¿Qué es exactamente este subconsciente del que tanto oímos hablar?
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Existen varias definiciones, no todas inequívocas. El concepto de mente subconsciente (también llamada inconsciente) fue explorado inicialmente por Sigmund Freud, quien lo convirtió en la piedra angular de todo su sistema de psiquiatría y lo vio como la fuente de la mayor parte del comportamiento humano, en especial ese comportamiento que creemos que es puramente voluntario.
Por consiguiente, la contribución de Freud a la comprensión de nuestra conducta y de su verdadera naturaleza es considerable, a pesar de ciertas exageraciones en las que pueda haber incurrido. Una cosa es cierta: aún cuando los teóricos no pueden ponerse de acuerdo acerca de una definición única de la naturaleza exacta del subconsciente, el hecho de que existe no puede ponerse en duda y así ha sido aceptado por la comunidad científica durante muchos años.
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Para expresarlo en términos simples, la mente humana está dividida en dos partes: una es consciente y la otra es inconsciente.
La parte consciente, que sólo permanece activa durante las horas de vigilia, se ocupa de la mayoría de las actividades de rutina e intelectuales. Cuando comemos, nos servimos un trago, trabajamos en nuestro presupuesto mensual o completamos el impreso de devolución de impuestos (olvidar hacer estas cosas, a menudo se debe a que su subconsciente le está dictando lo que parece ser un acto involuntario), es su mente consciente la que se pone en juego.
En cuanto a su subconsciente, se ocupa de todas sus funciones vitales. Por ejemplo, usted no tiene que pensar en la respiración con el objeto de respirar. ¡Si lo hiciese, tendría serios problemas a la hora de dormir!
Su subconsciente también registra y almacena todo lo que ocurre en su vida, como un archivo de toda su existencia. Su memoria es perfecta: no olvida nada. También es su subconsciente el que le hace enamorarse de una persona y no de otra.
Su mente consciente puede aconsejarle en contra de tal elección: un hombre o una mujer en particular pueden parecer no reunir las cualidades necesarias para merecer su amor. Sin embargo, su subconsciente es más fuerte y usted es atraído irresistiblemente hacia esa persona, a pesar del hecho de que él o ella puede parecer no ser el candidato o la candidata ideal.
Aquí se incluye otro ejemplo, esta vez más obvio. Usted quiere dejar de fumar. Realmente quiere dejar de fumar, o al menos trata de convencerse de que lo desea. Y con todo, no puede dejar el tabaco. Esto ocurre porque su subconsciente, que entre otras cosas es la causa de todos sus hábitos -buenos y malos- no le permite hacerlo. Ha sido programado para pensar de manera diferente.
Usted entra a un supermercado y de manera espontánea y mecánica -de hecho, como un robot o un títere- «elige» una marca de jabón en polvo. Una vez más está siendo guiado por su subconsciente, simplemente porque ha sido programado, sin que su ser fuese consciente de ello, por algún anuncio publicitario que influyó en sus preferencias (y de hecho los métodos utilizados en marketing son asombrosamente similares a los de la hipnosis).
El subconsciente es más fuerte porque usted no conoce sus efectos
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Podrían ofrecerse miles de ejemplos de cómo el subconsciente afecta al comportamiento. Y algunos tienen un efecto mucho más dramático e importante que los ya mencionados. Por ejemplo, ¿sabía usted que cuando una persona fracasa repetidamente en una tarea, a pesar de tener talento y trabajar duro, es debido a su mente subconsciente? ¿Sabía que lo mismo vale para los fracasos emocionales? ¿Sabía que la mayoría de las enfermedades -algunos médicos sugieren incluso que todas las enfermedades surgen y se desarrollan primero en su mente subconsciente? ¿Eso le sorprende?
Vamos a considerar otro ejemplo, uno que todos hemos visto miles de veces. Una mujer parece tener todo lo que quiere. La naturaleza la dotó con belleza física, tiene un trabajo interesante y bien remunerado, parece estar felizmente casada, cuenta con un grupo de buenos amigos, puede tomarse un mes de vacaciones cada año, y con todo, inexplicablemente, es desdichada. Incluso puede estar considerando el suicidio. Llega a estar más y más deprimida. Se siente como si estuviese a punto de sufrir una crisis nerviosa. Lo peor es que, aunque puede confiar en la gente cercana a ella, nadie le cree. Los demás piensan que ella está inventando, que está buscando compasión. ¿Cómo puede alguien tener tanto y atreverse a fingir que es desdichada? Y sin embargo, esta mujer no está mintiendo. Está diciendo la absoluta verdad cuando describe su estado mental.
La verdadera razón es que su subconsciente es más fuerte que su mente consciente. En algún momento de su vida debe haber recibido alguna programación muy negativa, que fue reforzada con el transcurso del tiempo. El subconsciente siempre es más fuerte y siempre tiene la última palabra. Ésa es la razón por la cual la reprogramación de su subconsciente -positivamente– puede brindar resultados tan maravillosos.
Muchos proverbios dicen lo mismo, por ejemplo: «La felicidad es un estado mental». En este sentido -y hasta cierto punto las circunstancias externas no son un factor determinante.
De este modo, dos personas, cuando son colocadas en situaciones similares debiendo enfrentar la misma clase de obstáculos, pueden reaccionar de manera completamente diferente. Una puede hacer lo que se requiere sin implicarse demasiado en términos emocionales o sin llegar a «perder su serenidad», mientras que la otra se vuelve totalmente confusa y deprimida. Por consiguiente, el estado mental de la persona -su predisposición mental- es el factor determinante del modo en que puede salir adelante.
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Espero que estos pocos ejemplos le hayan convencido del poder extraordinario del subconsciente. Nuestra mente consciente con frecuencia fue comparada con la punta de un iceberg. Como probablemente sabe, la proporción del iceberg que está debajo del agua, y por lo tanto invisible, es mucho mayor que la parte que puede verse. Lo mismo se aplica al subconsciente (o inconsciente).
Esta imagen brinda un retrato preciso de los poderes relativos de las dos partes de nuestra mente. El subconsciente es mucho más poderoso, aun cuando la gente crea que tiene una voluntad muy fuerte. Es sólo después de llegar a ser consciente del poder del subconsciente que usted puede comenzar a forjar su propio destino y a transformar su vida como lo desee.
Gran parte de nuestra «programación» subconsciente se remonta a la infancia Para el famoso filósofo del siglo XVII René Descartes, la mayor desgracia fue haber sido niño. No era porque no le gustasen los niños -él mismo fue padre- sino porque durante la infancia la mente acepta toda clase de opiniones, creencias y sugestiones cargadas de prejuicios sin cuestionarlas.
A Descartes le llevó años desprenderse de esos prejuicios, cosa que realizó aplicando su propio sistema de la «duda racional».
Somos programados por nuestros padres, a menudo sin que ellos lleguen a saberlo. Lamentablemente, suelen hacerlo de un modo negativo. El subconsciente de un niño es tan impresionable, que las ideas se graban en él como un punzón hundiéndose en la cera blanda.
En general, la gente tarda años en llegar a ser consciente de su propia programación y, si es necesario, proceder a anular las impresiones negativas que se inscribieron en su subconsciente durante su niñez.
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