¿Sabemos fracasar? ¿Qué concepto tenemos sobre el fracaso? ¿Qué connotación le damos y con qué lo asociamos?
La Real Academia Española define fracaso como “malogro o resultado adverso de una empresa o negocio” y siempre que nos referimos al fracaso, usamos sinónimos del tipo derrota, frustración, desilusión,... asignándole una connotación negativa.
Podemos fracasar en cualquier ámbito de nuestras vidas, sea personal o profesional: una ruptura sentimental, que nos despidan de nuestro trabajo o que fracase nuestro negocio.
Cualquiera de estas situaciones describe una realidad, el acontecimiento de unos hechos que nos afectan y en los que nosotros hemos tenido una parte de responsabilidad, seamos o no conscientes de ello.
Fracasar no es lo mismo que ser un fracasado
El fracaso hace referencia a que algo no ha salido como nosotros esperábamos, es un hecho objetivo. En cambio, el sentirse fracasado es una interpretación subjetiva que hace referencia a cómo me veo yo en relación al hecho concreto.Pongamos un ejemplo, en las mismas circunstancias familiares y económicas, quedarse sin empleo puede ser interpretado por dos personas de manera muy distinta. Una puede vivirlo como un fracaso y como un desastre del que difícilmente se recuperará, afectando a su autoestima y autoconcepto y otra puede interpretarlo como una oportunidad para evolucionar, para probar cosas nuevas e incluso para montar su propio negocio.
Por tanto, podemos afirmar que ante el fracaso, hay tres maneras de reaccionar:
Resignación, pensar que soy un fracasado y que no hay nada que hacer al respecto. Es una actitud propia de personas con baja autoestima y escasa seguridad en sí mismas, conformistas y a las que no les gusta salir de su zona de confort.
Victimismo, se quejarán de la situación, culpabilizando a los demás de su fracaso para dar lástima con la finalidad de que otras personas les solucionen sus problemas y se hagan responsables de su vida.
Superación, analizan de manera objetiva y crítica la situación, sopesando qué parte de responsabilidad tienen en lo que les ha sucedido. No viven el fracaso como tal sino como una oportunidad para aprender, crecer y evolucionar. Piensan que de todo lo que les sucede en la vida, pueden extraer una lección y se quedan con lo positivo de las experiencias vividas.
Desde el punto de vista del Coaching Transaccional, las dos primeras actitudes o maneras de reaccionar ante el fracaso corresponden a un Estado del Yo Niño bien sea sumiso (en el primer caso) y entre sumiso y rebelde (en el segundo supuesto) y ambos están poniendo de manifiesto una personalidad poco madura y autocrítica que difícilmente va a conseguir sus objetivos en la vida pues no tienen espíritu de superación personal. Tanto la resignación que nos lleva al bloqueo y a la parálisis como la queja que nos lleva al victimismo nos mantienen en la inacción y, por tanto, en la no consecución de nuestras metas.
Por el contrario, la tercera actitud es propia del Estado del Yo Adulto que se responsabiliza de sus decisiones y acciones, siendo capaz de asumir sus consecuencias. Son personas con una buena autoestima, seguras de sí mismas, que conocen sus fortalezas y vulnerabilidades, que no están pendientes ni necesitan de la aprobación de los demás, por lo que pueden reconocer sus errores y aprender de ellos. Creen que de todas las experiencias, tanto las positivas como las negativas, se puede aprender y que todas las vivencias suman. No tienen miedo de fracasar porque saben que forma parte del camino y que sin aprender de las caídas es imposible superarse y evolucionar.
¿Por qué tenemos tanto miedo al fracaso?
En nuestra cultura, el fracaso está mal visto, ya he explicado que se asocia a derrota y a decepción. Por tanto, desde pequeños se nos educa en esta idea, considerando el fracaso como algo imperdonable.Hay varios factores que nos hacen temer el fracaso:
Poca seguridad en nosotros mismos y en nuestros recursos y capacidades.
Excesivo perfeccionismo.
Ser muy críticos con nosotros mismos.
Anticiparse a los resultados.
Baja tolerancia a la frustración.
Buscar la aprobación de los demás y basar nuestra autoestima en nuestros logros.
El arte de saber fracasar
Aunque parezca sorprendente e incluso chocante, he titulado este artículo el arte de saber fracar refiriéndome a lo importante que es interpretar el fracaso como una oportunidad y un aprendizaje y no como una derrota porque muchas personas abandonan sus sueños y sus proyectos por el miedo a fracasar, resignándose a llevar una vida que no les satisface y renunciando a su felicidad.Por eso considero que tendría que enseñarse a las personas desde la infancia a saber fracasar, cambiando la creencia y la interpretación que tenemos del fracaso y despojándolo de connotaciones negativas.
¿Te has parado a pensar todo lo que harías si no tuvieras miedo al fracaso? Por eso, hablo del arte de saber fracasar porque aquella persona que fracasa, aquella persona que se cae y se levanta fortalecido, habiendo aprendido de la experiencia, lejos de ser un fracasado, es una persona valiente que se construye día a día, superándose a sí misma y desarrollando una resiliencia que le llevará a triunfar en la vida.
El escritor Elbert Hubbard afirma que:
El mayor error que puedes cometer en la vida es tener constantemente miedo de que cometerás uno.
Elbert Hubbard
Nota: El artículo ha sido publicado originalmente en Saludterapia.