Se refiere a afrontar situaciones -como las dichosas comidas familiares- en las que falte algún miembro, esa “silla vacía” que enfría la comida y baja el volumen de la radio sin querer, que te deja sin ganas de seguir la fiesta, que te hace odiar fechas de celebraciones.
Tengo lo que los sociólogos llaman una “familia desectructurada”: no estoy casada legalmente, tengo dos hijas de distintos padres, y nuestras relaciones con las familias políticas son…como lo diría…son distintas ;-). Es decir, que no siempre pasamos estas fechas todos juntos, porque mi cachorra mayor se va con su padre, y la cachorrilla rubia a veces con papá y su familia, y a veces con mamá y la suya. Y, para colmo, desde el año pasado, hemos cogido la nueva tradición de pasar Nochevieja los cuatro solos, nuestra pequeña FAMILIA.
Eso se traduce en pasar Nochebuena en casa de las Soriano (da igual qué casa o proveedor de viandas), un año todas, el año siguiente no (imagino que mas o menos como en tu familia). Y desde hace cuatro eternos años, compartimos sopita y estupideces que nos hacen llorar de la risa con esa silla vacía….porque en mi casa hemos vencido al síndrome.
Hemos conseguido que SORIANO esté con nosotras, porque yo me le imagino recogiendo miguitas de la mesa con el cuchillo, dando collejas porque somos unas verduleras, partido de la risa con cualquier tontería de sus nietas, orgulloso de ver como, año tras año, seguimos buscando momentos para estar, como a él le gustaría, con nuestra ENFERMERA JEFE, haciendo que esos ratos tan feos se pasen con lágrimas de risa .
Para nosotras ha sido la mejor manera de afrontar esa silla vacía. Dudo que sea la mejor, pero es la nuestra, y hemos conseguido llegar a enero cuatro años (el primero demasiado cercano a su pérdida) decorando entre lágrimas y canciones navideñas de Luis Miguel, sacando la vajilla bonita y recordando, entre plato y plato, cómo era ir y que difícil es ahora siendo la misma carretera.
Este año cambiamos de escenario pero no nuestra escena: siete mujeres (me falta una, snif) hablando de todo y de nada, pensando en él, sonriendo por él, e intentando que las más pequeñas jamás olviden que, de aquella semilla, vienen estos frutos.
Espero que me contéis cómo pasáis vosotros el dichoso síndrome.
Os leo!!
P.D. Respeto máximo a mi único cuñado, que ese sí es un campeón de la supervivencia a las Soriano. Te queremos, salao!!