¿Qué es el estrés y cómo tratarlo?

El estrés es una de las afecciones más habituales entre la sociedad española en los últimos tiempos.

Si lo entendemos, podemos tratarlo y prevenirlo.

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estrés


 
¿Qué es el estrés?


   

   

 

Los ritmos de vida habituales o las situaciones difíciles con las que nos encontramos a lo largo de la vida pueden generar frustración o nerviosismo entre otras sensaciones, lo cual se traduce con facilidad en tensión física y emocional.

Aunque el estrés normal puede llegar a ser positivo de manera puntual, ya que afecta a la motivación por adaptarse al medio o superar situaciones de presión, el hecho de no saber controlarlo o de permitir que siga creciendo suele generar un verdadero problema de salud mental. El estrés y la ansiedad se han asociado en muchas ocasiones y no se trata de algo casual, ya que van de la mano con relativa frecuencia.

Para poder sobrellevar el estrés y entender cuándo es necesario tratarlo con un profesional, es necesario saber en qué consiste realmente, qué tipologías existen, qué síntomas se presentan habitualmente o cuáles son sus causas, desencadenantes y consecuencias.

   

   

   

   

   

   

 

 

 

 

¿Qué es el estrés?

El estrés es la reacción habitual que los seres humanos presentamos ante situaciones de alta demanda que superan los recursos disponibles para resolverla.

Ante este estímulo la tensión se apodera de nosotros y, como hemos señalado, en pequeñas dosis puede resultar beneficiosa e incluso necesaria: nos mantiene alerta y nos ayuda a superar la presión y rendir a un nivel determinado, el cual probablemente decaería de no ser por este recurso inconsciente.

Nos referimos a un mecanismo intrínseco al ser humano, ya que en los orígenes de nuestra especie era imprescindible este estado de alerta para sobrevivir al entorno: se trataba de una respuesta ante cualquier peligro.

De este modo, aunque a día de hoy la vida nos resulte más sencilla, hemos adaptado esta sensación a las situaciones cotidianas convirtiéndola en una herramienta que nos permite mantener la motivación y superar la presión.

Sin embargo, más allá del estrés positivo, cuando éste se presenta en exceso las consecuencias pueden ser verdaderamente nocivas para nuestra salud física y mental. Así pues, conocer los motivos que nos llevan a estos estados y saber prevenir, gestionar y controlar la tensión puede evitarnos sufrir males mayores.

   

   

   

   

   

   

 

 

 

 

Principales tipos de estrés

Otro de los aspectos fundamentales que debemos conocer con respecto al estrés reside en sus tipologías.

Entender en qué momento nos encontramos nos puede ayudar a discernir cómo actuar ante determinados episodios: prevenir o evitar algunas situaciones, actuar de un modo u otro ante circunstancias complejas y saber cuándo buscar ayuda en profesionales son algunos de los factores clave a la hora de lidiar con el estrés.

En este caso vamos a clasificar los tipos de estrés del modo más habitual, según su intensidad, cómo afecta al día a día de quienes lo sufren y su durabilidad, que son factores esenciales a la hora de valorar el problema: estrés crónico, estrés agudo y estrés agudo episódico son las tres variedades que se pueden encontrar al tratar a cualquier persona afectada por esta dolencia.

   

   

   

   

   

   

 

 

 

 

Estrés crónico

El estrés crónico está considerado como el tipo de estrés más grave que se puede llegar a sufrir. Se trata de una afección que se da en situaciones con una solución muy compleja o improbable de la que además es imposible huir, por eso tiende a padecerse de manera continua durante toda la vida. 

Las guerras, una vida laboral desagradable de la que no se puede salir, los traumas o la pobreza y el hambre son algunas de las circunstancias en las que se suele desarrollar estrés crónico.

Este nivel de estrés suele ir acompañado de ansiedad y otros problemas de salud mental que dificultan la búsqueda de posibles salidas y soluciones, además de incitar ideas suicidas en los casos de mayor gravedad. 

Por otra parte, al mantenerse en el tiempo de manera constante puede generar también problemas de salud física de distinta índole. Si en algún momento tomas conciencia de encontrarte en esta situación lo más recomendable es que busques ayuda.

   

   

   

   

   

   

 

 

 

 

Estrés agudo

En el lado opuesto al estrés crónico nos encontramos con el estrés agudo.

Se trata de la tipología más habitual y que todos hemos llegado a experimentar en alguna ocasión. Cuando hablamos de este mecanismo como algo positivo ha de englobarse en este grupo; sin embargo, aquí también tendremos en cuenta situaciones cotidianas que llegan a superarnos y generarnos momentos desagradables.

Al sufrirlo de manera puntual no suele conllevar graves consecuencias -a no ser que sea algo recurrente durante periodos de tiempo muy prolongados-, pero sí que puede llegar a afectarnos tanto física como mentalmente.

Dolores musculares, pequeñas crisis de ansiedad, sobreexcitación del sistema nervioso y dolencias del aparato gastrointestinal son algunos de los problemas más comunes dentro de esta tipología.

No obstante, cabe señalar que este tipo de estrés se puede prevenir o combatir fácilmente, llegando a traducirlo en algo positivo cuando se controla de forma adecuada. Por el contrario, si no se detecta a tiempo o se permite su desarrollo, puede convertirse en un problema de salud mental.

   

   

   

   

   

   

 

 

 

 

Estrés agudo episódico

Precisamente cuando el estrés agudo no se ataja a tiempo o se convierte en algo intenso y cotidiano, pasaríamos a hablar de lo que conocemos como el estrés agudo episódico. Este tipo tiende a darse cuando las expectativas, aspiraciones o responsabilidades son más altas de lo que podemos afrontar. Es habitual que aparezca en pacientes con la mirada puesta en el futuro de modo insistente y preocupado.

Se trata de personas con propensión a tener un control absoluto sobre todo y que tienden a la irritabilidad y a discutir con facilidad, lo que conlleva que no siempre sea sencillo tratar este tipo de estrés. Aunque no es tan grave como el estrés crónico, es recomendable tratarlo con profesionales, puesto que puede derivar en presiones en el pecho y en episodios de ansiedad, fruto del pesimismo y negatividad que suelen relacionarse con este problema.

   

   

   

   

   

   

 

 

 

 

Factores de riesgo y desencadenantes de estrés

Por norma general el estrés está asociado a determinados desencadenantes que propician su aparición. ¿Puedes sufrir estrés si tu situación no se corresponde con alguno de ellos?

Es perfectamente posible, pero lo habitual es que alguno de estos factores esté facilitando que la tensión te afecte de manera desmedida.

Por un lado, nos encontramos con los factores internos, que son aquellos que tienen que ver con la psicología, y por otra parte analizamos los desencadenantes ambientales, también conocidos como factores externos.

Cuando se dan episodios de estrés -sobre todo cuando nos referimos a los de mayor gravedad- normalmente se da una combinación de factores internos y externos que desencadenan la dolencia, aunque no siempre ocurre así.

   

   

   

   

   

   

 

 

 

 

Factores internos

Uno de los factores internos que se asocia con este problema y que puede llegar a sorprenderte es la timidez, ya que algunos autores la relacionan con la predisposición al estrés de manera irrefutable.

No significa que todas las personas tímidas lo sufran ni que alguien extrovertido no pueda sufrirlo, pero ciertamente es un patrón que se repite, del mismo modo que ocurre con las personas tendentes a vivir episodios de ansiedad, otra dolencia íntimamente ligada con el estrés.

Al mismo tiempo se indican como factores internos aquellos que tienen que ver con nuestra forma de asumir las distintas situaciones que la vida nos presenta. La tendencia a pensar que no podemos controlar nada y que nada de lo que ocurra depende de nosotros mismos, suele generarnos un estrés que con el tiempo puede agudizarse y resultar peligroso.

La sensación de amenaza ante determinadas circunstancias también supone un nivel de tensión que no siempre podemos controlar; sin embargo, ante estas situaciones no todo el mundo reacciona del mismo modo: donde algunas personas sufren de estrés, muchas otras son capaces de ver oportunidades.

   

   

   

   

   

   

 

 

 

 

Factores externos

En el caso de los desencadenantes ambientales sucede algo similar a lo anterior. Las personas no siempre reaccionamos igual ante las mismas situaciones, pero sí que nos encontramos con circunstancias en las que el estrés es una reacción habitual.

Si piensas, por ejemplo, en el fallecimiento de un familiar o en le diagnóstico de una dolencia relativamente grave, lo más probable es que asumas la aparición de estrés como algo natural.

Se trata de momentos de choque que además no permiten la reacción o la solución por parte de quien las vive, y éste es uno de los aspectos más habituales en relación con el estrés.

Son, además, situaciones inesperadas y que rompen con el curso normal de los acontecimientos, que son otros dos factores que propician la aparición de estrés y ansiedad en muchas de las personas que las viven.

El despido de un trabajo que no se contemplaba o incluso eventos concebidos positivamente como un nuevo empleo, pueden ser cambios tan radicales que acaben derivando en momentos puntuales de estrés.

   

   

   

   

   

   

 

 

 

 

¿Cuáles son los síntomas más habituales del estrés?

A la hora de hablar sobre los síntomas del estrés es importante diferenciarlos de las consecuencias, las cuales veremos más adelante.

Cuando hablamos de síntomas nos estamos refiriendo a aquellas reacciones que nos pueden estar indicando un episodio actual de estrés, mientras que las consecuencias están relacionadas con dolencias posteriores y generalmente de mayor gravedad.

El listado de síntomas que suelen relacionarse con el estrés es muy amplio y responde a aspectos físicos, anímicos y comportamentales, por lo que a continuación los dividiremos en estos tres campos.

No obstante, cabe señalar que ni están todos los que son ni son todos los que están, ya que muchas de estas muestras de estrés son fruto de la somatización y ante esto cada cuerpo puede reaccionar de una forma.

En cualquier caso, la coincidencia de varios de estos aspectos en tu día a día de forma habitual debe suponer una pequeña alerta, que no una alarma. Se trata simplemente de prestar atención a las señales y saber gestionar las situaciones cuando el estrés hace acto de presencia.

   

   

   

   

   

   

 

 

 

 

Síntomas de estrés que se manifiestan físicamente

Los síntomas de estrés de carácter físico son los que se reconocen con más facilidad, aunque es cierto que no siempre somos capaces de relacionarlos con esta dolencia, de ahí que se señale que son algo difusos.

Sin embargo, la aparición de varios de ellos al mismo tiempo suele tener que ver con estos episodios.

El cansancio y la fatiga, el insomnio o descontrol en los horarios del sueño o el dolor de cabeza suelen aparecer con mucha frecuencia en los pacientes que sufren estrés, del mismo modo que aparecen también las dolencias musculares, los problemas gastrointestinales o las presiones y dolores en el pecho.

Otro de los factores que desconocemos y está íntimamente relacionado con el estrés es el descenso del apetito sexual, que cuando coincide con el resto de aspectos suele ser un indicador clave de estrés.

   

   

   

   

   

   

 

 

 

 

Síntomas de estrés a nivel anímico

Por otra parte, ¿qué síntomas anímicos relacionarías con el estrés? Por lo general solemos cuidar poco nuestro estado anímico, psicológico y emocional, lo que hace que nos demos cuenta tarde de la aparición de algunos síntomas que pueden estar indicándonos altos niveles de estrés.

En este caso hablamos de factores menos notorios, pero igual de graves -o incluso más- que los aspectos físicos relacionados con las tensiones.

De hecho, algunos de los síntomas anímicos relacionados con el estrés son al mismo tiempo afecciones de salud mental, como son la ansiedad o la depresión, muchas veces confundida con la tristeza.

El nerviosismo y la irritabilidad también forman parte de este grupo de síntomas que también incluyen estados como la desmotivación, la desilusión o el sentimiento de que todo te supera.

   

   

   

   

   

   

 

 

 

 

Cambios comportamentales como síntoma de estrés

Por último, nos encontramos con los síntomas de estrés relacionados con el comportamiento; una lista complicada, ya que en muchas ocasiones se trata de actitudes que uno mismo no es capaz de percibir -y mucho menos de relacionar con el estrés-, pero para el entorno son fácilmente detectables.

El problema es que el estrés no puede convertirse en la justificación ante cualquier comportamiento, por lo que debe atajarse lo antes posible para evitar hacer daño a quienes nos rodean.

La ira o el aislamiento social son algunos de los comportamientos más evidentes para las personas que conviven con alguien afectado de estrés.

Otras actitudes como la propensión a los malos hábitos y al consumo de sustancias nocivas como alcohol, tabaco o drogas, pueden resultar menos evidentes -porque suelen esconderse-, pero son un claro indicativo de estrés. 

Los malos hábitos alimentarios y la disminución o desaparición de la práctica de deporte por parte del paciente también pueden asociarse al estrés, aunque no son relevantes si no se relacionan con otros síntomas, puesto que pueden responder a un sinfín de dolencias o situaciones personales diferentes.

   

   

   

   

   

   

 

 

 

 

Principales causas de estrés en la sociedad española

Aunque a veces percibamos las causas de estrés como algo negativo no siempre tiene por qué ser así, en muchos casos son aspectos positivos los que acaban derivando en estos episodios.

En la mayoría de las ocasiones las consecuencias también suelen ser benignas, pero esto también puede acabar pasándonos factura si no sabemos controlar y poner límites al estrés.

La Sociedad Española para el Estudio del Estrés y la Ansiedad establece que existen tres fases en cualquier cuadro de estrés, que inicia con una fase de activación ante una situación inesperada de tensión o de alta necesidad de recursos, donde las personas nos preparamos ante el estímulo en cuestión.

A partir de este momento, aparece el mantenimiento del estado de alta actividad, donde el pico de estrés es más alto y a la vez prácticamente imperceptible, ya que nos encontramos inmersos en el punto álgido del estímulo recibido.

Por último, cuando dicho estímulo se resuelve, llegamos a un punto de desgaste o cansancio. Esta fase se corresponde con el agotamiento relativo al final de la actividad y es aquí donde se requieren los límites: hasta este momento todo ha consistido en un episodio normal de estrés, pero no dejarlo atrás a tiempo puede convertirse en una de las mayores causas de estrés agudo o estrés agudo episódico.

El conocido como estrés laboral es uno de los más habituales causantes de este proceso, en el que también se engloban asuntos familiares y de pareja, económicos y financieros o traumas y golpes inesperados.

   

   

   

   

   

   

 

 

 

 

Consecuencias comunes del estrés

Cada cuerpo es un mundo y puede reaccionar al estrés de muchas maneras diferentes, pero ¿Cuáles son las consecuencias más habituales que puedes sufrir a causa del estrés?

Teniendo en cuenta el aspecto de la somatización que te comentábamos anteriormente, es importante saber que los episodios de estrés descontrolados pueden afectar también a la salud física y causar problemas severos de salud mental, por lo que no es ninguna broma.

El sistema nervioso, el sistema endocrino y el sistema inmunológico se ven afectados frecuentemente como consecuencia del estrés. 

Además, órganos vitales como los riñones o el corazón pueden verse afectados cuando los episodios son de alta intensidad o continuados en el tiempo. 

Hay estudios que certifican problemas de gravedad como infartos o algunos tipos de cáncer que han sido propiciados por el estrés, aunque no haya sido el único causante de la dolencia.

Otras dolencias de carácter más leve, aunque también desagradables, son el acné, las cefaleas crónicas y migrañas, los trastornos menstruales, vómitos y diarrea o problemas de la piel como la psoriasis. 

En otro orden de cosas, el estrés también puede tener como consecuencia algunos problemas mentales como la ansiedad, la depresión e incluso la esquizofrenia en casos extremos.

   

   

   

   

   

   

 

 

 

 

Cómo afrontar el estrés

A la vista está que el estrés sin control puede acabar teniendo consecuencias serias para nuestra salud, por lo que es esencial prestar atención para poder prevenirlo, gestionarlo o tratarlo llegado el momento si es necesario.

Observando los síntomas mencionados anteriormente y analizando si se dan algunas de las causas y desencadenantes que pueden acabar propiciando estrés agudo, podemos tomar conciencia de su padecimiento, pero ¿Cómo debes actuar ante estas situaciones para evitar que tu nivel de estrés no vaya a mayores?

   

   

   

   

   

   

 

 

 

 

Prevención

Cuando decimos aquello de más vale prevenir que curar no nos estamos refiriendo únicamente a las enfermedades físicas, puesto que en la salud mental también es imprescindible tener en cuenta este aspecto.

En el caso del estrés la prevención es necesaria para no llegar a sufrir episodios agudos o incluso que se convierta en algo crónico.

En muchas ocasiones hemos visto cómo las personas aprovechan aficiones como la pintura para deshacerse del estrés.

En realidad, no existe una hobby concreto para dejarlo atrás, se trata de hacer cosas que te gustan e intercalarlas con tus obligaciones para no centrar todo el tiempo en aspectos negativos o menos agradables.

Con respecto a las obligaciones, mantener un orden y una organización que te permita llevarlas al día te ayudará a que no se acumulen, reduciendo así las posibilidades de sufrir estrés.

Por último, el sueño y el ejercicio físico se antojan fundamentales a la hora de poner límites al estrés.

Son dos factores esenciales para la salud en general y los aspectos mentales no escapan a ello: un buen descanso diario y la práctica de deporte varias veces por semana te serán de gran ayuda para lograrlo.

   

   

   

   

   

   

 

 

 

 

Gestión

Cuando el estrés se ha apoderado de nosotros de manera moderada, gestionarlo resulta relativamente sencillo manteniendo una higiene.

Las mismas actividades señaladas anteriormente para su prevención, pueden ser realmente útiles para revertir la situación y alcanzar algo de tranquilidad.

Al mismo tiempo, rodearte de familiares y seres queridos y desahogarte con ellos te puede resultar de gran ayuda.

Además, es fundamental saber aceptar las situaciones y asumir cuándo algo se escapa de nuestro control y no lo podemos cambiar; las técnicas de meditación y relajación son importantes para conseguir entender estos aspectos y liberarte del estrés en determinados momentos.

   

   

   

   

   

   

 

 

 

 

 

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Tratamiento

Por último, el tratamiento del estrés se antoja fundamental cuando se alcanzan unos altos niveles, prácticamente irreversible si no se cuenta con ayuda.

Es imprescindible saber reconocer cuándo llega este momento y parar para consultar con un profesional y llevar a cabo unas pautas que mejorarán notablemente tu salud mental, algo que, como hemos visto, no se debe descuidar bajo ningún concepto.

En Tu Psicoayuda somos especialistas en el tratamiento del estrés y la ansiedad y te ofrecemos terapia para resolverlo, tanto online como de manera presencial. Cuenta con nosotros si consideras que necesitas ayuda para controlar, gestionar o tratar tu estrés independientemente de cuál sea su nivel.

   

   

   

   

   

   

   

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