Cada año nos encontramos con la misma situación: la navidad no empieza el día 24 de diciembre sino un par de semanas antes la mayoría de las veces y en el mejor de los casos. Cenas de empresa, cenas con amigos, cenas con familiares a los que los días señalados no podremos ver, o que simplemente nos apetece hacer una comida o una cena especial para agasajar a quienes nos invitan los días clave. Tenemos suerte si además no coinciden cumpleaños. Somos seres sociales y como tal nos gusta reunirnos en fechas como estas, alrededor de una mesa para celebrar el año que se acaba.
Y como cada año, tenemos un ojo puesto en la báscula. ¡¡Y no es para menos!!
Nos pasamos 334 días cuidando todo lo que entra por la boca para que en poco más de 4 días se vaya todo al traste. Para algunos (los que menos) volver a la normalidad no supone ningún esfuerzo, tienen esa maravillosa herencia genética derrochadora que les resuelve el inconveniente rápidamente. Para otros, la cosa es bien distinta. Otros hemos nacido con una afanosa genética ahorradora que no tiene miramientos en cuanto a guardar se refiere. La sorpresa, en la mayoría de los casos, es desconcertante: ¡¡¡pero si me he controlado!!! Es la exclamación típica de quienes no comprenden la razón exacta de porque hemos engordado tanto.
¿Quién le dice a una suegra entregada, que ha pasado todo el día en la cocina, que vamos a comernos solamente una tercera parte, lo que con tanto amor, nos ha preparado?
O, ¿quién quiere ser el raro del grupo que aparta la mayoría de los ingredientes de los entrantes, que sólo come una pequeñísima porción, o ninguna, del segundo plato y que mira, intentando disimular una calculadora de calorías en su cara, al ver el postre?
¿Serás tú quien diga que “no” a ese prodigioso, sublime y soberbio postre que tu hermana, tía, amiga o quien sea que lo haya preparado?
Está claro que en días como éstos es muy complicado mantenernos a raya. Nos sentimos acorralados y la verdad es que en estas fechas somos mucho más susceptibles a dejarnos llevar por la tentación, con la idea en mente y la firme convicción de que en Enero ya nos desharemos del estropicio. “¡Qué caray! un día es un día”.
Os voy a dar 6 trucos para que lo que queda aún de despropósito alimenticio no suponga la ganancia de peso y si la supone, que no vaya más allá de un par de kilos, eliminables fácilmente después de Reyes:
Desayunar de forma consistente. De esta manera llegamos a la comida con menos hambre y con muchos menos antojos. Elegir un desayuno rico en proteínas y grasas y muy bajo en carbohidratos. Por ejemplo: una fruta entera, no zumo, a ser posible cítrica (naranja, mandarinas, pomelo), una tortilla francesa, un huevo duro o pasado por agua y un cuarto de aguacate o un puñadito de frutos secos crudos (nueces, nueces de macadamia, almendras o avellanas). Podemos añadir un té, infusión o café si nos apetece.
Beber agua. Ese día beber más agua de lo habitual nos hará sentir más saciados además de hidratados.
Muévete. Los que hacéis ejercicio de forma regular, es buen momento para entrenar antes de la comida. Es una manera de vaciar el glucógeno almacenado en el músculo y así, aunque comamos algo más de lo habitual (hidratos de carbono) no contribuiremos a engrosar nuestros depósitos grasos. Lo ideal es un entreno con pesas o ejercicios de fuerza y potencia que son los que reducen el glucógeno muscular. Los que no soléis hacer ese tipo de ejercicio no os quedéis en casa, salid a la calle o al monte a andar a paso bien ligero, que notéis el corazón acelerarse. El ejercicio regula el hambre, mejora la sensibilidad a la insulina y segrega endorfina (hormonas de la felicidad). Nos sentiremos muy bien y con menos tendencia a los antojos.
En la comida:
Elige proteínas y grasas antes que hidratos de carbono (pan, harinas, azúcar, etc…). La proteína y la grasa sacian mucho más y no alteran la insulina de la forma que lo hacen los carbohidratos. Retendrás muchísimo menos líquido y acumularás mucha menos grasa aunque te parezca una contradicción. Afortunadamente en navidades se suele encontrar más carne, pescado o marisco en las comidas y cenas de lo que es habitual, por lo tanto escoger ese tipo de alimento es mucho más sencillo.
Elige alimentos integrales en lugar de refinados siempre que puedas.
Elige vino o cava brut en lugar de cerveza, cócteles, zumos o alcoholes dulces.
En el postre recuerda que el primer bocado sabe riquísimo, el siguiente también y así durante los primeros 4-5 bocados, los otros ya no aportan el mismo placer por lo que no merece la pena seguir comiéndolos. No te prives, pero déjalo cuando ya no sientas la misma sensación única del principio.
Al final de la comida toma una infusión digestiva o si lo toleras, un café solo. La cafeína aumentará tu metabolismo e incluso acelerará el tránsito intestinal haciendo que los alimentos ingeridos pasen el menor tiempo en tu intestino. No son fechas para pensar en nutrirnos de forma adecuada, seamos realistas.
Al día siguiente, si puedes, haz ayuno. Puedes tomar infusiones como el té verde o café. Por la noche no tomes más hidratos de carbono (cereales -pan, pasta, harinas, etc…-, legumbres) ni lácteos ni nada azucarado o endulzado, elige una porción de proteína (mejor pescado) y acompáñalo de verduras.
Teniendo en cuenta estos trucos observarás que puedes comer mucho más de lo que imaginas, de todo lo que te sirvan en el plato, podrás disfrutar el triple y no engordar, y si lo haces, verás que ha sido muy poco peso y el mismo será agua, más que grasa, y que en cuanto empieces con tu rutina de alimentación normal, no te costará nada perderlo.
Disfruta de las fiestas sin sentirte culpable y recuerda que es mucho más importante como te alimentas el resto del año que estos días.
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