Según aseguran los expertos en salud mental, el sufrimiento es la primera causa del suicidio, del que tan poco nos gusta hablar. Cuando sufrimos, nuestra mente queda bloqueada y nada parece tener sentido. Sentimos como una si una gran tormenta hubiera arrasado con toda nuestra alegría y bienestar. Aún así, el sufrimiento siempre es una gran oportunidad para reflexionar que, de otra manera, no haríamos.
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El sufrimiento es una oportunidad
Podríamos decir que el sufrimiento nos pone en contacto con nuestra vulnerabilidad y consigue que aflore una parte nuestra que está más allá del intento de control. Nuestro mundo interior se hace visible cuando nos visita el sufrimiento, haciéndonos conscientes de nuestras verdaderas necesidades e inquietudes. Podemos decir entonces que, por mucho que huyamos de él, el sufrimiento puede convertirse en un gran amigo.
Después de una etapa de sufrimiento, siempre nos impulsamos de nuevo, con energías renovadas y perspectivas más realistas que nos permitirán superar, con más facilidad, los distintos obstáculos.
Es cierto que, para aprovechar el sufrimiento de verdad, necesitamos trascenderlo. Para ello es imprescindible que nos demos cuenta de la diferencia que existe entre el dolor y el sufrimiento. El sufrimiento aparece cuando no aceptamos una situación de dolor, del tipo que sea. Cuando se acepta el dolor, el sufrimiento desaparece. Continuaremos sintiendo dolor pero en una dimensión mucho más soportable que antes.
No obstante, existen muchos tipos de sufrimiento, haciéndose necesaria una clasificación para comprender la diferente naturaleza de los mismos. Podríamos decir que existe el sufrimiento burdo, el sutil y el muy sutil.
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El primer gran sufrimiento
– El sufrimiento del sufrimiento: este tipo de sufrimiento estaría dentro de la categoría de sufrimiento burdo. En él se incluyen todos los tipos de sufrimiento relacionados con el dolor físico. Nuestro cuerpo tiene millones de receptores nerviosos. Cuando estos son activados se produce un estímulo doloroso que llega al cerebro. La mente entonces lo cataloga como dolor de cabeza o de muelas, calambre, dolor de espalda, vómitos o mareos. La sed y el hambre también están incluidos en este tipo de sufrimiento.
Este tipo de sufrimiento es el más incuestionable. Tanto un animal como el hombre más poderoso o sabio pueden padecerlo. Ningún ser desea este sufrimiento para sí mismo por lo que nos esforzamos en sobre manera para prevenirlo y erradicarlo.
El segundo gran sufrimiento
– El sufrimiento del cambio: este tipo de sufrimiento, a diferencia del anterior, no es tan evidente. Por este motivo estaría dentro del sufrimiento sutil. Es así denominado porque no lo percibimos como tal hasta que no lo tenemos delante.
El sufrimiento del cambio se presenta cuando dejamos de tener algo que consideramos que tiene mucho valor. Puede activarse cuando perdemos a un ser querido o cuando perdemos bienes que apreciamos. También aparece este sufrimiento cuando perdemos la salud.
Realmente, cada vez que llevamos a cabo una acción, el miedo a perder algo se oculta tras esa acción. Esto, por mucho que no queramos reconocerlo, nos hace muy infelices.
Se podría decir que la totalidad de los seres sufren muchísimo cuando aparece el sufrimiento de cambio en su vida. Sin embargo, no hacen nada para prepararse o prevenirlo, pues al ser tan sutil no se ve necesario. Cuando digo sutil no digo suave, sino todo lo contrario, es mucho más intenso. Es mucho más fácil de superar un dolor de cabeza que la pérdida de un ser querido, por ejemplo.
Por supuesto que el cambio es inevitable ya que sabemos que la naturaleza de la materia es impermanente. Sin embargo, si nos preparamos interiormente de forma adecuada, cuando el sufrimiento aparezca lo veremos desde una perspectiva diferente.
El tercer gran sufrimiento
– El sufrimiento que lo impregna todo: aunque su nombre podría sugerir que es fácil de reconocer, es justo al revés. También este tipo de sufrimiento es llamado muy sutil ya que no es nada fácil de reconocer.
Por mucho amor, logros o dinero que llegue a nuestra vida, siempre existe dentro de nosotros una sensación de vacío interior. Pocas personas reconocen este vacío. Utilizamos todo tipo de distracciones para tapar esa sensación de vacío. De hecho, es un vacío que nos angustia sin saberlo y del que queremos escapar constantemente. Intentamos llenar este hueco buscando poder, sexo, o cualquier tipo de adicción. Cualquier cosa con tal de no escuchar ese vacío que tanto nos aterra. Aun así, este vacío no se llenará por mucho que hagamos. Quizá podamos anestesiar la sensación de forma momentánea y creer que lo hemos erradicado, pero volverá a aparecer en cualquier momento.
Este vacío tiene su origen en el miedo y el desconocimiento de quién somos en realidad. Viene también de no comprender los diferentes estados de consciencia por los que vamos pasando. Debido a eso, la única manera de hacer frente a este sufrimiento es dirigiendo nuestra atención hacía adentro para alcanzar el conocimiento de quién somos en realidad.
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Meditación como solución al sufrimiento
Después de entender los tipos de sufrimiento que existen, podemos darnos cuenta de la importancia de la meditación para evitar sufrir, en gran medida.
La meditación, practicada de forma habitual, nos conecta con nuestra parte más profunda y esencial. Esta conexión nos permite llegar a conocer quién somos en realidad y evitar el sufrimiento que todo lo impregna.
Así mismo, una mente calmada, gracias a la meditación, evita que nos aferremos a situaciones y personas, consiguiendo vivir en el desapego. El desapego nos ayuda a evitar, en gran medida, el sufrimiento del cambio. Cuando somos capaces de disfrutar de las cosas o las persona sin apegarnos a ellas, vivimos en una dimensión de la existencia donde el sufrimiento es muchísimo menor.
De la misma forma con la práctica de la meditación es posible disminuir el sufrimiento del sufrimiento. Cualquier dolor, será mucho menos importante si nuestro estado general es de calma, cosa muy fácil de conseguir si meditamos. La meditación también nos ayuda a segregar, de forma habitual, sustancias que nos ayudan a paliar el dolor físico de forma natural.
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