A veces, sentimos una necesidad de dar a los demás que no viene desde el corazón; sino que consciente -o en muchas ocasiones de manera inconsciente, esperamos que todo lo que damos nos venga de vuelta. Podemos llegar a hacerlo para que nos aprueben, para agradar, por miedo a perder a esas personas, o por puro compromiso. Muchas relaciones entre padres-hijos, pareja, amigos, compañeros de trabajo, y otras, pueden verse sin querer en este círculo vicioso. No será sano para nosotros dar de esta manera, pues cuando la otra persona no actúe como tú necesitas nos frustraremos y nos decepcionaremos. En realidad, es porque no has dado desde el corazón.
Cuando das desde el corazón lo haces con total desinterés. Sale de ti de manera natural. Dar por el placer de dar. Si lo llevas al nivel consciente comprendes que cuando das sin necesidad de recibir nada a cambio, así es como te llenas.
Muchas personas que han pasado por mi vida y que están en ella, me han enseñado a dar de esta manera. Saber pedir ayuda de una forma madura, sin poner la responsabilidad en el otro; y estar abierta a recibir y valorar todo lo que los demás te dan -aunque solo sea su valioso tiempo, te hace sentir un profundo agradecimiento, qué mejor manera de dar y de recibir que agradecer igualmente desde el corazón.
Para llegar a dar de esta manera y que a otra persona le llegue de igual forma al corazón, es necesario estar en paz con uno mismo; entonces podrás dar lo mejor de ti. No estarás dando porque en realidad huyes de tu ser, o de tu pasado; o estás queriendo aparentar una persona que no eres. Darás por amor a los demás y a ti mismo. Lo que no te sale, no te sale, no hay que forzar el dar, no hay que dar porque nos sentimos solos, por ganarte a la gente, por compensar aquello que anhelamos en nuestras vidas, por compromiso como he dicho antes, o de forma egoísta: porque queremos recibir.
Lo que sale del corazón llega directo al corazón.
Dar desde el corazón. Pixabay.com
Pensar en todas las personas anónimas que os han ayudado sin que vosotros hicierais nada por ellos. Pensar en todas las veces que ayudasteis a un desconocido sabiendo que nunca podría devolverte nada. ¿No es precioso? Mirar con estos ojos es valorar la auténtica belleza de la vida. Agradece que pasen estas cosas fuera y dentro de ti.
Por este motivo, y con este pequeño matiz: dar siempre será mejor que recibir.
Y tú… ¿desde qué lugar das a los demás?