La depresión ha sido definida como una de las grandes plagas de nuestro siglo. Existen varios tipos de depresión (exógena, endógena y acompañadas por déficit en la producción de neurotransmisores: serotonina, dopamina). Según los expertos, las causas y los efectos de los medicamentos para la depresión siguen siendo en la actualidad bastantes desconocidos. El número de personas diagnosticadas con esta enfermedad (aunque tampoco se tiene claro si es o no una enfermedad) aumenta exponencialmente año tras año generando cientos de millones de dólares de beneficios para las grandes farmacéuticas que fabrican y comercializan antidepresivos.
En un artículo cuyo extracto cito a continuación del Dr. José Ramón Alonso (párrafo extraído de su página web) ofrece una visión bastante interesante y en mi opinión muy acertada acerca de lo que es la depresión nerviosa hoy en día y de lo que ésta viene a decirnos de cada uno de nosotros y de la sociedad con la que convivimos:
En España, varias fuentes hablan de 4 a 6 millones de personas afectadas y es la segunda causa, tras la enfermedad común, de baja laboral. Un estudio reciente (Mykletum et al., 2009) indicaba un aumento del riesgo de mortalidad entre las personas con depresión similar al de los fumadores
Un libro, Manufacturing Depression, por Gary Greenberg, psicólogo clínico, considera que estos números son una farsa trágica, no porque la gente no esté deprimida sino porque, según él, en la mayoría de los casos su depresión no es un trastorno mental, sino una respuesta sana a un mundo aberrante. Básicamente, Greenberg considera que hemos convertido en enfermedades cosas naturales como la melancolía o la tristeza y que la invención de los antidepresivos diseñados para liberar a la gente de estos síntomas es una conspiración de las farmacéuticas para pegar una cara sonriente sobre un mundo que nos da suficientes motivos para sentirnos mal. Según Greenberg, esta actuación coordinada va destinada a convencernos de que lo que tenemos es un desequilibrio químico, no un problema existencial. Greenberg critica también a la psiquiatría actual, en pleno proceso de la revisión del DSM, indicando que los profesionales están ampliando los criterios diagnósticos con lo que más y más personas quedarán etiquetadas como afectados por una enfermedad o trastorno mental. Ello tendrá consecuencias para las compañías aseguradoras, el sistema judicial, las pensiones, los costes de la sanidad. Y aunque él no lo diga, para la imagen que tenemos, como sociedad, de nosotros mismos.
En este artículo el Dr José Ramón Alonso nos aproxima a la profundidad de lo que la depresión nerviosa significa realmente en nuestra sociedad. Si sólo en España contamos por seis millones las personas que han sido diagnosticadas y tratadas debemos hacernos una idea clara de que otra parte de la sociedad muy seguramente pasará por un episodio de depresión nerviosa al menos una vez en su vida (sin diagnosticar y sin tratar) y además nunca formarán parte de esas estadísticas.
Muchas personas que pasan el mal trago de padecer este estado no buscan ayuda, o se niegan a recibirla. No obstante es importante reconocer al menos por nosotros mismos que algo nos está pasando, pues al tomar conciencia de nuestra situación siempre resulta más fácil empezar el camino que pueda ayudarnos a superar estos estados de la vida.
La depresión nerviosa o síndrome depresivo puede identificarse por una serie de síntomas muy característicos que empiezan con un profundo estado de tristeza y melancolía y un terrible malestar hacia la propia vida que causa estados de verdadera desesperación para quien lo vive. Puede llegar a convertirse en un estado cronificado o ser muy prolongado, donde una extensa sintomatología se repite constantemente y es recurrente.
Los síntomas del síndrome depresivo destacan por ser claros y precisos:
Profundo sentimiento de culpa y auto-castigo
Sensación de incapacidad para llevar a cabo a veces hasta las tareas más sencillas (lentitud de movimientos, capacidad de reacción mermada)
Fuerte pérdida de la autoestima con una distorsionada auto-imagen (generalmente negativa, degradada, y nunca adecuada a la realidad del sujeto, muchas personas dejan incluso de asearse)
Sentimiento de infravaloración
Trastornos del sueño: insomnio o por el contrario ganas de dormir más horas de las habituales
Conducta alterada, pérdida de memoria y serias dificultades para concentrarse e incapacidad para tomar decisiones
Trastornos del apetito: bulimia y/o anorexia, consuelo en la comida, gula
Fatiga intensa que no mejora con el descanso y marcado desgano físico
Tristeza profunda y melancolía con episodios de llanto (angustia) y auto-compasión
Pensamientos pesimistas y negativos, desesperanza absoluta y marcada tendencia al suicidio (en depresiones muy profundas, cuando la persona ha perdido toda esperanza por salir de ese estado o ya no le encuentra sentido a la vida)
Apatía y/o pérdida absoluta de interés por realizar cualquier tipo de actividad que antes resultaban placenteras para la persona (ocio, relaciones personales y sociales, trabajo, hobbies, intereses, etc.)
Desinterés por el entorno, las personas, actividades en general (aislamiento social total en algunos casos severos)
Marcada falta de vitalidad en general y sistema inmune debilitado (con mayor probabilidad de contraer cualquier tipo de enfermedad)
Dolores corporales (musculares, en articulaciones)
Ausencia de apetito sexual y/o desinterés total o parcial
Según el caso, irritabilidad, ansiedad y marcado nerviosismo
Causas o posibles causas del síndrome depresivo
La depresión nerviosa puede tener su origen en factores tanto internos (endógenos: desequilibrios neuroquímicos) como exógenos (influencia por el entorno). La medicina alopática clasifica la depresión endógena como depresión biológica (y se cree que podría ser hereditaria), y la depresión exógena como depresión reactiva causada por factores externos concretos (por ej. el estrés). No obstante es interesante advertir que en ambos casos los síntomas pueden llegar a ser muy parecidos.
Como causas endógenas es importante destacar la baja producción del neurotransmisor serotonina (encargada de regular el estado de ánimo, la memoria, el deseo, el apetito, y el comportamiento), precursor de la melatonina (responsable de regular el sueño) así como la deficiente producción de triptófano un aminoácido que tiene como función regular la serotonina. El desequilibro de este importante neurotransmisor está íntimamente relacionado con el desarrollo de la depresión, así como el comienzo de una depresión se halla caracterizado por una disminución de este neurobioquímico.
Las causas exógenas del síndrome depresivo pueden enmarcarse dentro de:
Hechos concretos: como por ejemplo la muerte de un ser querido, la pérdida del trabajo, estrés de todo tipo (emocional, familiar, laboral, estudios, físico), ruptura de una relación, una enfermedad grave (por ej. cáncer), soledad, dependencia de algunas drogas, medicamentos, insatisfacción con la vida, sentimiento de frustración constante, entorno hostil, estrés post-traumático, presenciar algún hecho especialmente traumático, situación social, relaciones personales. Algunos estados de la vida como la adolescencia y la vejez también pueden ser causa del síndrome depresivo.
Otra serie de factores que influyen en el desarrollo del síndrome depresivo incluyen:
Baja auto-estima, culpa constante, baja valoración de uno mismo, sentirse desvalorizado por el entorno, la desesperanza ante alguna situación que se cree sin solución, la tendencia a aislarse socialmente, visión pesimista y negativa de todo lo que le rodea, sentimiento profundo de no tener ningún control sobre la propia vida, no poder realizarse personal y/o profesionalmente por circunstancias diversas, miedos, ansiedades, falta de actividad física, mala nutrición durante períodos prolongados de tiempos (como causa de un desequilibrio neurobioquímico: disminución en la producción de serotonina), no tomar iniciativas (por falta de energía, apatía o desesperanza) ante una situación que podría ser vivida de forma diferente evitando así la conducta negativa crónica que llevará indefectiblemente al desarrollo del síndrome depresivo.
(Ha de notarse que tanto las causas como los síntomas en sí son bi-direccionales)
Las personas con marcadas características que podrían llegar a desarrollar una depresión nerviosa, destacan por su marcado nerviosismo, irritabilidad, episodios de emotividad algunas veces acompañadas por llanto (angustia profunda), melancolía (donde creen o están convencidos de que todo tiempo pasado ha sido mucho mejor y desean volver a él), con un nivel muy elevado de insatisfacción tanto con ellas mismas como con el entorno (personas y situaciones), poseen una importante tendencia a preocuparse en exceso por todo, a veces se muestran temperamentales, pero también demuestran una gran generosidad e incluso en algunas ocasiones una gran compasión. No obstante como sus sentimientos son cambiantes e inestables y su sintomatología recurrente, también pueden mostrarse odiosos, individualistas y declarar un gran odio y desprecio hacia todo su entorno, este comportamiento se debe básicamente a sus altos niveles de frustración donde creen que nadie ni nada pueden ayudarlos a sobreponerse de su estado de desesperanza y volver a confiar en la vida, las personas y el mundo. Se sienten profundamente solos y abandonados, y les es realmente casi imposible desprenderse de ese terrible sentimiento que se acompaña de una profunda tristeza.
Las causas de una depresión nerviosa son realmente variadas, y en una sola persona puede darse el caso de que sean varios o uno solo el factor que la active. Cada persona lo vive de manera única e individual, y lo que a un ser humano podría motivarlo a buscar un cambio positivo en su vida, a otra podría llevarla a un profundo estado depresivo con un marcado sentimiento de fracaso. Se trata de un momento de la vida especialmente delicado por el cual alguna vez, todas las personas pasarán en mayor o menor medida, pues es inherente a la misma y son estados que se han de vivir y pasar para poder transcenderlos y recuperarse. En mi opinión se trata de estados que no son evitables y deben ser asumidos como la respuesta sana y lógica a los avatares de la vida.
Diagnóstico del síndrome depresivo
Generalmente quien realice un diagnóstico tan delicado deberá ser un profesional preparado para ello (psicólogo) quien realizará todas las pruebas adecuadas para determinar el tipo de depresión que la persona padece así como ayudarle a determinar cuáles han sido las causas de ésta en caso de que se trate de un factor exógeno desapercibido por el paciente. Normalmente la medicina tradicional alopática tratará la depresión de origen endógeno con antidepresivos, que si bien regularán neurobioquímicamente el cerebro de la persona afectada, dejará a su paso una extensa lista de efectos secundarios. Si la depresión es de origen exógeno la terapia cognitivo-conductual de la mano de un psicólogo cualificado será de gran ayuda, pero es muy posible que debido a este mismo estado, necesite regular la producción de neurotransmisores y por ende también necesite el apoyo químico como parte del tratamiento. Por lo general, el profesional se guiará por los síntomas, la realización de cuestionarios y/o test y la actitud en sí del afectado que deberá al menos presentar cinco de los síntomas mencionados.
Cuando una persona comienza a manifestar un marcado malestar con la vida acompañada de algunos de los síntomas propios del síndrome depresivo no será difícil realizar un diagnóstico certero. Si contamos con que la propia persona sea consciente de su estado, entonces también habrá muchas y reales posibilidades de una recuperación que podría llevar mucho menos tiempo que con otras personas que no son capaces de percatarse de su propio estado.
En este mismo blog puedes acceder a los cuestionarios ADO (cuestionarios de auto-diagnóstico orientativo) si sospechas o crees que puedes estar pasando por una depresión nerviosa.
Tratamientos sin antidepresivos químicos
Existen diversos y muy eficaces tratamientos de la depresión nerviosa que no tienen relación con la toma prolongada de antidepresivos (re-captadores de la serotonina), pues estos tratamientos son muy largos y con efectos secundarios indeseables que tardarán en desaparecer. En casos muy graves (por ej. donde la persona haya intentado suicidarse) lamentablemente la intervención por parte de la psiquiatría no será evitable a menos que el individuo se halle en un momento en el que pueda tomar por sí mismo la decisión de acudir a tratarse con terapias menos agresivas e igualmente efectivas. Pero llegados a este punto, cualquier tratamiento natural será muy prolongado y los efectos no serán inmediatos en algunos casos (que dependen de las condiciones externas e internas de la persona tratada) y de todo su conjunto.
Los tratamientos naturales más eficaces para el tratamiento de un síndrome depresivo de leve a moderado abarcan:
Suplementos especializados de nutrición ortomolecular: las personas con síndrome depresivo llevan tanto tiempo de daño celular sobre sí, que es absolutamente necesario llevar su organismo a un nuevo equilibrio bioquímico. De esta forma comenzar por desintoxicar su cuerpo, limpiarlo profundamente de todas las toxinas acumuladas (incluso por pensamientos negativos constantes sobre sí mismos), una alimentación desastrosa y la posible toma de medicamentos alopáticos es un paso fundamental. Será preciso depurar, re-equilibrar y re-nutrir todas las células, teniendo en cuenta como punto de partida principal el de estimular especialmente la producción de neurotransmisores y la recuperación de la vitalidad.
Nutrición Ortomolecular: la alimentación jugará un papel muy importante en la recuperación, y supondrá una gran ayuda para el restablecimiento bioquímico de todo el sistema (hormonal, producción de neurotransmisores, detoxificación interna, mejora del funcionamiento del sistema nervioso, neuronal, digestivo, intestinal, fortalecimiento inmunológico y físico general) además formará parte de la prevención en el desarrollo de cualquier posible patología derivada de un estado depresivo prolongado.
Fitoterapia: donde ciertos compuestos fitoquímicos y/o principios activos de algunas plantas tienen el poder de estimular la producción de serotonina y tranquilizar como es la Hierba de San Juan o Hipérico.
Esencias florales de Bach: que aunque sutil su efecto es catalizador, llevando a la persona a un profundo estado de visión interior-exterior y aportando muchas veces el primer haz de luz.
Homeopatía: representa una opción altamente eficaz para el tratamiento de condiciones crónicas como resulta ser la depresión nerviosa y sin efectos secundarios desagradables, arroja una visión integradora y completa que atiende tanto los síntomas físicos como psicológicos y emocionales.
Yoga y meditación: imprescindibles para poner el cuerpo en movimiento y normalizar todos los canales energéticos estancados, la meditación por otro lado tiene entre tantos buenos de sus efectos, el de regular la producción de numerosos neurotransmisores.
Otras ayudas extras que serán de especial interés podrán ser:
Terapia psicológica: con la ayuda de un buen terapeuta que pueda prestar apoyo y orientación durante todo el proceso hasta la mejora total del paciente.
Realización de actividades de forma gradual y moderada: sin exigirse demasiado intentar volver a integrase poco a poco a la vida social y a la recuperación de las relaciones personales y sociales. Realizar actividades como la danza, el baile, o la pintura (actividades creativas que sean liberadoras) se puede conseguir desprenderse de la sensación de aislamiento en la que la persona se halla sumida.
Estar en contacto con la naturaleza: es esencial para una recuperación bien lograda, el contacto con la naturaleza permite el reencuentro con la vida, y es por tanto un paso imprescindible si realmente se busca salir del estado del síndrome depresivo.
Cada persona requerirá de unos tiempos que son imposibles de predecir para alcanzar su recuperación, dependerá en gran medida de lo profundo que sea su estado y de lo afectado que se halle el paciente. También será de elección individual la aplicación de una terapia u otra o varias compatibles al mismo tiempo. Pero lo que sí es importante destacar es que sí o sí será necesaria la ayuda profesional y terapéutica sobre todo en los casos más graves y prolongados.
Un pensamiento acerca del síndrome depresivo…
Encontrar el sentido de la vida y nuestro lugar en el mundo es muchas veces una ardua tarea, titánica y de una profundidad incómoda pero absolutamente necesaria. La causa mayor de la depresión nerviosa -esta gran peste de nuestro siglo- no es otra que el tremendo descontento con quien creemos ser y quienes somos en realidad (en mi opinión un estado no evitable, pues todas las personas en algún momento de nuestras vidas pasaremos por un episodio similar o una depresión declarada como respuesta sana al entorno en un momento determinado, bajo circunstancias concretas). Este conflicto que surge cuando un factor se presenta en nuestras vidas como el detonador principal, no es sino el miedo abrumador de encontrarnos con nuestras verdades y hacerles frente para que todo pueda empezar a cambiar.
La sociedad nos impone un modelo de vida irreal, insufrible, insoportable que acaba llevándonos al abismo de lo que podemos humanamente soportar. Si nunca tomamos consciencia de ello, podremos quizás vivir una vida a medias. A medias entre el auto-engaño y la frustración constante y paralizante de estar viviendo una vida vacía que se convierta solo en existencia. Pero si somos lo suficientemente valientes para enfrentarnos al dragón, (lo cual no siempre significa matarlo o eliminarlo) sino aprender a convivir con él de formas nuevas, habremos logrado vencerlo para siempre.
Puede que la depresión nerviosa sea tan sólo un camino más de tantos para llevarnos hacia el auto-conocimiento, el camino hacia la esencia de uno mismo. Puede que sea el filtro necesario para ver que lo que nos rodea no sólo no nos hace felices sino que además tampoco es lo que deseamos en realidad. Saber lo que no queremos nunca ha sido lo difícil, saber lo que queremos es realmente lo complicado. No asustarnos ante la desesperanza y permitirnos la re-invención como si de un nuevo nacimiento se tratase es a la vez que liberador, gratificante. Sea este síndrome-peste del siglo XXI la vía tortuosa que nos lleve hasta los confines de un nuevo mundo que debamos descubrir.
Un viaje de mil millas, comienza con el primer paso
Lao Tsé
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