Este post intentará responder a estas preguntas.
Hay varias razones para utilizar el movimiento lento, fácil, suave y sin esfuerzo como medio para desarrollar la coordinación y producir calidad en él. Probablemente la razón más interesante se basa en un principio llamado la Ley Weber Fechner. Este principio describe la relación entre la magnitud de un estímulo particular y la capacidad del cerebro para sentir las diferencias en la cantidad del estímulo o dicho en otras palabras formula la relación matemática que existe entre la intensidad de un estímulo y la sensación producida por este. La regla básica es que a medida que aumenta el estímulo, la capacidad de notar una diferencia disminuye. Pondré un ejemplo para que se entienda mejor.
Imagina que estás en una habitación a oscuras con sólo una vela encendida. Será más fácil notar la diferencia si enciendes otra vela pues verás más luz, pero si estás en una habitación con cien velas, no detectarás ningún cambio cuando enciendas una vela adicional.
Esta regla funciona para todas las variedades de percepción sensorial, incluyendo sensaciones de esfuerzo muscular. Así que ahora, imaginamos que estamos sosteniendo en nuestra mano una masa de 100 gramos, tal vez no lo podamos distinguir de otro de 105 gramos, pero si de uno de 110 gramos. En este caso, el umbral para discernir el cambio de masa es de 10 gramos. Pero en el caso de sostener una masa de 1000 gramos, 10 gramos no serán suficientes para que notemos la diferencia, al ser el umbral proporcional a la magnitud del estímulo. En su lugar, nos hará falta añadir 100 gramos para notar la diferencia. Dicho de otro modo, nuestra capacidad de apreciación ante un cambio se basa en el valor relativo de la variación respecto del valor de partida. Como consecuencia se deduce que si quieres hacer un movimiento más eficiente, tienes que ser consciente de cuándo estás poniendo demasiado esfuerzo. Si vas más despacio aumentas la capacidad para sentir las diferencias en el nivel de esfuerzo muscular y aumentas la capacidad del cerebro para detectar y corregir cualquier esfuerzo innecesario.
Gracias a la ley de Weber Fechner, sabemos que el movimiento lento produce una percepción más precisa y detallada de la mecánica del movimiento. En otras palabras, existe una información más detallada y refinada en el cerebro para construir el mapa del movimiento. El mapa se hace más claro, con una mayor resolución. Es como hacer clic en el botón del zoom en los mapas de Google Maps para ver con mayor definición las calles de una ciudad, aparecen más detalles, más información sobre cómo movernos.
Otra razón para moverse lenta y suavemente es darnos tiempo para acercarnos al movimiento de una manera exploratoria y curiosa, y poner más atención en los sutiles detalles del movimiento. Estar más coordinado es esencialmente una cuestión de volver a reconectar los circuitos neuronales que controlan el movimiento, un proceso puesto ahora de moda llamado neuroplasticidad, que es la capacidad del cerebro para cambiar. El movimiento conciente se nutre de esta capacidad del cerebro para cambiar. Según Michael Merzenich, especialista en entrenamiento y plasticidad cerebral, y otros neurocientíficos prominentes, la atención y la conciencia son las principales condiciones para que se dé la neuroplasticidad. En otras palabras, el cerebro es más probable que mejore en una determinada actividad si está prestando atención mientras la hace. El movimiento lento puede ayudar a la capacidad de prestar atención a lo que se está haciendo mientras se está haciendo.
Vale la pena señalar que el mayor salto adelante en la educación del movimiento tiene lugar en los dos primeros años de vida, un momento en que todo el movimiento es muy lento, suave, curioso y exploratorio. De hecho, Moshe Feldenkrais basó gran parte de su método en el estudio del movimiento infantil y el desarrollo motor. Feldenkrais explicaba que para aprender necesitamos tiempo, atención y discriminación y para discriminar necesitamos sentir, poniendo de manifiesto que durante el aprendizaje se debe disfrutar del proceso además de existir una carencia de esfuerzo. El hecho de tener la necesidad de discriminar y sentir, hace necesariamente que reduzcamos la velocidad en el movimiento para poder prestar mayor atención a los detalles.
Las características esenciales que tiene la calidad del movimiento son la precisión, flexibilidad y coordinación y es esta última la cualidad más importante definiendo coordinación como el movimiento integrado y organizado de las articulaciones para crear movimiento eficiente y deseable.
Dado que la eficiencia implica necesariamente un mínimo de esfuerzo, podemos reconocer los movimientos eficientes por su aparente facilidad y obtener los beneficios de movernos lentamente como un medio primordial para mejorar y desarrollar la coordinación.
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