El dolor menstrual, tema que sólo en las últimas décadas ha merecido atención sanitaria, afecta a un 50% de las mujeres en edad fértil y casi al 90% de las adolescentes, siendo en muchas de ellas severo e incapacitante. La ciencia no ha logrado encontrar ninguna causa orgánica que explique su presencia, y son pocos los estudios que existen al respecto.
El proyecto de investigación “Dolor menstrual y mecanismos de dolor a lo largo del ciclo menstrual en mujeres sanas” (cuya descripción podéis encontrar en el artículo "EL DOLOR EN LA MUJER" de esta misma autora) ha recibido el premio a la mejor comunicación escrita en el II Congreso Internacional de Contextos Clínicos y de Salud.
Rocío Fortún, investigadora del grupo iPhysio de la Universidad San Jorge y suscrptora de estas líneas, comparte con vosotr@s las conclusiones de sus resultados preliminares
Resultados:
Las mujeres sanas con dolor menstrual (llamado DISMENORREA) presentan una sensibilidad al dolor aumentada respecto a las mujeres sanas sin dolor menstrual.
Esta sensibilización está presente durante la menstruación (es decir en presencia de dolor, lo cual es totalmente normal), pero también en la fase premenstrual del ciclo, en ausencia de dolor. Y se muestran hipersensibles al dolor no sólo en la región abdominal, lumbar y/o pélvica, sino también en zonas corporales alejadas del foco de dolor.
Estos resultados preliminares indican que padecer dolor menstrual severo todos los ciclos, condiciona un estado de hiperexcitabilidad generalizada en el sistema nervioso en las mujeres con dismenorrea. Actividad Física, ciclo menstrual y dolor
La percepción del dolor es un fenómeno totalmente subjetivo, extremadamente complejo, incluyendo procesos como la memoria, el razonamiento, emociones, contexto y cultura, y en el caso de las mujeres también dependiente de las hormonas sexuales u ováricas. Las diferencias existentes entre sexos respecto al procesamiento del dolor y la mayor prevalencia de dolores crónicos en las mujeres frente a los hombres, otorgan un papel protagonista a las hormonas sexuales. Recientemente se ha evidenciado que en mujeres sanas, niveles bajos de progesterona y estrógenos asociados a bajos niveles de testosterona aumentan la sensibilidad al dolor (Vincent K, 2011).
La testosterona es un esteroide del grupo andrógeno, que tiene un rol anti-nociceptivo (de protección frente al dolor), y cuya concentración aumenta, tanto en hombres como en mujeres, tras la realización de actividad física. En esta línea, se ha podido comprobar que los ejercicios tanto aeróbicos como isométricos tienen efectos en la reducción de la sensibilidad al dolor.
Por ello, uno de los objetivos del citado estudio de investigación, fue cuantificar específicamente el efecto de la actividad física realizada en cada una de las 3 fases del ciclo seleccionadas (ovulación, premenstrual y menstrual) en todas las mediciones de los mecanismos de dolor realizadas en las voluntarias. Con estos fines se evaluó, mediante un registro diario, el número de horas y la intensidad de la actividad física realizada por cada participante en cada fase del ciclo estudiada.
Resultados
En primer lugar nuestros resultados indicaron que todas las mujeres redujeron su actividad física media durante la fase menstrual del ciclo, sin diferencias entre las que padecen dolor menstrual y las que no. Esto es acorde a lo que indica otro estudio realizado en 2008 en población australiana.
Respecto a los mecanismos de dolor, se vió que un mayor nivel de actividad física se asoció a una menor intensidad en la respuesta de dolor inducido experimentalmente. Así mismo, en otro experimento, las mujeres más activas mostraron mayor capacidad para inhibir un dolor presente. Por tanto nuestro estudio confirma los beneficios del ejercicio físico en la gestión del dolor por parte del organismo.
No hubo diferencias entre las mujeres son y sin dismenorrea en la capacidad modulatoria del dolor mediada por el ejercicio físico. Este es un hallazgo importante, respondiendo al principal objetivo clínico de la investigación: LA ACTIVIDAD FÍSICA REGULAR PUEDE AYUDAR A LAS MUJERES CON DISMENORREA A MEJORAR SU CAPACIDAD ENDÓGENA DE INHIBICIÓN DEL DOLOR.
No obstante, pese a estos beneficios demostrados, las mujeres suelen disminuir su actividad física durante la fase menstrual -en la que dicha inhibición del dolor está más comprometida por factores hormonales-, y en mayor medida las que padecen dismenorrea, con dolor menstrual severo e incapacitante.
Conclusión
Si bien la práctica de ejercicio físico durante la menstruación está disminuida, la práctica regular de actividad física moderada en las restantes fases del ciclo es capaz de mejorar la capacidad modulatoria global del organismo frente al dolor. Por tanto podría ayudar al alivio del dolor menstrual en las mujeres que lo padecen.
La investigación continúa avanzando y desde fisioterapia-online podréis seguirle la pista. En este artículo se presenta la imagen del póster presentado en el congreso, resultados basados en una muestra de 19 mujeres, y se acompaña de este texto para facilitar su comprensión.
Rocío Fortún
03/10/2017