Para ello, Down España ha editado un especial que describe con detalle las patologías más frecuentes y las revisiones recomendadas.
La posible interacción en las personas con síndrome de Down de problemas psicológicos o psiquiátricos comunes con los propios de la discapacidad (patología dual), exige que su diagnóstico no se base exclusivamente en la sintomatología detectada, sino también en el conocimiento en profundidad del paciente.
¿Cuáles son los principales trastornos mentales asociados al síndrome de Down?
Trastornos del estado de ánimo
Depresión
Alrededor del 20% de las personas con síndrome de Down la padece en algún momento. Una reacción a pérdidas suele ser el desencadenante principal.
No suele expresarse a través de la palabra sino por pérdida de habilidades y de memoria, enlentecimiento de la actividad, poca motivación, inatención, cambios en el apetito o en el ritmo de sueño, alteración de las capacidades cognitivas, tendencia a la desconexión y al aislamiento, soliloquios e ideas delirantes (rasgos psicóticos), labilidad afectiva, pasividad y/o llanto. Pueden presentarse también como una semiología somática.
De ahí que las manifestaciones deberán distinguirse de las producidas por deterioro neurológico (demencia), patologías orgánicas (hipotiroidismo o diabetes), o alteraciones de tipo psicótico.
-Manía y trastorno bipolar
Pueden pasar desapercibidos si se presta atención a uno solo de los episodios, el de la fase depresiva, sin percibir la fase maníaca. Con todo, es posible que la trisomía del par 21 represente un factor de protección frente al trastorno bipolar.
En el síndrome de Down se suceden la fase maníaca y la depresiva con rapidez. En la fase depresiva es difícil que la persona verbalice sus sentimientos de tristeza, invalidez o culpa, y que, en cambio, se muestre retraída, irritable y sin interés por actividades con las que antes disfrutaba. En la fase maníaca aparece hiperactividad, agitación, ataques de furia y desasosiego.
Esquizofrenia
Es poco común en el síndrome de Down. Cuando aparecen manifestaciones de tipo psicótico es necesario descartar problemas orgánicos, sobre todo la demencia de la enfermedad de Alzheimer (EA), en la que los deterioros cognitivos son más intensos y de aparición más tardía.
Son frecuentes los soliloquios, amigos imaginarios y fantasías, condiciones que pueden incluso constituir un apoyo al normal funcionamiento y control de situaciones.
Cuando quedan fuera de control y ocupan papeles excesivos en la vida diaria o se confunden con la realidad, debe sospecharse una desorganización psicótica.
-Autismo
Alrededor de un 10% de los niños con síndrome de Down padecen autismo. En sus primeras manifestaciones puede confundirse con un retraso evolutivo, falta de motivación e incluso con sordera.
El autismo limita mucho más que el síndrome.
Si un lactante con síndrome de Down no fija la mirada a su debido tiempo, no interactúa, no comparte intereses, no desarrolla el lenguaje, no repite palabras, no organiza un juego simbólico, no se deja tocar o no le gusta el contacto físico, le cuesta cambiar sus rutinas y realiza estereotipias o movimientos repetitivos, debe descartarse la coexistencia de un trastorno del espectro autista.
Trastornos de ansiedad
En este apartado, el trastorno obsesivo-compulsivo es el que con mayor frecuencia aparece en el síndrome de Down.
Su diagnóstico es complicado porque a menudo se confunde con el orden y el control y se potencia su conducta.
En el síndrome de Down son más frecuentes las conductas compulsivas que las obsesivas: ordenar, almacenar, mantener costumbres rígidas y el enlentecimiento obsesivo.
Trastornos del comportamiento y de la conducta
-Trastornos del sueño
El insomnio, los terrores nocturnos y el sueño agitado son muy frecuentes en la población infantil con síndrome de Down.
Los malos hábitos pueden favorecerlos.
Es muy importante diferenciarlos de las apneas del sueño que pueden provocar alteraciones de conducta, falta de atención, hiperactividad e, incluso, agresividad.
Es preciso incorporar siempre la evaluación del sueño dentro de la historia clínica de cada paciente para categorizar estas posibles manifestaciones.
Trastornos del movimiento (tics y estereotipias motrices)
Son frecuentes en las personas con síndrome de Down y pueden tener base orgánica o psicológica. A veces generan un efecto sedante, pero habitualmente las estereotipias tienden a aislar o a desconectar al sujeto del medio social y a llevarle a un estado de ensimismamiento.
En el adulto se observan conductas como la agitación de manos, balanceos, emisión de ruidos con la boca o manipulación de objetos de forma repetida. Si la conducta repetitiva interfiere en las actividades de la vida cotidiana debe abordarse su tratamiento.
El trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH)
Es relativamente frecuente en el síndrome (entre un 8 y un 12 %).
Sin embargo, el que un niño se mueva o no atienda no tiene por qué implicar que lo padezca.
Las particularidades psicosociales de los niños con síndrome de Down pueden plantear problemas de escolaridad que generen situaciones de estrés importantes que llevan al niño a oponerse, agitarse, provocar, no atender, no permanecer en su sitio o mostrar conductas desafiantes.
El trastorno de oposición desafiante (TOD) o negativista desafiante
Es sobre todo frecuente en niños y adolescentes. No debe confundirse este grave problema con la oposición, quizás mal expresada, al trato infantilizante y poco respetuoso que reciben algunas personas con síndrome de Down.
La prevalencia de un trastorno de conducta desorganizadora sin especificar (TCD-SE)
En las personas con síndrome de Down se estima entre un 8% y un 12%.
Puede aparecer precozmente antes de los tres años de vida. Las conductas desafiantes, hiperactividad y falta de atención que comporta deben una vez más diferenciarse de las debidas a la propia percepción de la discapacidad, sin significación patológica, pero favorecidas por factores predisponentes (ansiedad, frustraciones, sobreexigencias, el rechazo y/o el descontrol de impulsos).
Debe tenerse siempre en cuenta que alteraciones similares a las aquí expuestas pueden derivar de patologías médicas: dolor físico, hipertiroidismo, trastornos del sueño y efectos secundarios farmacológicos (estimulantes, medicamentos sintomáticos para resfriados y asma, cafeína), o de problemas neurobiológicos, psicológicos y socio-ambientales (el maltrato físico, sexual o psicológico, la ausencia de oportunidades, la falta de participación, el descuido de las necesidades, la tensión del cuidador o el refuerzo de conductas inadaptadas).
Mutismo selectivo
Es poco frecuente en el síndrome de Down.
En la mayoría de los casos, el comienzo de la inhibición del habla suele coincidir con un cambio más o menos abrupto y prolongado o con una situación frustrante en que el sujeto pasa de un medio conocido y seguro (el familiar) a otro desconocido e incierto (jardín de infancia, parvulario, escuela, ingreso hospitalario, cambio de lugar de residencia, etc.).
Se acompaña de ansiedad social, retraimiento, negativismo y comportamiento oposicionista.
Continuamos éste artículo en la entrega de mayo.
Para cualquier duda que pueda surgir, dejo el enlace de la publicación original de Down España