Sí, amiguitos, queramos o no, la quimioterapia actúa tan tan bien, que achicharra todo lo que se mueve por tus interiores, incluida la pobre y única neurona que tenías funcionando.
Hay multitud de artículos que documentan este dato, pero ya sabéis que ni soy médico ni lo quiero ser, por lo que eso se lo dejo a tu especialista y yo os traslado mi experiencia personal y algún que otro truquito que a mí me ha venido muy bien.
Los expertos reconocen que las secuelas neurológicas pueden aparecer incluso años después de terminar el tratamiento, y pueden variar dependiendo del tipo de cáncer, de la duración del tratamiento, de la combinación de quimioterapia empleada o de la dosis de fármacos acumulada. Un estudio de la misma universidad señaló recientemente que hasta el 30% de las mujeres con cáncer de mama sufría algún tipo de secuela cognitiva dos años después de la ‘quimio’ (EL MUNDO, 24/08/2008) Sólo un ejemplo.
Os confieso que los primeros meses lloraba como una niña chica porque no pillaba los chistes. Ya me váis conociendo, y mi sentido del humor me acompaña siempre. Y perdí esa chispa, pero no sólo eso: no comprendía la chispa de los demás y pensaba que se reían de mí. Hasta que, durante una sesión de radioterapia, comentando lo “pava” que estaba, me aclararon que no, no me había vuelto tonta (más aún), era un efecto de la quimioterapia que tardaba en irse.
A partir de ahí, intenté perdonarme por:
No poder leer un libro porque al día siguiente no recordaba ni una palabra de lo leído.
No acercarme a cualquier tipo de formación o curso porque no era capaz ni de repetir lo básico.
Tener que gastarme un potosí en agendas cuquis que me salvaran de perder citas médicas, cumpleaños o reuniones del cole.
No acordarme del nombre de algún conocido cuando, detrás de una gran sonrisa, se interesaban por mi salud.
Quedarme en blanco durante una conversación, daba igual si seria o banal.
No recordar lo que comí ayer, y poner tortilla hoy y huevos fritos mañana.
Llevar a las consultas médicas listas interminables de preguntas porque, cuando me surgía la duda, o lo apuntaba o quedaba en un cajón de mi cerebro del que nunca encontré la llave.
Cambiar las noticias por los Simpson , porque me aburrían tanto que prefería mil veces a Homer que al presentador del informativo de las tres.
Hubo mil detalles más que me llevaban por la calle de la amargura, porque me cuesta mucho perdonarme, porque mi perfeccionismo conmigo misma (valga la redundancia) es casi enfermizo, y, fundamentalmente, porque nadie me informó correctamente de por qué sufría aquello y del futuro lleno de purpurina que llegaría.
Y en ese futuro estoy, volviendo al instituto para mejorar mi vida laboral, presentándome a oposiciones internacionales que me suben la autoestima hasta el infinito, leyendo todas las noches antes de que Morfeo me abrace, integrada 100% con el mundo de la prensa. En definitiva, lo que era Estefanía A.D.C (antes del cáncer).
Por si quieres intentar alguno, te digo “detalles” que me han ayudado (mucho) a llevarlo mejor:
Si te gusta leer, no renuncies. Pero adapta la lectura. Yo encontré verdaderas joyas facilonas, ágiles, sin que necesitaras recordar muchos datos y ligeros. Os aseguro que terminar cualquiera de ellos era una sonrisilla para mis adentros y Obama susurrándome en el oído “Yes, we can”.
Hay mil millones de modelos de agenda. Si sigues de baja médica, por ejemplo, dedícate una mañana a pasear por cualquier librería ojeándolas, eligiendo, imaginándote para que usarlas y si son útiles. No pasa nada por depender de unas hojas preciosas llenas de pegatinas molonas y escritas en bolis de colores. Y si eres tan digital como yo, hay muchas aplicaciones que no dejarán ni un solo dato al aire. A por ellas!!
Un poco de esfuerzo, sin caer en la rutina, por tu parte. Metas muy muy pequeñas, alcanzables, que no te frustren si no llegas. Da igual: hacer el cálculo de los deberes de tus cachorros, intentar calcular el importe de la compra cuando llegues a caja…todo vale para despertar a la neurona durmiente.
Si eres fanática de la tecnología, como yo, quizás lo tengas un poquito más fácil. Hay mil juegos de memoria, cálculo, o cualquier cosa que te haga mantener la mente despierta y encima sea agradable. Si me conocéis, sabréis que he estado enganchada al Candy Crush®, al Picross, Sudokus, aquel japonés que te activaba la memoria desde una Nintendo Ds®…Vale que soy una viciada, pero siempre lo he hecho pensando en recuperar mi 100% mental (excusa válida para hijas adolescentes que te regañan por llevar muchas horas con la tablet)
El CROCHET. Mi descubrimiento más bonito, porque, además de tenerme activa, el resultado no me puede gustar más. He hecho ya casi de todo: cestas, bolsos, bolsas, diademas, zapatillas, bufandas…y lo que más me gusta es que, para colmo, relaja. Al tener la mente entretenida en puntos altos, bajos, cadenas y vueltas, olvidas tus penurias por un ratito, concentrada en que te cuadre ese punto puff que aprendiste anoche.
Espero que alguno de mis “truquis” te sirvan. Y, por supuesto, estoy deseando que me cuentes los que te funcionaron a tí.
Os leo!!
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