La pornografía afecta de distinta manera a hombres y a mujeres, en general las mujeres somos menos vulnerables a engancharnos al porno.
La realidad es que cada día más personas se vuelven adictas a la pornografía, sea en el medio que sea, y esto supone un problema.
En la actualidad sabemos que el porno estimula en un plazo muy corto la segregación de dopamina en el cerebro masculino, lo que afecta al humor, provocando una sensación de bienestar que perdura una o dos horas. El circuito neuronal que se produce es idéntico al de otros estímulos como el juego o la cocaína. A su vez, el potencia adictivo es también idéntico, por lo que cada vez necesitas más.
De la misma manera que otras adicciones, después del estímulo de dopamina el adicto se deprime, está ansioso, irritable y deseando que llegue el momento de seguir ?consumiendo?.
Este efecto de la dopamina explica por qué el porno tiende a ser más y más duro en estas personas: las imágenes sexuales comunes han perdido finalmente su poder, llevando a los consumidores a necesitar nuevas imágenes que rompan tabúes de otros tipos con el objetivo de alcanzar la misma satisfacción.
Con todo esto, se han realizado pruebas científicas y estudios que asocian el incremento del consumo de pornografía con el aumento de hombres jóvenes con problemas de impotencia y eyaculación precoz. Esto sucede debido a que la pornografía insensibiliza de forma progresiva la sexualidad de los hombres, por lo que necesitas dosis mucho más altas de estimulación para conseguir excitación.
Llega un momento en el que al adicto ya no le excite tener sexo con su pareja por ser monótono o porque no le estimula al nivel que le estimula la pornografía. Es entonces cuando el problema se extiende. La pareja comenzará a tener problemas de autoestima y la relación se deteriorará.
La pornografía y la sexualidad no tienen porqué ser enemigas, siempre que no se utilice como sustituto del propio sexo.