Me encuentro totalmente atrapada por la historia que cuenta Jesús Villanueva en su libro El fuego de Bronce sobre la derrota que sufrieron las tropas de Nelson en Tenerife aquel memorable 25 de julio de 1797:
Las incansables aguadoras de Santa Cruz suben agua y víveres por escarpadas cumbres para proveer a los defensores de la ciudad contra el ataque de las tropas inglesas. De repente, una de ellas suelta su cántaro y se queda absorta al descubrir un girasol que, en plena noche, mira a la luna en lugar de agachar la cabeza como todos sus compañeros...
Una alarma se enciende en mi cerebro...algo no cuadra... ¡¿girasoles en la montaña de Paso Alto?! Además, esta imagen se corresponde con otra narrada en un emotivo libro que leí hace meses,"En algún lugar", de mi primo Javi Carretero...
Me despierto desorientada cuando el libro resbala de mis manos ¡Otra vez me ha vuelto a pasar! Como decida sentarme un momento a leer después de comer antes de retomar el trabajo de la tarde, la modorra me vence y me "traspongo"( como dice mi madre), con la diferencia de que, mientras a ella le sabe como una siesta en toda regla, a mí me deja peor que antes de abrir el libro.
Sé que hay estudios que defienden los beneficios de una siesta de no más de 20 minutos (¿de verdad se puede llamar a eso "siesta"?) al afirmar que "mejora el estado de alerta e incrementa la capacidad de concentración por la tarde". Incluso he leído que "para un impulso de energía basta con una microsiesta de 10 minutos".
Como siempre digo, cada persona es un mundo y lo que para mí pueda resultar contraproducente (como una de esas microsiestas) a ti puede funcionarte excepcionalmente, pero si eres de los que se despiertan, como yo, después de esta "trasposición" cansados, de mal humor e incluso hambrientos, atiende a este nuevo estudio que concluye que "Un paseo después de comer se ha demostrado que combate la modorra propia de la hora además de cambiar perceptible e inmediatamente el estado de ánimo y la habilidad para manejar el estrés durante la tarde."
Sabemos de sobra que caminar es muy beneficioso y que es uno de los mejores ejercicios que podemos realizar sea cual sea nuestra edad y nuestro estado de salud, por no hablar de que más fácil y más económico no podría ser, pero, si aún te quedan dudas, repasa cuidadosamente esta infografía sobre los beneficios de caminar publicada en la sección de salud del New York Times.
Publicado por Well (NYT) y traducido por C. Abad
Mientras la mayoría de los estudios se han focalizado generalmente en los efectos beneficiosos pero paulatinos del ejercicio sobre la salud a largo plazo, pocos se han centrado en los cambios inmediatos que produce en el estado de ánimo de las personas el realizar algún tipo de actividad física, incluso ligera y de corta duración, en mitad de la jornada laboral.
El estudio del que os hablo lo publicaron investigadores de la Universidad de Birmingham en la revista científica Scandinavian Journal of Medicine and Science in Sports y para realizarlo reclutaron voluntarios que trabvajaban en la misma universidad realizando labores sedentarias de oficina advirtiéndoles que lo único que se les pediría sería que caminaran media hora en su descanso para el almuerzo 3 veces por semana. Curiosamente, después de esta advertencia, la mayoría de los 52 de los 56 voluntarios que se presentaron fueron mujeres, hecho que explica la directora del estudio arguyendo que para la mayoría de los hombres "simplemente caminar" es una actividad tan suave que no les merece la pena perder tiempo en ella (no sé, no sé, a mí se me ocurren también otras explicaciones...).
Antes de comenzar se realizaron a los voluntarios varios test físicos y psicológicos concluyendo que, aunque no estaban del todo en buena forma, su salud física y psíquica era en general buena. El siguiente paso fue dividirlos aleatoriamente en dos grupos, uno de los cuales empezaría de inmediato su programa de diez semanas de paseos mientras que el segundo lo comenzaría diez semanas más tarde, sirviendo mientras tanto como grupo de control.
Un problema que se presentaba era el evaluar los posibles cambios en el estado de ánimo como consecuencia de la realización del ejercicio sin interferir con la actividad normal de los participantes para que la situación en que se realizaba el experimento fuera lo más parecida posible a un día laborable normal.La solución fue instalar en los teléfonos de los voluntarios una aplicación que evaluaría su estado de ánimo mediante la contestación a una serie de preguntas referidas a su nivel de estrés, motivación, tensión, entusiasmo, fatiga física, agobio laboral,... Estas encuestas debían contestarlas cada día de trabajo por la mañana y por la tarde, tanto si habían realizado ejercicio como si no.
Se trataba de comparar las respuestas del grupo que caminaba a la hora de comer frente al que no lo hacía y también si cada persona del grupo de caminantes en particular respondía de forma diferente los tres días de la semana en que daba su paseo de media hora al resto de los días.
En definitiva, como ya habrás supuesto, las respuestas fueron sustancialmente diferentes cuando los voluntarios habían dado su paseo de media hora antes de volver al trabajo por la tarde. Así, sus test reflejaron que se sentían considerablemente más relajados, menos tensos e incluso con más ganas de volver al trabajo y afrontar la tarde que cuando no caminaban. Aunque los autores no midieron la productividad de estos sujetos por la tarde, dado que el nivel de positivismo y entusiasmo son factores claves en el desempeño del trabajo,sería de esperar que la productividad fuera también mayor entre los voluntarios que habían realizado ejercicio.
Asimismo, tras las diez semanas se realizaron medidas de constantes relacionadas con la salud como índice de masa corporal, índice cintura cadera, proporción de grasa, tensión arterial y colesterol observándose que este corto paseo tres veces por semana había servido también para optimizarlas.
Así que, después de echar otro vistazo a todos los beneficios que me puede aportar algo tan sencillo, he tomado una decisión: los días que tenga un ratito de descanso antes de volver al trabajo (sólo necesito según este estudio media horita), venceré la tentación de abrir el libro (uf, eso me va a costar) y, para alegría de mi perro Toby que me acompañará, ¡cambiaré el sopor de la sobremesa por un tonificante paseo!
¿Qué me dices? ¿Te apuntas?
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