Cada día se considera más real la relación existente entre estrés, la mente y la enfermedad.
Podría citar cientos de artículos médicos que lo avalan. Pero más allá de eso, tu sabes que es así. Lo sabes porque cuando sientes estrés tu cuerpo te envía señales.
¿Que tipo de señales son estas?
En muchos casos son palpitaciones, arritmias, irritación, sensación de opresión en el pecho.
Yo mismo las sentí en una época de mi vida en la que me dejé llevar por las presiones exteriores y no sabía cómo canalizarlas.
¿Y porque tu cuerpo reacciona así ante el estrés?
Muy sencillo. Tu cuerpo no es más que el espacio donde se expresa tu mente, sobre lo que hay en tu subconsciente y lo que este percibe.
El cuerpo es la expresión física de lo que llamamos conciencia, y que en este caso emerge desde la parte menos consciente de ti, lo que se denomina el subconsciente.
El subconsciente, esa parte de nosotros que grandes conocedores del ser humano como C.G. Jung dedicaron su vida a su estudio y comprensión.
Simplemente se ha visto que hay partes de nosotros que no queremos ver. Que nos duele mirar, que nos asusta reconocer. A eso Jung y otros lo llamaron “la sombra”.
Pero el hecho de no reconocerlo, de no aportar luz a esa sombra no quiere decir que no exista y que se pueda manifestar de múltiples maneras.
Dicen que no hay más ciego que el que no quiere ver. Y creo que es una gran verdad. Nos negamos a reconocer nuestros dolores, deseos ocultos, temores y traumas pasados o miedos de futuro.
Preferimos no mirarlo ni reconocerlo y seguirnos distrayendo con las cosas de fuera. Vivimos en un mundo lleno de luces de colores, muy llamativas, precisamente diseñadas para que nos entretengamos con ellas, para que no tengamos que mirar dentro de nosotros y reconocer aquello que podría cambiar realmente nuestra vida.
Preferimos comernos el caramelo y seguir distraídos. En principio parece lo más fácil y agradable. Pues si intuyes que en lugar de un caramelo, vas a tener que tomar un jarabe amargo, por mucho que te digan que luego tu vida estará llena de sabor en cualquier circunstancia, prefieres el dulce momentáneo, rápido, fácil de tomar y que además puedes repetir cuando quieras.
Y todo eso a pesar de saber que ese caramelo es un arreglo momentáneo, y que a la larga no te hará bien. Pero te da igual, si sientes que ese pensamiento tampoco te gusta, vas y en vez de uno te comes dos de un golpe y ya está.
Y no sólo se trata de estrés lo que puede desencadenar reacciones en el cuerpo. Tal como te he comentado, hay otros estados profundos del subconsciente que afloran a la superficie a través del cuerpo. Es como si esa parte interior de ti que no atiendes pidiera auxilio. La forma de pedirlo es a través de aquello que se percibe en el mundo físico, ese al que al menos puedes atender de forma más consciente.
Entonces puedes padecer de cualquier dolencia. Yo te he nombrado la muy común del estrés, en cuanto a nivel coronario y nervioso, pero otros lo expresan a través de la piel, de la caída del cabello, de las articulaciones, etc. Y como digo, no solo por el estrés sino por cualquier otra situación emocional dolorosa.
Por poner una metáfora te puedo decir que imagines que tienes una furgoneta que puede llevar 1000 kg. de carga máxima. En cambio tu, por necesidades de tu trabajo la llenas de mercancía hasta los 2500 kg. Entonces un día de repente rompes un amortiguador. Vas al taller y te pone uno nuevo y continúas tu trabajo. Poco tiempo después rompes otro amortiguador y vuelves al taller. Te recomiendan que mejor cambies todos y tu lo haces a pesar del coste elevado.
Pasado un tiempo rompes la transmisión y las rótulas de dirección. Vas al taller y de nuevo gastas tu dinero. Ellos te ponen los mejores repuestos y te preguntan si tal vez haces algo mal con la furgoneta, por ejemplo cargarla en exceso. Tu respondes que no, que realmente no la llevas a pesar a la báscula pero que la cargas en función de lo que tu trabajo exige, y que no te queda otro remedio.
Las averías no cesan. Has cambiado de taller, buscas los mejores, no reparas en gastos. Mientras tanto, no miras dentro de tu furgoneta y sigues buscando fuera la solución a tus averías.
¿Captas el mensaje?
Ya se que una persona no es una furgoneta. No, es algo mucho más complejo, precisamente por eso, es tan importante prestar atención.
Si, atención, atención plena, o lo que llamamos mindfulness. Atender al presente, de forma consciente, de forma global. Poniendo énfasis en el interior tanto como en el exterior.
Mindfulness transpersonal, aquel trabajo interior que indaga en la sombra. En esa parte no reconocida pero que no deja de hacerse sentir. Como sea, a través del cuerpo o de tu forma de actuar, y de moverte por el mundo. Pues también Jung dijo “hasta que hagas consciente el inconsciente, dirigirá tu vida y lo llamarás destino”.
Y también podemos hablar de otro concepto, el de “coherencia cardíaca” y su relación con el estrés. De eso ya hablé en otro post.
Estar en coherencia es que lo de pienses, lo que digas y lo que hagas estén en la misma línea. Y tu sabes, que eso no siempre se cumple. A veces decimos una cosa, aunque realmente pensamos otra y luego hacemos otra distinta.
Cuando no hay coherencia en nuestra vida, no hay equilibrio, no hay orden y nada puede salir bien. Es un error de base y sobre un error no se puede asentar una vida en armonía. Luego vienen problemas, situaciones que se repiten en tu vida y tu no te explicas el porque.
Si solamente buscas fuera las explicaciones y soluciones te pasará como el ejemplo de la furgoneta y el gasto en reparaciones.
Incluso puedes pensar que la vida ha sido injusta contigo, que te trae desgracias o te repite una y otra vez los mismos problemas y situaciones desagradables.
Nos hace falta mirar dentro. Nos hace falta serenarnos. Nos hace falta hacer espacio para el Ser. Nos hace falta hacer silencio.
Nos sobran los adornos, las luces de colores que distraen nuestra atención a lo que de verdad sustenta nuestra existencia.
Nos sobra ruido mental, ruido emocional, ruido social.
No quiero decir que vivas en una burbuja de silencio. Eso es “silencio artificial”. Tampoco es la solución. El silencio está siempre a tu alcance, dispuesto a que lo descubras.
Muchas personas acuden a mis clases o me escriben demandando silencio interior. Perciben todo ese ruido mental que les agobia tanto. No saben qué hacer para aquietar su mente. Está llena de ruido pues esa mente está buscando una solución a todo ese paquete de temores y dolores que almacena el subconsciente.
Yo lo conseguí cuando mindfulness y la meditación pasaron a formar parte de mi vida. Aunque he de decir que el simple hecho de sentarte media hora al día a observar tu mente no tiene necesariamente que cambiar tu vida si no haces nada aparte de eso.
La meditación de atención plena es la puerta, es la oportunidad de atender ese interior que normalmente no atiendes por el ruido exterior. Pero has de fijarte en ello. También has de mantener esa atención en tu vida diaria, aprendiendo a observarte y viendo si hay coherencia entre tu interior y tus acciones externas. Entre lo que dices y lo que sientes y piensas.
Y a preguntarte el porqué de aquello que te inquieta, de aquello que te duele, ya sea a nivel físico o emocional y ver que hay de fondo, sin miedo.
Y a dejar de mentirte y de contarte historias para seguir tomando el caramelo del arreglo fácil y rápido.
Entonces podrás empezar a conocerte. Empezarás a descubrir lo maravilloso de vivir de una forma consciente, despierta de un falso sueño que la mente ha creado.
Esa mente que cuenta historias. Que te trae recuerdos de pasados que ya no existen pero que te hacen creer lo contrario. O que te transporta a futuros que también das por seguros, pero que son irreales.
Lo que sucede es que no te das cuenta. No te instalas en el presente, en el único lugar en el que se desarrolla tu vida, pues tu mente no te deja verlo. Te engaña y hace creer que lo bueno vendrá después, o que lo bueno sucedió en el pasado. Cada mente trabaja a su manera, en unos de una forma y en otros de otra, da igual, en cualquier caso es una película y a ti te hace protagonista del film.
Cuando empiezas a observar y conocer esa mente ves la película desde fuera…y te ríes, sueltas ese papel de protagonista de la historia y descubres que era un sueño. Que lo real es lo que eres.
Lo que eres como expresión de la conciencia que llena todo lo que conoces, sin lugar ni tiempo, sólo presente.
Una conciencia espaciosa, sin límites, sin ruido mental, un ruido que no has obligado a desaparecer, sino que has descubierto que surge del silencio y vuelve a el. Ese silencio vivo del que te hablo, un silencio que siempre está ahí, que es puro amor, la pura expresión de lo real.
Y te dejo otra cita de Jung para completar todo esto: “Donde reina la sabiduría, no hay conflicto entre pensar y sentir”
Esa sabiduría es conocerte a ti mismo. No sirve de nada llenarse de sabiduría exterior si no te conoces.
Fijate que empezamos hablando de estrés, mente y enfermedad y cómo hemos terminado llegando a la conclusión con la que empezaba. La importancia de mirar dentro de nosotros.
Evidentemente esto no es un artículo científico (va por los escépticos) y no trato de demostrar nada. Tan solo hablo por mi experiencia, por lo que he aprendido, por lo que enseñanzas milenarias han descubierto y por aportar algo que sirva de forma positiva a otros.
Cuando empiezas tu trabajo interior descubres que hay mucho sobre lo que aprender, que hay mucho más de lo que a simple vista se ve, y que al igual que la luna tiene su cara oculta, nosotros nos ocultamos a nosotros mismos gran parte de la totalidad que somos.
Si esto que has leído te parece coherente, resuena contigo y quieres seguir avanzando, sin duda, encontrarás el camino hacia el interior de tu ser. Si yo puedo acompañarte o aportar algo en ese proceso, también será bueno para mi propio proceso interior.
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Gracias.
Luis Miguel Colado.
El artículo El estrés, la mente y la enfermedad lo puedes encontrar en Reducir Estrés.