A día de hoy, no podemos negar que existe toda una generación mujeres que ha vivido (y todavía vive) para agradar a los demás: primero a sus padres, luego a sus maridos y después -y para colmo-, también a sus hijos. Con semejante herencia, no es de extrañar que todavía a muchas de nosotras se nos resista decir que “no” a los deseos de los demás, para decirnos “sí” a nosotras mismas.
Seguramente, si le preguntas a tu abuela -y quizás no sea necesario irse tan atrás en el tiempo- si ha hecho de su vida lo que de verdad le hubiera gustado, no te guste la respuesta. Puede que, como en la mayoría de los casos, no se haya dejado ser quien quería ser, – a veces porque no tenía otra opción, otras porque ni se le pasaba por la cabeza decidir por sí misma-.
Así, todavía hoy, muchas generaciones de mujeres nos hemos criado en un entorno en que la mujer, ha cumplido con su rol de madre y esposa, pero pocas veces ha primado sus deseos. Por eso, comprobar cómo ciertas mujeres de tu familia han vivido su vida como observadoras y no como protagonistas, da qué pensar.
Con estos antecedentes, no hacer lo que se espera de una, es todavía una losa que sigue pesando horrores para muchas de nosotras. Tal es la carga, que incluso hay quien se convence de que es mejor seguir la corriente que plantarse y ponerse por delante. En tal caso, el camino hacia la infelicidad está asegurado.
¿Cómo dejar de ser complaciente?
Dejar de complacer es dejar de poner en manos de otros tu amor propio y tu autoestima. Por eso, entrenarse en este campo, es en mi opinión de las decisiones más importantes que hay que tomar en la vida, pero es una tarea que no terminará nunca y por la que no debes criticarte si, en ocasiones, te sigue costando llevarla a cabo. Te dejo las 5 claves que para mi han sido reveladoras:
1. Ser honesta contigo misma. Como ya viene siendo un clásico, es la clave fundamental para dejar de poner a los demás por delante de ti misma.
No pasa nada porque expreses tu sentir. Desarrolla asertividad.
Exprésate tal cual eres, no temas llevar la contraria. Desacuerdo no es sinónimo de rechazo. No niegues tu manera de pensar.
2. No hacerte responsable de las emociones de los demás. Que alguien se sienta ofendido cuando tú no cubres sus expectativas no es problema tuyo.
3. Poner límites. No digas sí cuando desear decir no. Manifestar rechazo cuando algo no nos gusta no es un acto de maldad, ni te van a dejar de querer porque lo hagas, es un acto de amor por ti misma, y el primer paso para que te amen los demás.
4. Estar dispuesta a no gustar. Pagar el precio de perder la relación, de no agradar. Este es el paso quizás más complicado, a nadie nos gusta sentir que no agradamos (estamos educadas en eso), sin embargo, resulta liberador cuando dejas de poner tu autoestima en manos de los demás.
5. Huir de relaciones tóxicas. Hazlo por favor. Si para esa persona nunca llegas a ser suficiente sal corriendo. Deja de moldearte, no intentes ser quien no eres solo para contentarla. Cuando alguien no te valora, no lo hará ni aunque te empeñes, y por el camino te habrás dejado tu identidad. Toma distancia y protégete.
Por último, me gustaría recordarte que no debes nada a nadie. Deja de compararte. Mereces todo lo bueno de la vida solo por existir, no tienes que ganarte el amor de los demás. Deja de poner en la mano de los demás tu amor propio y el respeto a ti misma. Deja de intentar agradar. No te disculpes todo el tiempo por no hacer lo que no te apetece.
Vayamos poco a poco hacia una sociedad en la que las mujeres dejemos de cargar con culpas tóxicas -que ya se ha encargado de promover la religión cristiana- . Vayamos dejando que nos afecte cada vez menos la opinión de los demás y el miedo a sentirnos rechazadas.
Que tu amor propio y tu autoestima vayan siempre por delante.
Un abrazo,