen tener un ph de 4.8 y las mujeres del 5. Esta ligera acidez de nuestra piel es la principal barrera de defensa de nuestro organismo. Un jabón con un ph 8-9 (alcalino) es desaconsejable para la piel, más bien, sería un jabón indicado para lavar la ropa o destinado a la higiene del hogar. La mayoría de jabones que se comercializan son jabones alcalinos, que se destinan a uso corporal pero se fabrican con aceites que minimizan los efectos agresivos del jabón al lubricar nuestra piel. A la larga, su uso prolongado, acaban también por resecar la piel y dañarla.
Si utilizamos productos de higiene personal con valores alcalinos, nos podemos encontrar con un incremento del pH de 8 a 12, resecando la piel. Si estos valores son muy ácidos pueden producir el efecto contrario. Cuando el valor del pH está por encima o debajo del rango permitido, se producen disfunciones del sistema defensivo de la piel dando lugar al acné, dermatitis seborreica o infecciones.
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