Para entender en profundidad el concepto de coaching sistémico debemos ahondar en la definición de coaching. El coaching es una disciplina basada en la consecución de metas u objetivos, tanto personales como profesionales, entendiendo como objetivo todo aquello que quiera lograr una persona a corto, medio o largo plazo.
El coach es aquel “entrenador” que, mediante preguntas, hace reflexionar al cliente sobre lo que desea lograr a largo plazo, qué puede hacer en el corto o medio plazo para ello, y qué recursos tiene para alcanzarlo. El coaching va mucho más allá del pensamiento, de la acción, se centra en el proceso.
El coach es aquella persona que ayuda a que el cliente camine por su vida, sin perder de vista en ningún momento el objetivo final. Es desaprender y volver a aprender a trazar una nueva ruta para llegar, finalmente, a aquello que la persona anhela. De este modo, el coach no enseña nada, no instruye al cliente ni le dicta el camino que transitar, sino que hace que el cliente llegue a sus propias conclusiones. Su tarea no es juzgar ni dar consejos, sino acompañar al cliente en ese proceso de descubrimiento interior y, por ende, de crecimiento.
No es el coach un maestro, sino un profesional que acompaña al cliente a que él lo sea de sí mismo. Cuando un cliente entra a una sesión de coaching quizá sepa dónde llegar, pero no ha ahondado lo suficiente en su interior para reconocer la maestría que lleva dentro para tomar el rumbo correcto para el logro de su objetivo. Es aquí donde el coaching significa crecimiento, en toda su esencia. Con el proceso de coaching se abre el camino y se encienden las luces que lo iluminan. Esa es su grandeza.
La visión sistémica
De otro lado, para seguir ahondando en el concepto, definimos sistema como “conjunto de elementos interrelacionados entre sí para un objetivo común”.
Cuando hablamos de objetivo nos referimos a cualquier meta que, con la interrelación comentada (conjunto de elementos), sea más factible de alcanzar.
Las personas nos movemos por egoísmo, por necesidades, hablando de egoísmo desde el punto de vista sano. Tanto es así, que “generamos un sistema con quien tenga algo que yo necesite y yo algo que él quiera”. Cuando hablamos de altruismo, por ejemplo, y decimos que algunas personas prefieren dar sin recibir nada a cambio no se considera del todo cierto. Dicha persona altruista tiene necesidades también: necesidad de sentirse mejor haciendo lo que hace. Ni bueno ni malo: nos movemos por necesidad y eso nos hace relacionarnos entre nosotros de una determinada manera formando aquello que llamamos sistemas.
En cualquier sistema cada elemento cumple una función y tiene un lugar asignado. Por ejemplo, en una empresa el director es quien está más alto en el organigrama y tendrá determinadas funciones que el resto no tenga, puesto que tienen otras que complementan y aportan valor a la suya. Lo mismo ocurre con los sistemas de personas, familiares, de amigos. Estamos inmersos en millones de sistemas diferentes: en el mundo, en un determinado país, en una determinada ciudad... de ahí bajaremos poco a poco hasta que estamos en un sistema laboral, en el que no encontramos nosotros, nuestros compañeros y responsables, a quien tengamos por debajo, si lo hay, los clientes, etc... En la vida familiar y personal ocurre lo mismo, estamos en un sistema con nuestro grupo de amigos, con nuestra familia... cada cual tiene un lugar asignado: madre, padre, líder del grupo (en el caso de los amigos) ... infinitos lugares, infinitas posiciones que ocupar y ocupar correctamente.
“Correctamente”, en la visión sistémica, se traduciría en que el sistema tuviese orden. Debemos tener intercambios sanos, equilibrados, para poder llegar al objetivo que queremos alcanzar. Si ponemos como ejemplo el agua, diremos que es buena si está regando una planta poco a poco (ordenada), pero si viene tanta que la tierra no puede asumir, el concepto de bueno cambia a malo, se asocia el agua con destrucción, cuando en principio no lo era.
Las cinco premisas básicas de la visión sistémica
La visión sistémica se basa en cinco premisas básicas para comprender cómo nos relacionamos y, en la medida en que pongamos consciencia en el proceso, de relacionarnos de una manera sana, equilibrada y con mayor posibilidad de llegar a relaciones satisfactorias para todos los miembros del sistema.
La primera es que la persona no es un elemento aislado
Tal como hemos comentado en líneas anteriores, estamos inmersos en millones de sistemas, por lo que funcionamos dentro de ellos. Aunque tratemos de aislarnos, si es el caso, porque no quisiéramos formar parte de ellos, siempre perteneceríamos a ellos, quisiéramos o no. De esta manera, dicha situación condiciona nuestra manera de vivir y de estar en el mundo.
La segunda es que la persona pierde protagonismo en favor del sistema
En este aspecto decimos que, si hay un conflicto en el sistema, o un problema que no le deja funcionar de una manera óptima, para lograr la mejor solución habrá que buscar aquella nueva situación en la que el bienestar del sistema sea para todos los miembros, no para uno solo. Es decir, antepondremos el sistema al individuo, en este sentido. De esta manera todos ganan.
La tercera es que cualquier acción de un miembro repercute en todo el sistema
Tanto es así, que cualquier acción, por pequeña que parezca, repercute en todo el sistema, sea personal, familiar u organizacional/empresarial. Lo mismo ocurre con el cuerpo humano. Cualquier cambio en alguna de nuestras células o de nuestra codificación de ADN, dará características diferenciadoras respecto de otras personas o nuestro cuerpo funcionará de manera diferente. Por pequeño que parezca el cambio de una entre un millón de posibilidades. Afectará y mucho.
Hablando de sistemas, cualquier cambio se percibe en todo el sistema, pero no todos lo perciben con la misma intensidad. Dependerá de la posición de cada uno respecto al elemento variado, la cercanía, lejanía o relación entre ellos. Por ejemplo, en una gran empresa, un pequeño cambio a nivel ejecutivo repercute en el resto de la organización, pero al revés también ocurriría. Si se cambia algún aspecto de la producción a todos les acabará llegando dicho cambio, de una manera u otra y les afectará, según esto, en consecuencia.
La cuarta es que la persona pertenece a una red de sistemas, no a uno solo
Y esto, en ocasiones, lleva a que entren el conflicto los intereses de dos sistemas en los que la persona está inmersa. Todos no tienen los mismos intereses, las mismas metas y eso puede generar conflicto.
La quinta es que existen unas leyes sistémicas
Dichas leyes ayudan a los sistemas a crecer y evolucionar de una manera beneficiosa para la consecución de las metas propuestas, de una manera fluida, consciente y óptima. De este modo disminuirían los conflictos innecesarios y el consumo de energía personal y grupal inútil, llevando al sistema a la eficiencia en tiempo, energía y ganas.
Es aquí donde entraría el concepto de coaching sistémico.
Beneficios del coaching sistémico
Aprender a relacionarnos de una manera sana, trazando un nuevo camino para conseguir un determinado objetivo, teniendo en cuenta todo lo dicho anteriormente, nos llevaría al éxito en nuestra búsqueda de bienestar, tanto a nivel organizacional como personal.
Adentrarnos en nuestro interior para empezar esa búsqueda de recursos que todos tenemos para la consecución de aquello que queremos conseguir nos recuerda quiénes somos, y lo que somos capaces de hacer. Nos recuerda los talentos que todos tenemos. Nos muestra aquello que te puede limitar pero que eres capaz de dejar a un lado para llegar donde quieres llegar. Te hace consciente de tus acciones, de la repercusión que todas ellas tienen en tu vida y en la vida del sistema al que perteneces. Empezar esa búsqueda interior, donde tú eres quien reflexiona sobre qué haces, cómo y cuándo. Sobre para qué lo haces. Todo ello te abre ventanas que antes no abrías y, gracias a eso, ves cosas que antes no veías.
No podemos mirar a un lado, a nuestro futuro, dando un paso al frente, sin dejar de mirar a otro lado, a nuestro pasado y teniendo un pie atrás. De eso se trata, de caminar consciente, de avanzar, de llevarnos nosotros mismos, con ayuda del coach, al lugar donde queremos estar. Para ello el coach guía, hace reflexionar a la persona sobre lo que quiere, dónde llegar, cómo y qué puede impedirlo, sin decirle lo que debe hacer. Por este motivo el coaching es tremendamente potente, empoderador y eficaz: No hay mejor recurso que el que encontremos en nuestro interior.
Cómo te puede ayudar el Coaching Sistémico
Una sesión de coaching sistémico te puede ayudar si...
Te ves envuelto en un problema, o situación difícil para ti y no sabes qué hacer para que mejore.
La motivación, las ganas de seguir avanzando en la consecución de cualquier meta, se han desvanecido con el tiempo.
Crees que necesitas un cambio para vivir en armonía contigo mismo y con el mundo. Si quieres cuidarte como mereces y respetarte.
Sientes frustración por llevar una vida que en realidad no quieres y crees que es el momento de decir “basta” y actuar.
Has dejado de confiar en tus posibilidades para afrontar cualquier situación y crees que es el momento de desistir, con la desmotivación que ello conlleva.
Un programa de coaching te llevará al empoderamiento personal, con todo lo que ello conlleva. El coaching te invita a dejar de ser espectador de tu vida para ser el actor principal. Toda tu vida en tu mano. Eso es el coaching.