En palabras de Jon Kabat Zinn, “la aceptación significa ver las cosas como son en el presente”. Es decir, si padeces una lesión crónica, no te gusta tu estado físico o lo que sucede en tu entorno, el primer paso para sentirte mejor es aceptarlo.
Al aceptar una situación, aprendes a verla tal y como es.
Cuando una persona se resigna ante un hecho de su vida diaria, confiere un gran poder al exterior de lo que sucede. El sufrimiento aumenta, ya que da la sensación de que no se puede hacer nada por resolver esa dificultad.
Al optar por la resignación, ante los hechos que parecen inamovibles, tu cerebro recibe el mensaje claro y diáfano de que nada se puede hacer, y de que todo tiene que seguir igual, pase lo que pase.
En cambio, cuando aprendes a aceptar una situación desagradable pero no a resignarte por ella. Tu mente capta la señal de cómo son las cosas ahora, en este momento y lo acepta.
Pero no es que lo acepte sin más, es que lo acepta desde la óptica de la realidad. Y una de las cosas que la realidad nos enseña es que nada es permanente. Ni lo que nos parece estupendo ni lo que te aterra.
Es por esto, que cuando aceptamos con el corazón, nos llenamos de energía para tomar acción.
¿Qué tal si probases a aceptar la situación en la que te encuentras?
Por otra parte, ¿qué otro momento para gustarte que el momento presente? Puede que tu cuerpo este sobrepasado de peso. ¿Cómo crees que sería más fácil bajar de peso y adquirir hábitos saludables?
¿Diciéndote cada día delante del espejo lo gordo que estás? ¿que deberías adelgazar por que te ves horrorosa?
Aceptarte tal y como eres es el paso previo para poder cambiar.
Por otra parte, si decides resignarte entonces el cambio no será fácil de generar sino que incluso puede que ni se produzca.
Es conveniente aclarar que por el hecho de aceptar las cosas, no implica que tengas que tolerar aquello que te resulta molesto, o que te tenga que gustar.
Ni tampoco que te tengas que olvidar de tus principios, o no implicarte cuando consideras que se cumplen injusticias a tu alrededor.
Más bien, se trata de llegar a un punto donde eliges ver las cosas tal y como son. Para que cuando sucedan realidades incómodas, que no nos gusten, estés ahí, plenamente presente.
Lista o listo para aceptar que eso ha sucedido y así tomar decisiones para cambiar lo que si depende de ti.
Por último, el hecho de estar presente tiene una vinculación clara con la capacidad de aceptar o no una situación.
Cuando nuestra mente está constantemente embotada en pensamientos acerca del futuro o del pasado, y nosotros nos identificamos con estos pensamientos, entonces resulta más cómodo mentalmente resignarse que aceptar algo.
Como si el hecho de perdernos en ideas pasadas o futuristas, complicase la labor de aceptar las cosas tal y como son.
Es por ello que con la práctica de la atención plena, de estar presente al momento, estos pensamientos no se disuelven pero ya no resultan tan potentes.
Dejando espacio así para que surja la conciencia personal. Una conciencia que permite ver la realidad tal y como es, y facilita el camino para aceptar las cosas tal y como son.