Introducción
En entradas anteriores hemos visto qué es la meditación y la importancia y beneficios de la respiración consciente. De hecho, hemos realizado dos ejercicios guiados: uno para enforcarse y otro para relajarse. Además, en el pasado post de esta serie, comenzamos con las meditaciones guiadas en sí, y la primera estuvo dedicada al escaneo corporal.
Si habéis ido practicando con las anteriores, espero que sí porque, como siempre os digo: «meditar requiere de constancia», os habréis dado cuenta de que en ningún momento estamos pretendiendo dejar la mente en blanco, porque eso es imposible.
No podemos dejar de pensar, como tampoco podemos dejar de respirar o hacer que nuestro corazón deje de latir.
Con estos ejercicios lo que pretendo es que os enfoquéis.
¿Y esto que significa?
Quiere decir que salís del «piloto automático» mental.
Y esto, ¿cómo se consigue?
De muchas maneras, pero la más básica es dándoos cuenta de que sois vosotros quienes elegís en qué pensar y a qué prestarle atención: por ejemplo, a vuestra respiración (de ahí los dos primeros ejercicios que hicimos) o a alguna parte concreta de vuestro cuerpo (de ahí la meditación de escaneo corporal).
Sobre lo que decidimos enfocarnos mientras meditamos se llama: objeto de meditación. Cada vez que nos distraemos del mismo, lo cual es lo más normal del mundo porque la mente es muy «pilla» y siempre va a tratar de desviarnos, debemos, con un tono amable, volver a él. No importa si os «vais» 200 veces o 200 millones de veces, porque el no «irse» no es lo esencial. Lo fundamental es el «darse cuenta» de que nos hemos ido y volver. ¿Por qué?
Porque cuanto más practiquemos este juego de «darnos cuenta» y retornar al objeto de meditación, más fácil será después, en nuestro día a día, ser conscientes que de que estamos en «piloto automático», o sintiendo tristeza por el pasado o miedo por el futuro, «desengancharnos» de esos pensamientos, y volver al presente.
(Compártelo para que juntos consigamos transformar la vida de más personas y dejar un mundo mejor del que lo encontramos)
¿En qué consiste la meditación andando?
Es una meditación andando muy sencilla, que yo voy a guiar, y que os va a ser útil para que os enfoquéis y seáis conscientes de vuestra respiración y de vuestro cuerpo.
En esta ocasión, no nos vamos a sentar como hacemos siempre sobre una esterilla o zafú, sino que nos vamos a mantener de pie. Lo ideal es en un pasillo o en una habitación amplia, como el salón de casa, para tener un poco de espacio, aunque siempre podemos girar y hacer el recorrido a la inversa, las veces que sea necesario.
En segundo lugar, adoptaremos la postura correcta para meditar:
La espalda y el cuello deben estar erguidos, con un punto de tensión.
Debemos rotar los hombros hacia detrás, para que el pecho quede abierto, y después dejarlos laxos.
La barbilla debe apuntar ligeramente hacia el pecho, para dejar expuesta la coronilla hacia arriba.
La nariz debe estar alineada con el ombligo.
Las mandíbulas deben estar en contacto pero sin ejercer presión.
La lengua debe tocar el principio del paladar.
En tercer lugar, sonará una campanilla de meditación. Debéis seguir el sonido hasta el final, hasta que se haga el vacío.
A continuación, haremos el gesto de entrega a algo más grande que nosotros (Universo, Dios, Vida…, como queráis llamarlo). No es un ademán religioso. Consiste en colocar las palmas de las manos en contacto, llevarlas a la altura del esternón y hacer, durante unos segundos, una leve inclinación de la cabeza hacia el pecho y del cuerpo hacia adelante.
Después, volvemos a la posición erguida, cerramos la mano izquierda, y la envolvemos con la derecha.
Seguidamente, dirigiremos la mirada hacia el suelo, a unos cuantos palmos por delante de nuestros pies (más o menos, en ángulo de 45 grados).
A continuación, comenzaremos con la meditación andando. Yo os voy a ir guiando, pero que el funcionamiento es el siguiente:
Inspiro.
Muy lentamente levanto el pie derecho.
Adelanto un poco el pie en el aire, despacio.
Expiro suavemente.
Apoyo primero el dedo pulgar (el dedo «gordo»)…
…y poco a poco el resto del pie.
Inspiro despacio…
… y voy levantando el pie izquierdo.
Adelanto un poco el pie en el aire.
Expiro suavemente y…
… voy apoyando primero el dedo pulgar…
…y poco a poco el resto del pie.
Como siempre os digo, si en algún momento os perdéis, que probablemente sucederá, no pasa nada. No está ni bien ni mal, porque perder la atención es normal, la mente funciona así. Simplemente, con un tono amable, invitaros a volver a seguir el sonido de mi voz.
Concluido el ejercicio, agradeceremos: a nosotros, por el tiempo que nos hemos dedicado y por el trabajo realizado; al Universo, Vida…, por cualquier cuestión por la que nos podamos sentir agradecidos.
Realizaremos el ofrecimiento de la práctica:
Que yo y todos los seres vivientes podamos sentir verdadera felicidad.
Que yo y todos los seres vivientes podamos liberarnos del sufrimiento, del miedo, de la confusión y de sus causas.
Que yo y todos los seres vivientes podamos ver con alegría, el bien y la felicidad que hay en los demás.
Que yo y todos los seres vivientes podamos realizar la ecuanimidad.
Volverá a sonar una campanilla y de nuevo debéis seguir el sonido hasta el final.
Concluiremos con el gesto de entrega.
Comenzad a movilizar el cuerpo como necesitéis. Os recomiendo no iros enseguida a la palabra. Disfrutad el sabor a silencio que habéis generado el mayor rato posible para que la mente tarde un poco en volver a revolucionarse.
Finalmente, tan sólo me queda daros las gracias por haber escuchado este audio, por el trabajo que habéis realizado y por ayudar a generar este espacio de meditación.
Audio con la meditación andando
Reflexión final
Como ya hemos visto en entradas anteriores, meditar requiere de constancia. Veréis que poco a poco vais dándoos cuenta de la cantidad de veces que «os vais» del objeto de meditación y eso es maravilloso, porque iréis adquiriendo la habilidad de «desengancharos» del pasado y del futuro y volver a enfocaros, aquí y ahora, en las cuestiones que os agraden, os hagan felices y aporten valor a vuestra a vida.
Así que os animo a que busquéis un pequeño hueco al día para dedicaros a vosotros, a vuestro bienestar, a vuestro desarrollo personal y espiritual y que practiquéis. Ya sabéis que yo tengo una alarma en el móvil y, cuando suena, dejo lo que esté haciendo y medito.
Dedicaros tiempo y cariño es la mejor inversión que podéis hacer.
¿Cómo os está yendo con las meditaciones? Me encantaría leerlo en los comentarios.
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