No es lo mismo oír que escuchar.
Oír es percibir los sonidos a través de nuestros oídos, sin necesariamente entender lo que estamos oyendo.
Pero escuchar, va más allá , es tener activados otros sentidos para entender lo que estamos se nos está diciendo.
Hay una gran diferencia. Estoy segura que la mayor parte de las veces oímos, pero no escuchamos.
Escuchar es clave para nuestras relaciones interpersonales, para una buena convivencia. Necesitamos escuchar y ser escuchados para entender y que nos entiendan.
Pero ¿Sabemos escuchar?
Yo creo que no.
Escuchar es estar atento a lo que el otro me dice, no interpretarlo ni juzgarlo, no interrumpirle mientras habla, centrarnos en lo que se nos está diciendo y no en nuestros propios pensamientos, establecer una actitud corporal adecuada.
¿Escuchas así?
A escuchar se aprende, es todo un arte que con un poco de entrenamiento podemos conseguir.
¿Y cómo hacerlo?
Céntrate en tu interlocutor. Elimina todo aquello que pueda interferir vuestra conversación (móviles, televisión, nuestros propios pensamientos….)
Cuida tu postura corporal; mírale , sonríe, evita cruzar los brazos es una postura que indica cerrazón, adopta una actitud relajada y receptiva.
Haz preguntas que ayuden a entender la exposición del otro, además de recabar más información sobre lo que se nos está diciendo, estaremos mostrando interés.
No interrumpas, deja que el otro exponga lo que quiere decir deja que acabe y luego toma tú la palabra.
No juques ni supongas. Es la regla de oro. Si juzgamos o presuponemos estamos cerrando toda posibilidad de comunicación, además de que estamos recibiendo ya el mensaje que se nos quiere trasmitir totalmente contaminado por nuestros juicios. ¡Deja que el otro se exprese con total libertad!
Sería bueno ir trasmitiendo que estamos entendiendo lo que se nos está contando.
Si se nos pide opinión, seamos objetivos, intentemos no aplicar nuestra escala de valores y hagamos un esfuerzo en comprender que el que algo nos parezca objetivamente bien o mal no quiere decir que realmente lo esté.
Alterarse ante cualquier discrepancia. Cuidado con esto, a veces cuando se nos expresan diferentes a los suyos, nos alteramos con facilidad y entramos en discusión. Seamos capaces de intercambiar opiniones de una forma serena y calmada.
Y por último yo añadiría que no perdamos de vista o que nos preguntemos qué podemos aprender nosotros de la conversación. Seguro que toda conversación puede aportarnos algo que no sabíamos, alguna idea nueva, un punto de vista distinto. Pero no lo lograremos si nos instalamos en la creencia de que nuestro pensamiento es el único ,el acertado el correcto. ¡Abramos los oídos y la mente!
Y por últimos veamos qué beneficios nos aporta saber escuchar:
Eliminamos tensiones y malos entendidos.
Creamos un buen clima de entendimiento lo que favorece la comunicación.
Potenciamos la autoestima de nuestro interlocutor al sentirse escuchado y respetado.
También nosotros seremos más valorados y respetados, y generaremos confianza y seguridad, mejorando con ello nuestras relaciones interpersonales.
Creceremos, ampliaremos nuestra visión de la vida y de las cosas.
Como decía Epícteto de Frigia. “ Así como hay un arte de bien hablar, existe un arte de bien escuchar”.
¿Lo entrenamos?