Una afirmación tan tajante como frecuente. El deseo, una abstracción que tanto anhelamos y perseguimos y que, como si se tratara de una mariposa, aletea y escapa cada vez que intentamos capturarlo.
Son muchas las mujeres que nos hacen llegar esta demanda desde una situación de agobio y preocupación. Con lo que yo he sido, nos dicen algunas. Últimamente es como si fuera una planta, ni siento ni padezco, nos cuentan otras. Y para colmo, cuando mi pareja y yo conseguimos sentarnos en el sofá estoy tan cansada que lo único que me apetece es dormir o simplemente poner el automático y ver un rato la televisión.
Nos han vendido el cuento de que el deseo tiene que surgir, que debe ser algo que aparezca por generación espontánea, que pasemos de 0 a 100 en segundos y la verdad es que los tiempos han cambiado. Que la fogosidad de los primeros encuentros eróticos es posible que ya no sea tal. Que para avivar nuestros fuegos internos haya que trabajárselo más, que aquellas chispas que entonces nos encendían, ya no son suficientes y la excitación se hace de rogar. Porque el deseo exige tiempo, dedicación, cuidado y mimo y, a veces, o no tenemos tiempo o no estamos por la labor de sacarlo.
¿Qué pistas pueden arrojar cierta luz a este tipo de situaciones?
La duración de la relación. No es lo mismo el enamoramiento (los dos o tres primeros años de relación) que una fase posterior en la que hay mayor confianza, conocimiento, estabilidad Durante el enamoramiento, hay tantas cosas por descubrir que nuestros sentidos están a flor de piel, los mecanismos del deseo se encienden con más facilidad y de forma más repentina. Cuando una pareja tiene una trayectoria más duradera, todo se vuelve mucho más predecible, y el deseo puede verse mermado.
Estado de la pareja. En una pareja en la que existen dificultades en distintas facetas de la relación como puede ser los celos, la gestión de la economía, el reparto de tareas domésticas, problemas relacionales, de convivencia, etc. es muy probable que éstas también se reflejen en el ámbito erótico. Para que el deseo fluya, otras necesidades a nivel de pareja deben estar cubiertas. Si hay enfados, reproches, etc. no tendremos el ánimo para acceder a una relación erótica. Como si de un río se tratase, para que el caudal del deseo discurra con facilidad los cauces de la relación han de estar limpios.
Estrés. Parece ser el principal causante actual de todos nuestros males. Y no solamente hablamos a nivel profesional, también nos deferimos a nivel personal y vital. Un trabajo que nos exija disponibilidad muchas horas al día, tener la sensación de que no se dispone de tiempo para una misma, puede llegar a suponer una fuente de agobio que no nos permita desconectar para comenzar a disfrutar de otras vivencias. Además, si la autopercepción que tenemos de nosotras mismas es negativa, si no nos sentimos atractivas ni guapas, si no nos gusta nuestro cuerpo, difícilmente vamos a dejar que el deseo fluya.
Medicación. Algunos psicofármacos, anticonceptivos y medicamentos, así como situaciones concretas relativas a la salud, pueden actuar inhibiendo el deseo. Te dejamos más información aquí.
Cambios significativos. El fallecimiento de una persona querida, el nacimiento de un bebé, la convivencia temporal en el hogar de una tercera persona Todos ellos son cambios que pueden aniquilar el deseo, ya que si a nivel anímico estamos bajos, si hemos pasado de ser dos a ser tres o si la intimidad de pareja se ve interrumpida por un huésped temporal, por ejemplo, las condiciones para que surja el deseo no van a ser las más deseables, valga la redundancia.
Pero ¿deseo de qué? Ante toda dificultad de esta índole, cabe hacernos varias preguntas: ¿Qué es lo que no deseo? ¿Qué es lo que deseo exactamente? ¿Deseo un rato de intimidad compartida con mi pareja? ¿Deseo un momento de autoerotismo individual? ¿Deseo contacto corporal? ¿Deseo un encuentro genital? Hablar de deseo es demasiado ambiguo, y aunque la mayoría de veces lo interpretamos como una falta de frecuencia en las relaciones genitales y orgásmicas, no siempre se tienen las mismas ganas de todo. Las expectativas que tengamos de nuestro deseo van a tener un efecto catalizador o inhibidor: si me presiono con que debo desear un coito con mi pareja que acabe en orgasmo, y eso lo interpreto como una demanda de esfuerzo, posiblemente antes de ponernos en faena, se hayan esfumado las ganas. Sin embargo, si consideramos que una opción igualmente válida para alimentar el deseo puede ser un masaje, una ducha compartida, sin ninguna otra pretensión más que pasar un rato agradable, es probable que disfrutemos más el camino.
Y por último, concédete el permiso de no desear. Vivimos en un mundo que nos demanda a todas horas en muchas de nuestras facetas: a nivel profesional, de pareja, como madre, hermana o hija, a nivel social y de amistad Permítete y date la licencia de que haya momentos en los que el deseo no sea tu prioridad y no quieras salir en su búsqueda, porque incluso cuando no se desea, ya se está deseando algo.
No obstante, si sientes que el deseo supone una dificultad en tu vida erótica, y consideras necesario recibir asesoramiento sexológico o iniciar terapia individual y/o de pareja, puedes ponerte en contacto con nosotras a través de:
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628 025 052
Si hace poco que has tenido un bebé y consideras que la lactancia materna está influyendo en tu deseo, echa un vistazo:
No es posible no desear. Lactancia materna y deseo (s).
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Bárbara Sáenz Orduña. Sexóloga en Serise Sexología.
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