EXPLORAR A NUESTRO NIÑO INTERIOR: LA OPORTUNIDAD PARA VENCER BLOQUEOS EN ÉPOCAS DE CRISIS.
Todo Ser Humano viene a este mundo a experimentar aprendizajes.
Te habrás preguntado una y mil veces qué significa esta frase, si es que significa algo. En teoría, significa exactamente lo que has leído.
En la práctica, todo se hace más difícil de sobrellevar con filosofía, especialmente cuando se está atravesando por una crisis aguda, lo cual nos resta a la hora de evaluar qué es un aprendizaje y qué no lo es.
Me he tomado la libertad de apoyar este texto con imágenes del libro archi reconocido por todos, El principito, de Antoine de Saint-Exupéry. Sin querer caer en clichés ni melodramas, apelo a la inocencia que todos AÚN llevamos dentro, para abordar el Alpha y el Omega de los temas transpersonales: el niño interno.
La información que recibe un niño desde su gestación en adelante, es fundamental para el resto de su vida.
Está más que comprobado por la ciencia moderna que no sólo de genes vive el Hombre. Desde información genética hasta las emociones que siente la madre durante el embarazo, el feto recibe una carga espectacular de impresiones, ya desde antes de nacer. Luego, llega a este mundo y comienza su Odisea.
Hasta los siete años de edad aproximadamente, va grabando todo los que sus cinco sentidos registran del entorno, en su subconsciente. Aunque, estas impresiones no se incorporan inocuamente; cada experiencia, cada percepción, llevan consigo la impronta de la subjetividad, lo que lo hace aún más interesante.
Nadie percibe la realidad "con los mismos ojos", es decir, con la misma perspectiva o punto de vista, que otra persona. Somos únicos como especie en materia de interpretación de la realidad. Ni siquiera cuando dos personas observan un mismo fenómeno, tendrían las mismas apreciaciones que su compañero de observación.
Esa huella que comenzó en el momento de la concepción, ya nos abrió una ventana de oportunidades infinitas para ser quienes somos y no... otro. Luego vienen las decisiones, las elecciones que hacemos a lo largo de nuestras vidas y que nos llevan, inexorablemente, hasta hoy.
Todo ese conjunto de manifestaciones tiene su origen en nuestra infancia, en nuestro amado y muchas veces incomprendido, niño interior. Para enroscar más la rosca, hay quienes sostienen que elegimos un determinado árbol genealógico, es decir, unos progenitores que cuentan con determinada carga genética y "exquisitas" experiencias ancestrales, todo para que nuestra alma experimente determinadas realidades. Pero esto es harina de otro costal, muuuuuy interesante por cierto, y que le da a nuestro sentido de la vida un toque gourmet que para qué les cuento...
Volviendo al estadío de la infancia y su ingerencia en nuestro comportamiento de por vida, sabemos reconocer esos momentos en los cuales sacamos a la luz al niño herido, programas inconscientes o más profundos aún, que nos recuerdan viejos berrinches no resueltos, heridas profundas que nos marcaron y nos hacen actuar AÚN, desde la carencia, la incomprensión o el desamor.
Es importante explorar ese niño interior porque tiene muchas respuestas a nuestras reacciones automáticas.
Una de las cuestiones más relevantes que he notado tras los confinamientos post "pandemia", tras laaaaaargos meses de encierro obligatorio y que han mermado nuestra capacidad de expresión y libre movimiento, es la represión autoimpuesta. Muchas personas todavía sienten cierta inseguridad de expresarse y ya no salen a pasear, socializar, disfrutar del esparcimiento y de ponerse creativos haciendo lo que les gusta.
Esta nueva faceta gatilla una serie de traumas y bloqueos que se creían resueltos u olvidados. La sola idea de que "otros adultos" (llámese autoridades) nos digan qué podemos y qué no podemos hacer con nuestras vidas, despiertan una serie de emociones que pueden movernos a la ira, frustración, apatía, incertidumbre... todas ellas emociones "inadecuadas" en un adulto. Sin embargo, cualquier restricción a nuestra libertad de expresión, atenta contra los derechos y valores de un "niño interior" sano y feliz.
El Observador es la herramienta más eficaz de la cual disponemos para poder abordar un evento doloroso sin identificarnos con el y así poder comprenderlo, aceptarlo e integrarlo, tal y como haría un sistema digestivo equilibrado con los alimentos que tomamos; sólo se queda con lo nutritivo.
Desde la objetividad del ahora podremos comprender y reparar esos daños de la infancia, siendo para ese niño interno el adulto comprensivo y contenedor que necesitó en su momento. Si no se lo atiende hoy, reclamará bajo "berrinches", proyectando en el afuera las carencias acumuladas antaño.
"Apapachar" a nuestro niño interior es la mejor manera de sostenerse desde el amor incondicional y no desde el victimismo. Sabernos únicos, valienteeeeeeees (solo por el hecho de estar en este mundo) y atender cada necesidad interna desde el amor y con suavidad.
Aprendamos a conocernos más y mejor, convirtiéndonos así en adultos leales, sanos, compasivos, amorosos, comprometidos, que sean "funcionales" para la sociedad y el bien mayor.
Mi propuesta es la de volver a conectar con la sabiduría de la niñez, desde la inocencia de sabernos puros de corazón, lejos de cualquier peligro o amenaza, confiando nuevamente en la vida y sus eternas sorpresas.
Nada como subirse a la experiencia de volver a ver todo con los ojos de un niño, como si lo viera por primera vez y deleitarnos con la maravilla de sentirnos vivos.
Comparte esta nota con quienes consideres oportuno y no dudes en consultarme por éste y otros temas que con gusto te responderé a la brevedad posible. Puedes dejar tus comentarios si gustas al pie del presente artículo.
Saludos cordiales,
Mariel Alabarcez
Terapeuta Zen Shiatsu
Desarrollo Personal
CABA, Argentina
Bienvenido a Shiatsu Universo Zen! Te invito a conocer mi nuevo emprendimiento con empresas: armonyscienceparaempresas.blogspot.com