Observa tu vida.
Observa lo que tanto te preocupaba hace unos años y cómo hoy en día carece de importancia.
Observa los deseos que tenías hace tiempo y cómo muchos quedaron atrás siendo sustituidos por otros.
Observa al final del día cuántos y cuántos pensamientos has tenido. Muchos de ellos ya ni los recuerdas.
Y es que todo es efímero, transitorio, impermanente. Las personas, acontecimientos, sentimientos, emociones,… llegan y se van. Lo que antes “era” ya no “es”. Todo está en constante cambio, evolución, transformación y movimiento. Entonces… ¿qué sentido tiene aferrarnos a algo? Nos agarramos a todo aquello que nos produce placer o seguridad, cuando en verdad nada tenemos. No estamos en esta vida para poseer, sino para vivir lo que nos llega.
Si te fijas, nada “es” lo que “fue”. Las infinitas variables que interfieren en la vida, se van conjugando de manera que constantemente vamos recibiendo nuevas experiencias que van dejando su huella en nosotros.
El otro día alguien me preguntaba “¿qué es fluir?”. Fluir es reconocer, aceptar, asumir que lo que ha ocurrido hace cinco segundos, horas, días o años… ya no existe. Fluir es acoger lo que el instante presente nos trae, sea lo que sea, sin desear que sea distinto de cómo se nos presenta. Fluir es permanecer abierto a lo nuevo. Sólo así podremos dar lugar a que nuestra situación cambie. Si nos agarramos a lo que sentimos, fuimos o a nuestros deseos, viviremos una y otra vez el sufrimiento de no poder alcanzar lo que “fue” y ya no “es”. Muchas veces no nos gusta nuestro presente y lo que hacemos es refugiarnos en el pasado o en la imaginación de cómo nos gustaría que fuese. Si no te gusta tu presente ¡VÍVELO!, experiméntalo, acógelo, sólo así podrás permitir que algo nuevo llegue a tu vida.