Parece ser que eso es lo que muchos piensan, que el deseo mueve el mundo. En reducirestres te aportamos una visión Mindfulness del tema.
Si admitimos que el deseo esconde al apego, podemos ver entonces que puede ser fuente de sufrimiento.
Como Buda dijo:
” El mundo está lleno de sufrimientos.
La raíz del sufrimiento es el apego.
La supresión del sufrimiento es la eliminación del apego.”
El mundo se mueve por el deseo. No habríamos nacido de no ser por el deseo sexual y sin el
deseo moriríamos: existe el deseo de amar, de estar conectados, de comprender, de crecer.
Cuando las personas pierden su deseo de vivir, se tiran desde un puente o se toman un
montón de pastillas. Necesitamos desear. Y sin embargo el deseo puede ser para nosotros
una verdadera prisión que condicione nuestra vida si no desarrollamos una relación sabia
con él. No se trata de deshacerse del deseo, sino de diferenciar el deseo saludable del que
nos hace sufrir. Para ello tenemos que sentir cómo funciona en nuestro cuerpo y en nuestra
mente.
Cuando el deseo nos atrapa, condiciona y dirige nuestra vida. Puede convertirse en
un auténtico tirano que nos gobierne y usurpe nuestra libertad, o en una verdadera
adicción, de forma que no importe cuánto hagamos por colmar ese deseo, y sin embargo
la satisfacción sea imposible. Recuperar nuestra libertad y equilibrio pasa por investigar
nuestros deseos y estar dispuestos a trabajar con ellos de la forma que se adecúe mejor a
cada uno de nosotros: si tendemos a excedernos fácilmente deseando, un deseo tras otro, el
trabajo se orientará en entrenarnos en soltar; pero si descubrimos que tememos desear, que
hemos sido condicionados para ignorar o suprimir nuestros deseos, el camino será atender
cuidadosamente a nuestras necesidades.
Sin embargo, un sueño o una meta poderosa, son en cierto modo una forma de deseo:
puede ser la meta de estudiar una profesión, escribir un libro o ganar una competición. Si
los asumimos de forma saludable desde la dedicación y el compromiso, este tipo de deseos
nos llevan a la superación. Así pues, el que nos conduzcan a la satisfacción saludable o a la
infelicidad dañina, dependerá de la forma en la que nos relacionemos con ellos.
La clave pasa por ir más allá de los extremos de entumecernos para no sentir deseo o de perdernos
indiscriminadamente en ellos.
Es revolucionario abandonar la esclavitud del deseo. Hemos perdido el contacto con la alegría
y la simplicidad que puede aportarnos soltar los deseos, y sin embargo las investigaciones
apuntan a que simplicidad y felicidad van de la mano.
En realidad ya tenemos todo aquello que deseamos.
Si nos damos cuenta de esto, podemos comprender la vida desde un sentido
genuino de abundancia: una abundancia interna que nos transmita un sentimiento de
merecimiento, valía y tranquilidad, de tener algo que ofrecer al mundo y disfrutar de hacerlo.
Sin esta consciencia podemos estar rodeados de abundancia y sentirnos en la miseria más
absoluta.
Con la práctica de la atención podemos ser testigos de este surgir y desvanecerse de nuestros
deseos. Aceptamos amablemente las sensaciones corporales, los estados emocionales y las
historias de nuestros deseos sin juzgarlas. Cuando prestamos atención al deseo, normalmente
su energía se intensifica e intenta arrastrarnos; si no nos apresuramos a satisfacerlo, sino
que simplemente permanecemos presentes, la incomodidad comienza a desaparecer, la
urgencia comienza a desvanecerse. Por lo general, le sucede una sensación de alivio, de paz
en la mente y en el cuerpo, y de forma natural descubrimos que nuestro estado natural es
estar completos y satisfechos más allá del deseo.
Tu mente te dice: no puedes ser feliz si no tienes tal o cual cosa, o si tal persona no está
contigo; no puedes ser feliz si tal persona no te ama; no puedes ser feliz si no tienes un
trabajo seguro; no puedes ser feliz si no tienes un futuro seguro; no puedes ser feliz si estás
solo; no puedes ser feliz si no tienes un cuerpo a la moda; no puedes ser feliz si los otros
actúan así? Tu mente está programada para demostrarte constantemente que no puedes
ser feliz ?sin todo eso?. Y ese programa ejecuta en tu vida la tiranía del apego. El apego no es
otra cosa que la vinculación compulsiva a una cosa o persona determinada, o a una situación,
originada por la creencia de que sin ?eso? no puedes ser feliz. Todas esas cosas a las que nos
apegamos y sin las que creemos que no podemos ser felices, son simplemente el motivo del
sufrimiento y fruto del engaño de creer que la felicidad depende de causas externas.
Observa bien: si no consigues el objeto de tu apego, te sientes infeliz, y si lo consigues
sólo experimentas un instante de placer antes de que aparezca la preocupación y el
temor a perderlo. Porque el apego choca frontalmente con una evidencia: todo pasa, todo
cambia, nada es permanente. Es una de las leyes que presiden nuestra existencia, la de la
impermanencia: ?esto, sea lo que sea, también pasará?. Y así el deseo nos mantiene atrapados
en el círculo vicioso de la ansiedad por conseguir y el temor a perder: ambos son el verdadero
impedimento para ser felices.
El cambio se produce cuando comprendemos cuál es la clave: desprogramarnos, soltar
las ataduras.
Vemos entonces que la felicidad que creemos consecuencia de tantas cosas
externas, en realidad no tiene nada que ver con ellas. Es un estado interno que se abre
en nosotros cuando experimentamos un lugar profundo de calma y quietud, cuando
saboreamos quiénes somos de verdad, cuando somos capaces de romper los muros de
nuestras prisiones hechas de creencias, miedos e ilusión. Cuando sustituyes tu sentimiento
de carencia que te lleva a aferrarte a lo que crees que no tienes, y descubres la abundancia
que hace innecesario todo lo demás.
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