Hoy te hablo de la importancia de conocerse a uno mismo. Realmente vamos por la vida creyendo que sabemos quienes somos, pero sigue leyendo y tal vez descubras algo nuevo.
La mayoría de nosotros de forma automática e inconsciente hemos apoyado la vida
en experiencias del pasado. Nos vemos atrapados en pensamientos recurrentes acerca
de pérdidas significativas y un sentido de insuficiencia del yo derivado de ellas.
Experimentamos la lucha y resistencia a estados físicos o emocionales desagradables.
Evitamos estar en lugares y situaciones que no nos gustan y, en ocasiones, hacemos cosas
que a la larga nos perjudican dejando de lado aquellas otras con las que podríamos construir
una vida más rica, plena y feliz.
La razón de todo esto es que nuestra infancia y las experiencias biográficas que hemos
vivido han quedado grabadas en nuestro psicocuerpo, e influyen más de lo que a veces
sospechamos en nuestro presente. De hecho, es este recuerdo el que nos impulsa en forma
de deseo o el que nos frena cuando se traduce en evitación o en huída en determinadas
situaciones, respondiendo al impulso de buscar lo que nos parece placentero y evitar lo
que creemos que nos daña: ante lo que etiquetamos como amenazante, basándonos en
la huella pretérita de experiencias similares, se acciona nuestro patrón innato de ?lucha o
huye?, que nos lleva a reaccionar en vez de responder.
La necesidad de controlar nuestro entorno, nuestras vivencias internas e incluso nuestras
relaciones y a los otros, parecen estrategias que pueden asegurarnos la felicidad. Creemos
que ésta depende de las seguridades que podemos crear a nuestro alrededor, de tal
forma que experimentamos una fuerte resistencia a soltar algunas de ellas y una profunda
frustración cuando se da su inevitable pérdida. Todo esto se relaciona en un proceso de
ida y vuelta con nuestras creencias, conformadas en gran parte por las pautas que desde
niños absorbimos por ósmosis de nuestra educación y también por aquellas que hemos ido
incorporando en nuestro desarrollo posterior.
En realidad, comprender por qué funcionamos así, qué papel juega en nuestra vida la idea
de quién somos, la evitación del dolor a cualquier precio, la fuerza del deseo o la tiranía del
apego, pueden darnos pistas acerca de cómo construirnos una vida más feliz.
Lo que ves no es lo que eres
La conciencia del ?yo? o identidad, se construye sobre dos premisas básicas: una consiste
en las experiencias que hemos vivido y que identificamos como ?yo, mí o mío?; la otra es
la comparación que evalúa la sensación creada del ?yo? como mejor, peor o igual que los
otros. Así pues, creamos una sensación del ?yo? cada vez que nos identificamos con nuestro
cuerpo, nuestra mente, nuestras creencias o nuestros roles, y la evaluamos en función de la
comparación con los otros.
Pero esto que tomamos como ?yo? es ficticio y provisional, se construye sobre una
identificación temporal con alguna parte de nuestra experiencia. Si prestamos atención,
nos daremos cuenta de que, si dejamos que cada una de estas capas de identidad se vaya
abriendo y poco a poco desprendiéndose, podemos descubrir como estas identificaciones
son el origen de nuestro malestar e infelicidad, al identificarnos con un ?sentimiento
limitado del yo?. Deshacernos de estas identificaciones falsas libera nuestra vida. Al vivir
desde la inconsciencia y la desatención, vinculamos nuestro sentido de identidad a esas
capas protectoras que creamos a partir del miedo, la confusión y o el ataque, y olvidamos
quién somos realmente.
La identificación es un estado de inconsciencia que surge cuando no hay distancia entre lo
observado y quien observa.
En realidad, fácilmente podemos comprender que si podemos
observar algo, es que nosotros no somos ?eso?: el ojo no puede verse a sí mismo.
La identificación más usual es la identificación con el propio ego; es decir, creerme que soy el
personaje que a lo largo de mi vida, de forma funcional y circunstancial, he ido desarrollando,
la imagen que me he formado de mí mismo y la que quiero que los demás tengan. Esta
imagen o personaje es uno de los grandes objetos de apego, ya que, durante mucho tiempo,
hemos asentado sobre ella nuestra seguridad. Soltar esta identificación, admitir que tan sólo
es mi personaje, pero que yo esencialmente ?no soy él?, es un reto y a la vez la fuente de
nuestra mayor liberación. El punto de partida es hacernos la que quizás es la gran pregunta
de nuestra existencia: ¿Quién soy?
El camino de la desidentificación permite que esas capas externas que creíamos ser se vayan
desprendiendo, de forma que podamos vislumbrar nuestra verdadera naturaleza, nuestro
núcleo profundo. Se trata de experimentar la ruptura de la falsa identidad que confunde lo
que soy con lo que experimento: tenemos ?la experiencia? pero no somos esa experiencia,
sino ?quien la vive?. Soy algo diferente de ella y por tanto, puedo observarla sin que me atrape,
sin que me condicione, sin que posea el poder sobre mí. Puedo ejercitarme en atestiguarla
desde la conciencia que observa sin identificarse.
Para la mayoría de nosotros no es un proceso fácil sino arduo y a veces hasta doloroso:
en la mayoría de los casos se produce de forma lenta y gradual, con avances y retrocesos,
descubriendo cada vez capas más sutiles de identificación a niveles más profundos. Estamos
demasiado apegados a nuestras ataduras como para que nos resulte fácil dejarlas caer, pero
es el camino hacia una gran liberación.
Con la práctica de la consciencia plena o mindfulness lograrás observar esa identificación que te haces con las cosas o actitudes y que solo suele traer sufrimiento.
Aunque no lo creas, con el simple hecho de practicar habitualmente la meditación y otras técnicas en la vida diaria serás capaz de conocerte mejor, alcanzar una paz interior que antes no tenias y disfrutar de lo único que sucede en este momento, el AHORA.
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El artículo la importancia de conocerse a uno mismo lo puedes encontrar en Reducir Estrés.