En este artículo, queremos darte a entender qué es la obesidad desde un punto de vista de la fisiopatología, es decir, desde la parte de la biología que estudia el funcionamiento de un organismo o de un tejido durante el curso de una enfermedad.
Entender la obesidad desde el punto de vista de la ciencia
La obesidad se considera actualmente como uno de los principales problemas sociales y de salud.
Esta patología lleva consigo una acumulación excesiva de grasa corporal, lo cual viene asociado a un mayor riesgo para la salud.
Aunque el aumento en la grasa corporal en su totalidad ya supone en sí un riesgo para la salud, la cantidad de grasa abdominal, en particular la grasa abdominal visceral, se ha relacionado con un aumento de la comorbilidad (enfermedades coexistentes o adicionales relacionadas con el diagnóstico inicial) y la mortalidad.
Ese exceso de grasa a nivel central se considera un factor de riesgo por sí mismo a la hora de estar más expuestos a adquirir patologías relacionadas con el síndrome metabólico, diabetes mellitus tipo II, enfermedades del corazón, accidente cerebrovascular, apnea del sueño, hipertensión, dislipidemia, resistencia a la insulina, la inflamación, y algunos tipos de cáncer.
A continuación, enumeraremos otros puntos característicos de la obesidad, para que puedas entender cómo reacciona el organismo ante ella.
La obesidad como enfermedad
Lo primero a tener en cuenta es que los expertos definen la obesidad como una enfermedad, la cual tiene las siguientes características:
sistémica (que afecta al cuerpo en su totalidad),
multiorgánica (son varios órganos los que se ven afectados),
metabólica (altera el metabolismo)
e inflamatoria crónica (produce una inflamación de larga duración y por lo general es de progresión lenta),
que viene determinada por nuestra marca genética y el efecto ambiental,
manifiestada por un exceso de grasa corporal.
Su origen destaca por los siguientes puntos:
crónica (enfermedad de larga duración y de progresión lenta),
multifactorial (se define por una enfermedad dada por la combinación de múltiples factores ambientales y mutaciones en varios genes)
y multicausal (enfermedad de las personas como el resultado de múltiples factores interactuantes),
que se produce una alteración cuantitativa (cantidad de grasa que se almacena) y cualitativa (tipo de acumulación) del tejido adiposo.
El adipocito y su papel en la obesidad
El adipocito es la principal célula del tejido adiposo y su función fundamental es almacenar el exceso de energía en forma grasas y liberarlas en situaciones de necesidad energética.
Los depósitos de tejido adiposo pueden aumentar su tamaño (hipertrofia) o aumentar en número (hiperplasia). Siendo la hipertrofia de los adipocitos una respuesta común en todos los estados de obesidad.
Características a destacar del adiocito:
Es la única célula que no puede sufrir lipotoxicidad, es decir, la acumulación excesiva de grasa no hace que éstas se transformen en algo negativo en sí, al contrario que cuando se acumula en los órganos que sí se vuelven “tóxicas”.
El mayor tamaño del adipocito, unido a un estado inflamatorio que le acompaña, condiciona su funcionamiento y no podrá ejercer sus funciones de forma adecuada, produciéndose efectos negativos en los dieferentes procesos metabólicos en los que participa.
El aumento de la circulación de ácidos grasos libres, junto con los factores inflamatorios, da lugar a un estado de resistencia a la insulina sistémico y de inflamación crónica.
La pérdida de peso por sí sola no reduce el número de adipocitos, sólo su tamaño.
Acumulación de grasa corporal según género
La mayor facilidad y predisposición del cuerpo femenino a la hora de almacenar grasa en la región glúteo-femoral (obesidad ginoide), también conocida como “forma de pera”, y por el contrario el mayor acúmulo de grasa a nivel central (obesidad androide), también conocida como “forma de manzana”, por parte de los hombres, explica la mayor protección de las mujeres frente a problemas cardiovasculares.
Obesidad de tipo androide, central o abdominal, “forma de manzana”:
la grasa acumulada se concentra mayormente en la parte superior del cuerpo, sobre todo en abdomen, pecho y rostro. Aunque es más típica en hombres que en mujeres, en éstas puede aparecer en situaciones de cambios hormonales (menopausia o durante el embarazo).
Este tipo de obesidad tiene mayor riesgo que la obesidad ginoide, debido a la ubicación de la grasa corporal, ya que los órganos que se ven más afectados son corazón, pulmones, hígado y riñones. Esto representa un factor de riesgo adicional para sufrir enfermedades coronarias. También el riesgo de diabetes suele aumentar en población que padece este tipo de obesidad.
Obesidad de tipo ginoide o periférica con “forma de pera”:
la grasa acumulada se deposita por debajo de la cintura, sobre todo en abdomen, muslos, nalgas, y piernas. Esta obesidad afecta principalmente a riñones, vejiga, útero y otros órganos, ya que el exceso de grasa corporal de por sí afecta negativamente a todo el organismo.
Es habitual que de lugar a problemas en las piernas, tales como varices, hinchazón, problemas circulatorios y cansancio excesivo. La obesidad periférica presenta un menor riesgo cardiovascular.
Daños colaterales de la obesidad y cómo afrontarla
En personas afectadas por esta enfermedad, no sólo cambia la silueta y el aspecto corporal en general, también aspectos como el hambre (fisiológico), el apetito (hedónico, búsqueda del placer), la saciedad y el balance energético se ven involucrados.
En un entorno con predisposición genética y ambiental como es nuestra sociedad actual, en la que tenemos fácil acceso a los alimentos, mucho de ellos procesados, con exceso de azúcares y sustancias que producen efectos sensoriales de atracción, la persona que sufre obesidad se ve sometida a una lucha constante nada fácil.
Debemos pensar en la persona con obesidad como una víctima, lamentablemente criminalizada en su condición y a la cual la sociedad actual achaca su estado a una falta de fuerza de voluntad o irresponsabilidad, incluso es un pensamiento que se da en muchos profesionales médicos, aún poco sensibilizados con esta patología.
El tratamiento de la obesidad no debería circunscribirse a un tratamiento de pérdida de peso durante unos meses o algunos años, sino que debe incluir un cambio en los hábitos de vida que se prolongue y sea permanente. Para ello lo más indicado es que las personas que la sufren se pongan en manos de profesionales que les orienten y les ayuden a transformar sus vidas. Acudir a un entrenador personal profesional y a un nutricionista especializado es una inversión en la salud que deben considerar.
Es necesario formular mejores propuestas a través de la prevención y tratamientos alternativos a los actuales, huir de las dietas milagrosas y temporales, para ello es necesario el conocimiento, será nuestra mejor arma contra las tentaciones nada saludables que se nos presentan y carentes de una regulación adecuada a nivel sanitario.
Por ello, la clave sería realizar importantes esfuerzos institucionales y educativos destinados a promover hábitos alimenticios saludables y programas de ejercicio físico verdaderamente eficaces, pero esto es complicado, demasiados intereses de grandes industrias entorpecen estas iniciativas.
De ahí a que cada vez son más los profesionales de la nutrición y del ejercicio físico que utilizan las redes sociales para fomentar hábitos saludables y dar a conocer lo que se esconde en muchos de nuestros alimentos diarios, eso sí, antes de confiar en cuanquier “influencer” o “blogguer”, primero investiga su trayectoria y su formación, debes saber que el intrusismo en estas profesiones está a la orden del día.
Datos extraídos de: Fisiopatología de la obesidad: Perspectiva actual (2017)