Me sentía impotente, como si no pudiera decir no, pero en realidad, nadie me estaba obligando. Yo podía haber elegido irme. ¿Por qué me he quedado entonces? En cierta manera, por sentido de la responsabilidad y por un trasfondo de culpabilidad, al sentir que si me iba no estaría cumpliendo con lo que se espera de mí, otros compañeros se quedaban y varias razones más.
El problema es cómo me he sentido después? He incumplido varios de mis valores y además me he saltado uno de los límites que yo misma me puse. Me he sentido lo peor, claro está.
Ha habido un momento en el que me hubiera echado a llorar por desesperación de pensar ¿pero, qué estás haciendo aquí? Después ha venido el enfado, por ceder tiempo a un proyecto que ya no tiene prioridad en tu vida, por dejarlo pasar delante, restando tiempo a otras cosas que sí me llenan y sí tienen prioridad para mí.
Cuando dejamos que las cosas que no son prioritarias para nosotros pasen por delante nuestro, estamos dejando de lado nuestras prioridades reales, y seguramente, también estamos dejando de lado nuestros valores y sobrepasando barreras.
¿Qué consecuencias tiene saltarte tus límites?
Al principio puede parecer que no las tiene. Total, todo el mundo trabaja muchas horas, o todo el mundo cede en este tema o en este otro? pero ¿qué más da lo que haga todo el mundo? Lo que importa es como eso te haga sentir a ti y en el momento en que te empiece a hacer sentir mal? ahí es donde debes parar y reflexionar.
Cuando algo te hace sentir mal, pregúntate a dónde te lleva. Quizás es algo que haces por inercia, porque siempre ha sido así, pero ya no te hace feliz.
Todos tenemos derecho a cambiar nuestras prioridades de manera libre.
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