La palabra coach es un anglicismo que significa, ni más ni menos, entrenador. Por ello la figura del coach no difiere de lo que hemos conocido como preparador o instructor. Sin embargo, en los últimos años, con la influencia de una corriente de pensamiento positivista y motivacional, esta figura ha pretendido actualizarse, alejándose de los valores del típico maestro distante, incuestionable y magistral, hacia un rol de acompañante motivador. Y esta actualización va unida a la invasión del término coach. Veamos algunas de las actualizaciones que éste término proponde.
El trabajo del coach empieza mucho antes de ponernos a levantar mancuernas. Comienza con una toma de contacto, es decir, conocer el contexto del usuario, su entorno y circunstancias y establecer un punto de partida en su programación de entrenamiento. No pretende ser un psicólogo, como ciertos realities americanos nos quieren tratar de mostrar. Simplemente, la adquisición de información referente a sus habitos y rutinas ayudará al coach a encontrar una solución más adecuada a las caracteristicas que nos presenta el cliente.
Tras este primer paso se establecerá una planificación de la acción de manera conjunta. El cliente o usuario creará sus propios objetivos con la participación orientativa del coach, y se desarrollará no sólo el planning, sino también la estrategia, conociendo los puntos débiles del usuario y fomentando herramientas para la resolución de posibles problemas futuros.
Por último, comenzará lo que se conoce como “ciclo de coaching”. Es decir, el momento de pasar a la acción, al entrenamiento, con la revisión y la reevaluación constante, adaptando el método y el programa a las necesidades y circunstancias del mismo.
En resumen, el coaching se propone como una actualización de parámetros tradicionales con dos cambios fundamentales respecto a la figura clásica del entrenador o instructor:
La clave no es el maestro, sino el pupilo: alejándose de toda orden o magistralidad impuesta, el Coaching centra su atención en el usuario, y no en el coach. Será él la clave para su proprio desarrollo y por ello será la figura fundamental y el protagonista. El coach no dice qué debe hacerse, el usuario es quien debe descubrirlo por sí mismo con la orientación y la ayuda del coach.
La personalización del trabajo: la segunda diferencia fundamental entre un coach y un entrenador o instructor es que el coach acompaña al cliente en concreto, y se adapta a sus prioridades, y no a las necesidades de un club, competición, clase, o equipo. Desde este punto de vista coach y entrenador personal serían sinónimos, porque centran su trabajo en el cliente, y no en objetivos ajenos al mismo.
¿Simples matices o cambios fundamentales? ¿Es el coaching un mero anglicismo para una realidad que ya existe o un cambio en la figura del entrenador?
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